Los siete pecados capitales de… José María Nieto: «El humor es el antídoto contra la desesperanza»

El humorista gráfico reformula los pecados capitales «como si fuese progre»: «Todas las debilidades morales están relacionadas»

Todas las viñetas de Nieto

J. M. Nieto ABC

José María Nieto es un genio del humor gráfico. El vallisoletano nos regala sus viñetas y su ingenio diariamente en las páginas de este diario y qué mejor excusa que el Día Internacional del Cómic (nosotros y Luis Alberto de Cuenca preferimos decir « ... tebeo gordo») para hablar con él.

-Nieto, querido, te perdono un pecado.

-¿Uno del que no quiera hablar?

-O del que precises absolución.

-Es que yo creo que los pecados capitales están muy vistos. ¿Por qué no reformulamos tú y yo la lista con los nuevos pecados, como si fuésemos progres?

-No me puede gustar más la idea. ¿Con cuál la encabezamos?

-El primero, yo creo, debería ser la desconsideración. Descuidar a los ancianos, no soportar a los niños, no prestar atención a las personas que nos importan… Me parece un pecado terrible.

-Y muy de nuestro tiempo.

-El segundo sería la mezquindad. No reconocer las cosas buenas en los demás, alegrarnos del mal ajeno, la cobardía de esconder nuestras debilidades y que no nos permite arriesgarnos, los vayapordelantismos…

-Cómo detesto los vayapordelantismos.

-Son mezquinos y nos empequeñecen.

-Y, casi siempre, detrás de un vayapordelantismo viene una turra.

-La turra sería el tercero de los nuevos pecados.

-Imperdonable.

-Además, es un pecado bienintencionado. Realmente el turras quiere redimir a la gente y, entonces, le da el coñazo muchísimo.

-Turra es una palabra preciosa y muy gráfica.

-Y muy de nuestro tiempo, también.

-¿Cuál podría sustituir a la lujuria?

-Pues yo lo llamaría «vigorexia», por ejemplo, y sería el miedo a envejecer, esos gimnasios y quirófanos llenos de gente queriendo gustar a toda costa. Me parece una debilidad moral terrible.

-Es curioso porque, además, no se hace por uno mismo, sino por el otro: se aspira a ser lo que se cree que otro va a desear.

-Eso, precisamente, es lo que nos lleva al quinto: la vanidad.

-La vanidad es terrorífica.

-Lo es. Esa desesperación por conseguir la aprobación ajena, el aplauso, el reconocimiento público.

-¿Podría ser el pecado mellizo del anterior, de la vigorexia? Aquel buscaría el reconocimiento ajeno del físico y este de lo intelectual.

-Sí, sí. De alguna manera, todas las debilidades morales, todas las flaquezas y todos los pecados, están relacionados.

-Pero la vanidad tiene la facultad de llegar a ser, en ocasiones, autodestructiva. ¿No crees?

-¿Que si lo creo? Tú y yo, Rebeca, hemos visto arder en llamas un palacio lleno de columnistas más allá de Orión.

-Ay, sí. Pero ahora necesitamos un sexto pecado.

-El servilismo. La sumisión dócil sin cuestionamientos, el ansia por agradar mediante el sometimiento. ¿Crees que existiría el populismo sin gente servil alrededor del líder, encantada de convertirse en esclavo?

-Difícilmente. Es como si el pecado de unos fuese el abono del pecado de otros.

-Los peores pecados beben de la inseguridad y de la cobardía.

-Y nos falta uno.

-El último y más grave de todos sería la desesperanza. El pensar que esto no tiene arreglo, que va a acabar mal, que no hay nada que hacer…

-¿Y no hay antídoto?

-Sería el humor. Y esto nos daría para hablar muchísimo, pero yo creo que es mejor dejar al lector con ganas de más.

-¿Pero eso no sería un pecado terrible? ¿El octavo?

-No, porque hay esperanza. Se la dejó Pandora en la caja, envuelta en sonrisas.

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