«Romeo y Julieta», amar en tiempos de guerra
JULIO BRAVO
Ayunos de ballet, los aficionados madrileños han podido ver en apenas dos semanas dos versiones de «Romeo y Julieta» muy distintas estilísticamente y que beben de la misma fuente –la maravillosa partitura de Prokofiev– : la presentada por la Compañía Nacional ... de Danza y la presentada en los teatros del Canal por el Ballet de l’Opéra National du Rhin , y que firma el francés Bertrand d’At , durante años director de la compañía.
D’At sitúa la acción en la Rusia de la Revolución , en aquel 1917 que transformó el mundo. Montescos y Capuletos se transforman en rusos blancos y bolcheviques, y en ese convulso escenario se desarrolla la historia de amor entre Romeo, aquí un joven estudiante de ideas revolucionarias, y Julieta, la hija de una familia aristócrata. Sobre el papel, un planteamiento más que interesante, que se diluye sin embargo en un desarrollo endeble y una coreografía que potencia la intensidad dramática, pero se eleva poco en su vuelo lírico (cuando hay momentos de la partitura que lo pide a gritos).
Unas imponentes y atractivas columnas y escalinatas (no siempre movidas con la agilidad necesaria) componen el marco en el que D’At sitúa su coreografía, a caballo entre lo académico y lo contemporáneo , con movimientos corales interesantes. La escritura es clara, narrativa, pero la letra no transmite la poesía que la historia y la música demandan. Hay detalles destacables , como ese personaje, Mab (una suerte de destino), que ronda por toda la coreografía y anticipa la tragedia tocando la cara de aquellos personajes a punto de morir; también el hecho de que Julieta, al despertar en su tumba, se encuentre a Romeo todavía moribundo y pueda recibir su último aliento.
Por el contrario, el final decidido –los revolucionarios atraviesan la escena sobre los enamorados inertes, e incluso uno desvalija a la pareja-, rompe totalmente la magia que la escena y la afligida música de Prokofiev (la más bella escrita nunca para ballet) exige. Tampoco otro emblemático momento del ballet, la muerte de Mercutio, tiene el patetismo que debería.
Con todo, el espectáculo de la compañía francesa es en líneas generales un trabajo serio, lleno de matices , comprometido y muy bien interpretado por un conjunto brillante , en el que hay que destacar la nobleza de Boy Laud, la línea de Stéphanie Medec y el radiante solo de Marine García.
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