San Lorenzo de El Escorial: un pueblo para comérselo
Reales sitios gastronómicos
El Real Sitio se nos aparece como lugar histórico de escapada para huir del asfalto madrileño
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San Lorenzo de El Escorial
La canícula ha concluido, y lo ha hecho como queriendo reírse de todos tras un inicio veraniego aparentemente sosegado, para abrir las puertas del Averno de par en par y que salieran los canes que dan nombre a este periodo a dar dentelladas con sus ... colmillos convertidos en lanzas de fuego. Lo normal, vaya. Y los capitalinos, que aparentemente están fodechincheando, papardeando y pixapinenando por toda la Península como si no hubiera más turistas en España, aquellos que acaban sus otrora veraneos y ahora solamente vacacionan (¡y gracias!), saben que tienen a mano uno de esos lugares que parecen salidos de las obras de Alfonso Paso. Con sus hotelitos burgueses, sus fiestas de pueblo, y un pedazo de Palacio Monasterio que no se lo saltan todas las tropas francesas de San Quintín.
De este modo, el Real Sitio de San Lorenzo, al noroeste de la Leal Villa de El Escorial (sí, son dos sitios diferentes aunque pegados, ya sé que resulta lioso, pero no intenten comprenderlo), se nos aparece como lugar histórico de escapada para huir del asfalto madrileño, y un destino en el que reponer fuerzas como si no hubiera un mañana. Si andan con ganas andariegas, hacerse un paseete subiendo por la Carretera de la Presa hasta el mirador del Abantos, entre una pinada vivificante, es factible hasta para alguien con tan poco fondo como un servidor. Pero si quieren algo con menos desnivel, la Senda de la Horizontal es otro paseo que merece mucho la pena. Naturaleza real donde, ora te salta un corzo, ora un zorrete. No hacen daño. Son listos y saben de lo peligrosos que somos los humanos. Pero si no, me vayan directos al aparcamiento, y disfruten de lo que se viene, ¡que son curvas!
Seguro que conocen la Casa de los Doctores, con vigas originales del XVI, aunque les sonará más si les hablo del Charolés. Aunque este conocido restorán 'apenas' acaba de cumplir 48 años, van a estar comiendo en el primer edificio que construyera Juan de Herrera, para ocupación civil, fuera de lo que es el Palacio Monasterio. Más que civil, para los seglares, pues ahí estarían las dependencias de los catedráticos de Arte y Teología que no eran monjes. O sea que no tengan aprensión, que estos doctores lo eran del alma, que no del cuerpo. No es tiempo de cocido, que no es cuestión de inmolarse, aunque no dejen de perdérselo cuando sea temporada, pero aparte de sus carnes, pregunten a Javier o Borja si tienen rodaballo salvaje de verdad, no dejen de probar su foie, o el pato azulón, que se deshace en el mismo plato. Y ojo a los postres. Si no hicieron el paseo antes, ¡lo harán después!
Si lo hubieran hecho antes por la senda propuesta, sigan hasta El Horizontal, que este año cumple 120 años. ¡El restaurante más antiguo de toda la sierra (mal) llamada madrileña! Y lo que fuera merendero del paseo de las embarazadas (sic), ahora es un sitio donde llamar y pedir una mesa en su jardín entre castaños seculares, y gurriatos pedigüeños. Jaime será su jefe de sala para que les aconseje qué pedir, y no teman por su bolsillo. ¡Tienen incluso un buen menú en sitio tan reputado, donde viene hasta el Rey!
Pero hablando de historia es necesario hacerlo de la Posada de las Ánimas, de 1768. Este Real Sitio tiene dos patronos, por así decir: Felipe II, pero también Carlos III. Y fue éste quien mandara erigir la muy ilustre Congregación de San Cayetano y Ánimas, un parador de la época, cuyos beneficios lo dedicaban para el culto de las Benditas Ánimas del Purgatorio, que ya saben que son muy milagreras. Los planos fueron encargados a Juan de Villanueva, autor de lugares tan conocidos como el Museo del Prado, o la reconstrucción de la Plaza Mayor madrileña. Hoy este lugar (no me pregunten por qué) se llama La Cueva, y sin duda Tilís y María les harán regresar tiempos remotos.
¡Están en el Real Sitio de la octava maravilla del mundo! Disfruten.