Ramón J. Sender, un legado marcado por el exilio
El Instituto Cervantes acoge una exposición sobre la obra del autor oscense, a los 40 años de su fallecimiento
CLARA MOLLÁ PAGÁN
Madrid
Ramón J. Sender (1901-1982) fue un autor comprometido con la justicia social que dedicó gran parte de su legado a narrar los horrores de la guerra que tantas heridas le había causado. Sin embargo, muchos desconocen su legado pictórico que decidió emprender tras aceptar ... la inevitable vejez y la posibilidad de ser olvidado. Ayer, el Instituto Cervantes inauguró la exposición 'Ramón J. Sender. Memoria bisiesta', una retrospectiva del autor oscense que pone en relieve la vigencia de su figura tras cumplirse 40 años de su fallecimiento. Esta muestra recorre los libros, manuscritos, fotografías, cartas con artistas como Carmen Laforet, publicaciones en los periódicos y también los cuadros del autor que se podrá visitar hasta el 16 de octubre.
Incansable defensor de la justicia social, toda su obra recoge el dolor de un escritor exiliado, marcado profundamente por la guerra y muy crítico con ella. Sender, que perdió a su esposa, Amparo Barayón, y a su hermano Manuel durante la Guerra Civil española, se exilió en Nueva York y allí su producción literaria creció notablemente.
Un pintor desconocido
Aunque la mayor parte de la exposición cuenta con las publicaciones, fotografías y libros de Sender, también relata su desconocida faceta de pintor. «La obra pictórica de Sender es relevante porque nos muestra la pintura de un pintor en el exilio y revela muchas de las vivencias de artistas del siglo XX como él», ha explicado Chus Tuledilla.
En sus escritos, Sender reconocía que pintaba para sí mismo, además de no seguir ninguna tendencia. La pintura fue, como indica en sus textos, «una forma de salvación, si es que la hay». El Greco, Francisco de Goya y Pablo Picasso fueron sus principales referentes y, aunque era consciente de sus limitaciones técnicas, el autor disfrutó de la pintura: «Pinto para mí mismo porque encuentro en la pintura elementos de expresión que completan los de la novela, la poesía, el teatro o el ensayo. Como decía, se trata de establecer formas de armonía para crear un fortín de defensa contra el vacío agresor».
La escritura, un paliativo contra la herida de la guerra
Sender, que participó en la Guerra de Marruecos y más tarde en la Guerra Civil Española, conoció en primera persona el horror y las consecuencias de los conflictos bélicos. Este tema le conformó como escritor e intelectual y, aunque todo su legado está marcado por este dolor, 'Imán' es una de las obras que más lo refleja. En ella, el autor narró el conflicto marroquí gracias al servicio militar que prestó entre febrero de 1923 y 1924 y expresó los extremos de sufrimiento y crueldad que vivieron los soldados combatientes.
La exposición recoge esta mirada de desprecio a la guerra a través de dibujos de Sender y también su sentir sobre los conflictos bélicos. El autor reconoció que yace un sentimiento de culpa por no haber denunciado todo el mal que se estaba cometiendo y que él conocía: «Durante la guerra civil todos éramos culpables de lo que estaba pasando. Unos por acción y otros por omisión. Yo no disparé la pistola ni una sola vez y no permití que cerca de mí se matara a nadie, pero podría haber protestado más de lo que protesté. Me habrían echado del país o me habrían fusilado, pero debería haber protestado más porque yo sabía que ocurrían cosas terribles. Entonces, al final de la guerra me sentía culpable y sigo sintiéndome culpable. Supongo que a cada español con conciencia le ocurre lo mismo, en un lado y en el otro».
La defensa del español en el exilio
El autor vivió 35 años en el exilio y desarrolló un gran legado que España no conoció hasta 1974, cuando se levantó la prohibición de sus obras.
El autor intentó paliar la complejidad de vivir a través de la literatura: «La vida es difícilmente soportable, sobre todo en mis condiciones. Me doy cuenta de aquello de los griegos cuando condenaban a un hombre al exilio y le daban elegir entre el exilio y la muerte. Y había algunos que preferían la muerte». Para Sender, la escritura se convirtió en un argumento de reajuste constante y una herramienta para compartir su nostalgia por la patria arrebatada.
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