Shen Yun, la danza que los chinos no pueden ver, llega a España
Arranca en Bilbao la gira de esta compañía perseguida por Pekín por su vínculo con el culto ilegalizado Falun Gong
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Iniciar sesiónColgando el cartel de «No hay billetes» en las taquillas del Palacio Euskalduna, anoche arrancó en Bilbao la nueva gira española de la compañía de danza china Shen Yun, que tiene su sede en Nueva York. A pesar de su espectacularidad y ... éxito de público en todo el mundo, sus actuaciones están prohibidas en China y al régimen del Partido Comunista tampoco le gusta que se vean en el extranjero. El veto se debe a los vínculos de Shen Yun con el ilegalizado culto religioso Falun Gong, que Pekín considera una «secta». Para la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y el Parlamento Europeo, es una "práctica espiritual" y piden la libertad de sus "presos de conciencia".
Desde 1999, cuando las autoridades se dieron cuenta de su enorme popularidad hasta dentro del Ejército, sus seguidores son perseguidos en China y Falun Gong es uno de los asuntos más sensibles para el régimen, junto al Tíbet, Xinjiang, Taiwán, la democracia y los derechos humanos. Aunque el repertorio de Shen Yun se basa en la danza clásica china y su objetivo es revivir una cultura y espiritualidad con 5.000 años de historia, sus números sobre Falun Gong bastan para ponerla en el punto de mira de Pekín.
Campos de trabajo
«Representamos cada año un tema humanitario que el régimen chino no quiere que la gente conozca, la persecución de los seguidores de Falun Gong. Cada año tenemos uno o dos números que abordan este asunto porque pensamos que es una historia importante que contar. Por ello, hemos sido señalados por el Partido Comunista», explica a ABC John Perry, un joven estadounidense que hace de maestro de ceremonias para explicar al público las actuaciones. Según cuenta con gravedad, «la persecución de los seguidores de Falun Gong es muy personal para algunos de los bailarines y artistas en nuestra compañía. Algunos han estado en campos de trabajo y cárceles solo por sus prácticas de meditación y creencias».
Así lo denuncia la bailarina Rong Rong, cuya madre ha estado presa en tres ocasiones. «Una vez fue 15 días al campo de trabajo. La segunda, un mes. Y la tercera, medio año. En comparación con otros seguidores de Falun Gong en China, ha tenido mucha suerte, aunque solo un día en un campo de trabajo es terrible. Pero ella ha sido muy afortunada en comparación con muchos otros que pueden haber muerto allí», desgrana la bailarina, de solo 15 años. Con solo ocho, se exilió con su madre en Estados Unidos, adonde había sido enviada su hermana mayor, que le dobla la edad, para escapar de la represión que sufría su familia.
De acuerdo con su madre, «lo primero que hacen cuando llegas al campo de trabajo es tomarte una muestra de sangre porque se usan para trasplantes de órganos y es muy normal. Quieren saber si puedes ser uno de los 'donantes'… ¡Los donantes! ¡Ya! Primero, te toman la sangre para analizarla. Si eres de los desafortunados, pueden llevarte y no volver jamás. Por suerte, ella no era apropiada». Aunque el régimen chino niega que use los órganos de los presos de Falun Gong, en 2013 reconoció que más de la mitad de sus trasplantes procedían de los reos ejecutados y que iba a acabar con esa práctica. Pero las denuncias han continuado desde entonces, igual que sobre el trato a sus seguidores en las cárceles.
«Según me contó mi madre, estaba en una celda grande donde había muchos presos y, de noche, tenían que dormir en el suelo. Había tanta gente que tenías que dormir de lado y apretujarte con los demás. Si ibas al baño de noche, perdías tu sitio porque había mucha gente», relata Rong Rong. Además, asegura que su madre sufrió malos tratos: «¿Cómo la torturaron? Le pegaban, le golpeaban… Y decía que no la dejaban dormir. Cuando se dormía, le pegaban. No la dejaban dormir y eso te hace estar tan cansado que te vuelves loco». A su juicio, su madre sigue «sufriendo secuelas aún hoy y, cuando le hablas, a veces no te oye y se queda mirando al vacío».
Al margen de la controversia política sobre Falun Gong, los espectáculos de Shen Yun son una deslumbrante combinación de baile y música con coreografías sincronizadas en escenarios majestuosos. Un derroche visual que se aprecia todavía más después de estos tres duros años de Covid. Tal y como resume otra de sus bailarinas, la taiwanesa Jane Chen, de 25 años, «en este momento concreto, el público puede pensar que nuestra actuación es muy positiva y darle un montón de energía y espiritualidad». Pero el régimen chino no quiere que usted lo vea.
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