Aix rasga el retrato de Salomé
El director Ingo Metzmacher resuelve en una versión transparente, limpia y desconcertante por la aplicación de soluciones musicales
Aix-en-Provence (Francia)
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Iniciar sesiónRichard Strauss: 'Salomé'
- Intérpretes Elsa Dreisig (Salome), Gábor Bretz (Jochanaan), John Daszak (Herodes), Angela Denoke (Herodias), Joel Prieto (Narraboth). Orchestre de Paris
- Director musical Ingo Metzmacher Director de escena Andrea Breth
- Lugar Grand Théâtre de Provence
- Fecha 9-VII
Pierre Audi comenzó pronto a investigar nuevas posibilidades escénicas y relaciones con el público. En los ochenta tuvo un primer éxito al reabrir el teatro Almeida de Londres y ahora trata de revitalizarlo como director del Festival de Aix-en-Provence. Dispuesto al riesgo, la ... edición 2022 incluye la contundente representación de la segunda sinfonía de Mahler bajo la dirección de Romeo Castellucci y musical de Esa-Pekka Salonen en el desvencijado Stadium de Vitrolles, mientras se diluye como en la insípida realización de «Idomeneo» firmada por Satoshi Miyagi, con perfilada dirección musical de Raphaël Pichon, decorado en el Japón posbélico y floja ejecución escénica. También está la sólida propuesta teatral del «Il viaggio. Dante», última ópera de Pascal Dusapin escenificada por Claus Guth para entusiasmo de los espectadores, y el destilado de «Salomé», la ópera de Strauss, presentada bajo la tutela teatral de Andrea Breth y la musical Ingo Metzmacher.
En el diseño de la producción ha pesado la vieja idea de una protagonista de dieciséis años con la voz de Isolda. La conjunción es difícil incluso para la soprano Elsa Dreisig a la cabeza de un reparto que liga mal los demás ingredientes. A la musicalidad y lirismo de Dreisig le «faltan agallas», según expresión del propio Strauss ante la primera intérprete del papel, Marie Wittich, al margen de que su presencia traiga consigo otras consecuencias de índole musical que el director Ingo Metzmacher resuelve en una versión transparente, limpia, desconcertante por la aplicación de soluciones musicales que trastocan los conflictos internos de la partitura y su espesa textura. Que «Salomé» transcurra sin que su perverso sicologismo llegue a tensionarse en puntos culminantes concretos demuestra el talante apaciguador de la versión.
Es fácil entender la laxa escenificación presentada en Aix recordando la reciente interpretación que David Afkham dirigió al frente de la Orquesta y Coro Nacionales de España a finales de junio. Los resultados fueron muy distintos pues navegando a favor de la obra, penetrando en la necrófila oscuridad del personaje estuvo la veterana soprano americana Lise Lindstrom. En una tarde pletórica, Afkham colocó la obra en una posición inquietante lograda en colaboración con varios intérpretes muy bien caracterizados: desde la voluminosa gravedad de Tomasz Konieczny (Jochanaan), a la ácida coloración vocal de Frank van Aken (Herodes), la curtida desvergüenza de Violeta Urmana (Herodias) y la inmediatez vocal de Alejandro del Cerro (Narraboth). La realización semiescénica de Susana Gómez, ennegreció el auditorio de Madrid y lo tiñó colores sanguíneos.
La energía concentrada en unos pocos elementos determinó un rumbo sensato y muy distinto a la anacrónica acumulación de gestos que Andrea Breth presenta en Aix. El hábitat lóbrego y la presencia de la luna son rasgos inmediatos en una escenificación que nace con innegable sentido poético. Porque Breth también defiende el encanto benefactor de Elsa Dreisig a la que considera un gran actriz aunque guíe sus pasos (y los de todos) con torpeza. Al esquematismo de los movimientos se suma la sucesión de espacios discrepantes, algunos reminiscentes de cuadros del pintor Caspar David Friedrich (el suelo quebrado y elevable como «El mar de hielo», por ejemplo) y otros evocadores del desorden (por ejemplo la escena en palacio inspirado en «La última cena» colocada en un espacio angosto que incluye la cabeza de Jochanaan sobre la mesa como convidado de piedra).
Tanto Breth como Metzmacher están en sintonía y condicionan «Salomé» a través de un reparto que camina disperso y con difícil encaje vocal. La escasa profundidad de Gábor Bretz (Jochanaan) y el corto alcance de John Daszak (Herodes), el más incisivo de todos, destacan frente a la limitada distinción de la curtida Angela Denoke (Herodias). En cualquiera de las direcciones surge el experimento sobre la fórmula de una Salomé dispuesta a recomponer su esencia joven, viciosa, perversa y caprichosa: una descripción que está presente desde que Strauss estrenó la obra, pero sobre la que pesa una tradición tan asentada en la aspereza y madurez, que todo aquí se queda corto.
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