«Todas las personas hacemos teatro cada día en nuestras vidas»
Jordi Milán, director de La Cubana, presenta en Madrid su espectáculo «Campanadas de boda», una sátira sobre los ritos del ser humano en los grandes eventos sociales
LUIS MIGUEL L. FARRACES
Una boda tiene mucho de teatro. Quizás este hecho suela pasar inadvertido para los contrayentes, inconscientes de haberse pasado un año confeccionando un vestuario y atrezzo determinados, pensando en la puesta en escena en el juzgado o templo de turno e incluso escribiendo unas líneas ... de guión comúnmente conocidas como votos. Esa es al menos la visión que propone la compañía de teatro La Cubana , que acaba de estrenar su espectáculo «Campanadas de Boda» en el teatro Nuevo Alcalá de Madrid , una sátira sobre los ritos del ser humano y su comportamiento en lo que todos consideramos grandes acontecimientos sociales. Su director, Jordi Milán , nos recibe en el mismo escenario de la obra horas antes de la primera función en la capital.
-Uno de los versos de la canción de «Campanadas de boda» resume este tipo de celebraciones como «dar mentiras por verdades y fingir ante amistades» ¿Es el ser humano tan teatrero?
La Cubana siempre habla en sus espectáculos del teatro que hacemos en la vida cotidiana sin darnos cuenta. En este sentido, para nosotros las bodas son una de las piezas más teatrales por las que todos pasamos en un momento dado. Así que «Campanadas de boda» va precisamente de eso, de toda la preparación, todo esos tics, todos esos ritos por los que pasamos no solo en una boda, sino en cualquier otro evento social ya sea un funeral, una comunión, o una cena de navidad.
-¿Cuál es la fórmula para combinar unos personajes tan esperpénticos como los de la obra con el hecho de que el público se vea identificado en la trama?
Yo es que no estoy nada de acuerdo con que los personajes sean esperpénticos. Son exagerados, como exagerados somos todos. A veces hacemos cosas que, si nos viéramos desde fuera, pensaríamos «¿pero por qué estamos haciendo esto?» Al público de todos modos yo creo que no le gusta verse reflejado en estas sátiras. Lo que le gusta es ver reflejados a otros, a la suegra, a la amiga, a la vecina... Yo creo que cuando vengan verán reconocidas a todo este tipo de personas.
-Esta es la enésima vez que La Cubana recala en Madrid desde su fundación hace ya 33 años ¿En qué ha cambiado la compañía desde aquellos tiempos como aficionados?
Hombre, amén de que soy 33 años más viejo...(risas). La verdad es que la filosofía sigue siendo la misma, a pesar de que aquellos años todo era un juego y no teníamos recursos, no teníamos prácticamente nada. Éramos un grupo de teatro de aficionados en el que hacíamos lo que nos venía en gana, desde cosas de arrabal hasta zarzuela. Pero siempre con mucha conexión con la calle, siempre nos gustó el teatro en la calle.
-¿Aquellos eran tiempos más fáciles para llegar a ganarse la vida sobre un escenario?
No, yo creo que la situación era incluso más difícil. Lo que sí que había era un ambiente especial en la sociedad, en lo que nos rodeaba, que lo hacía más sencillo. Estamos hablando de entre finales de los setenta y principios de los ochenta, un tiempo en el que todos teníamos ganas de hacer algo distinto, de salir al balcón y desnudarnos, de abrir las ventanas para ventilar la casa... Muchas ganas, mucha ilusión, mucho ímpetu. Y hoy no es que no haya ímpetu. La gente joven ahora está mejor preparada, tiene mejores ideas, pero a veces es posible que les falte constancia.
-¿Cómo se convierte un grupo de teatro amateur en una compañía de teatro profesional de prestigio?
Nosotros nunca pensamos que fúeramos a triunfar. Actuamos en el año 1983 en el Festival de Teatro de Sitges con un espectáculo, La Cubana's Delikatessen, que gustó mucho. De ahí nos contrataron como aficionados para ir a Barcelona y de ahí a otros sitios de España. Y lo que pensábamos que iba a ser un juego de verano acabó convirtiéndose en dos años y medio de trabajo. Eso nos metió en una rueda que ha ido rodando casi sin pensar. Todos estos años nos han dado un conocimiento teórico del asunto, ya que al principio actuábamos y ya está, solo teníamos un conocimiento práctico. Todo esto sorprendió mucho. Nos hacían críticas que eran casi fórmulas algebraicas de si hemos pensado esto, que el público lo otro, que la calle lo demás... Era gracioso porque lo que decían era verdad, pero yo ni siquiera me lo había planteado así. Hoy ya sí que pensamos en ese tipo de cosas.
-¿Qué requisitos debe cumplir un actor para formar parte de La Cubana hoy en día?
He de decir que odio los casting porque en los casting me engañan. Me horroriza eso de que haya que prácticamente meter un papel en la boca a alguien. Yo creo que un actor es una persona ante todo, así que normalmente hacemos una entrevista casi y hablamos largo y tendido. Esta última vez hicimos algo distinto. Unas 300 personas mandaron solicitudes para cuatro papeles que quedaban libres en la obra. De ahí seleccioné a 150, que entrevisté personalmente, para quedarme con 30. A todos ellos les invitamos a recibir un cursillo gratis en nuestros locales durante un mes y de ahí sacamos a esos cuatro. Creo que fue la mejor manera.
-Pero, a nivel interpretativo ¿qué encontraste en esos 30 para darles una oportunidad?
A mí me gusta que los actores sean dúctiles y que les guste la transformación. Porque los actores normalmente hacemos de nosotros mismos. Sí, peinado así, o de otra manera... En La Cubana un mismo actor interpreta muchos personajes. Un chaval joven puede hacer de joven y después de una persona muy vieja, transformarse completamente. El público ya sabe que eso es mentira, que el viejo no es viejo, pero me gusta conseguir que se pregunte, que vea algo de viejo en él. Y eso solo lo puede hacer un tipo de actor.
La hora del estreno de la obra se acerca y Jordi se despide para comprobar por última vez que todo está a punto. No obstante, apura aún unos minutos para mostrarnos el backstage. Allí las cámaras de ABC son testigo directo de dos de esos procesos de transformación a los que hacía referencia el director, los de Bernat Cot , que interpreta hasta seis papeles distintos en la obra, y Babeth Ripoll , que encarna a cinco personajes distintos. El resultado puede verse en el vídeo que acompaña a la entrevista.
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