Santiago Muñoz Machado: «A la RAE le ha divertido que un debate en su seno haya dividido a la sociedad española entre tildistas y antitildistas»

Majestades, sr. Presidente de Vocento, Presidenta de la Comunidad de Madrid, Alcalde de Madrid, Presidente del PP, autoridades, señoras y señores.

Quienes estén habituados a leer el ABC cada mañana, estarán familiarizados con un recuadro que se repite en la cabecera de la contraportada, bajo el título de 'Verbolario', que contiene una pieza literaria de una sola línea. En ese lugar se ejercita Rodrigo Cortés en innovar el vocabulario dándole la vuelta al significado común de las palabras y cambiándolo por otro. Lo leo cada mañana, con la preocupación y curiosidad que corresponde a quien tiene la responsabilidad de dirigir la Real Academia Española, por si su autor está criticando, al hacerlo, una definición inadecuada del Diccionario o echando de menos alguna acepción. Pero la verdad es que las definiciones que propone tienen más una intención proverbial que lingüística. Son siempre breves frases de enunciado sentencioso con las que formula críticas, consejos o moralejas.

Como creación literaria lo que escribe Rodrigo Cortés es tan antiguo como la cultura escrita, porque esta clase de enunciados brevísimos, cargados de intención sentenciosa, fabuladora, crítica, moralizante o de otra clase parecida, forman parte de lo que los lingüistas denominan paremias que constituyen un género con muchas y ricas variantes. Hay aforismos y apotegmas extraídos de la cultura clásica, como los adagios que puso de moda Erasmo de Rotterdam, en 1500, y los que se compilaron formando parte de lo que el sevillano Juan de Mal Lara, ya mediado el siglo XVI, llamó «Filosofía vulgar», que tuvo tan a mano Cervantes cuando escribió el Quijote o El Licenciado Vidriera. Lo precedieron las importantes colecciones de Sebastián de Horozco (padre de Sebastián de Covarrubias, el famoso autor del Tesoro de la Lengua Castellana editado en 1611) y lo continuó en el siglo siguiente la muy importante colección de Gonzalo Correas. Este es el repertorio más completo de los editados en los siglos de oro y está integrado por todas las formas de paremias. Es decir, refranes, frases proverbiales, adagios, máximas, aforismos, muletillas, disparates, pullas, matracas, maldiciones, y hasta las formas que se pusieron de moda en la vida universitaria como los vejámenes y los gallos.

No hace falta insistir en la notable y difícil tradición literaria a la que pertenecen las contribuciones de Rodrigo Cortés al ABC, ni es preciso recordar a los notables cultivadores de los aforismos en la literatura contemporánea, pero sí añadir que Cortés le pone a sus reflexiones un punto de ironía, chispa, ingenio y agudeza, que sitúan sus contribuciones al lado de esa clase de periodismo que utiliza el humor para explicar las cosas que pasan, de acuerdo con el magisterio que dejó Julio Camba en el mismo periódico.

El jurado resolvió por unanimidad otorgar el Cavia de este año a Rodrigo Cortés por su artículo 'La tortilla ¿con tilde o sin tilde?'. Resume la imaginaria conversación entre dos sujetos en un bar comentando su absoluta desorientación sobre cuándo procede tildar la palabra «solo». Al jurado le ha parecido que ese toque de atención bienhumorado sobre un asunto que ha entretenido a la sociedad española hasta el punto de merecer una primera página de ABC, suponía una inflexión en el tenso y polarizado ambiente político, que bien merecía ser premiado.

Debo aclarar que también a la RAE le ha divertido y complacido que un debate desarrollado en su seno haya conseguido dividir a la sociedad española entre tildistas y antitildistas. Ojalá que las disputas entre españoles fueran siempre por cosas de esta enjundia.

El premio Luca de Tena plantea cada año al jurado un problema singular porque se trata de elegir una vida ejemplar dedicada al periodismo. Es muy gratificante examinar las listas de profesionales que lo merecen porque están formadas por nombres socialmente muy conocidos, cuya contribución a la información ha sido destacada durante décadas. La cadencia anual de estos premios deja siempre la frustración de no poder entregarlos a todos los que lo merecen. Establecemos prioridades y este año, el jurado, por unanimidad, ha considerado que el premio debería ser otorgado a Rosa María Calaf.

Es impresionante su trayectoria periodística y hemos valorado especialmente que se haya desarrollado generalmente en medios audiovisuales. Durante tres décadas los ciudadanos hemos podido seguirla como corresponsal, explicando, con una concisión necesaria pero admirablemente conseguida, el alcance de una noticia, el contexto de una situación, las entrañas de una crisis. Con un lenguaje adecuado, bien elegido y claro, que ha permitido a los ciudadanos comprender sus comunicaciones, lanzadas desde los 130 países por los que ha viajado en sus treinta años de servicios.

Para el premio Mingote, en fin, el jurado, también por unanimidad, ha elegido una fotografía de Said Khatib. Teníamos un conjunto enorme de fotografías de guerras, incendios, inundaciones, catástrofes y actos parlamentarios y políticos para elegir, pero nos sentimos atraídos por una fotografía que resume un instante de las tragedias de la guerra de Gaza: una ciudad en escombros por la que cruza un coche nuevo con destino a ninguna parte, en el que un padre trata de sacar del lugar a sus hijas, que viajan atrás mirando curiosas, con la ventanilla bajada, la desolación del entorno.

Estas, en fin, han sido las apreciaciones del jurado, en cuyo nombre doy la enhorabuena más cordial a los premiados.

Muchas gracias.