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suma flamenca madrid

Rafael Riqueni, el más fecundo de los guitarristas del flamenco

crítica

Los teatros del Canal de Madrid acogieron la exitosa presentación de 'Nerja', su última obra, dentro del festival Suma Flamenca

Rafael Riqueni durante el concierto suma flamenca

Luis Ybarra

Suma Flamenca Madrid

'Nerja'

  • Guitarra Rafael Riqueni
  • Segunda guitarra Salvador Gutiérrez y Manuel de la Luz
  • Chello Gretchen Talbot

La vida se ha detenido con la lluvia. La ciudad pinta azul sobre el gris del capote que la cubre. Y el petricor, por su parte, no encuentra la nota discordante en los bordones. Todo cuadra en el diapasón más fecundo de los guitarristas actuales. Albéniz con Niño Ricardo. Morente, a quien va dedicada la granaína inaugural, con Bach y Manolo Sanlúcar. Todo se agolpa en esa madera mojada de recuerdos que toca ya al reverso de la nostalgia, donde nadie mira, lejos de este mundo que contempla ajeno al abatimiento. La sonanta de Rafael Riqueni ha estado dos décadas callada. Desde que volvió, rezuma proyectos radicalmente novedosos. 'Nerja', tras 'Parque de María Luisa' y 'Herencia', es su última entrega, con la que completa su creación orientada al nacionalismo musical. Es decir, su aportación a esa corriente clásica que Turina, Granados y Falla, entre otros compositores, llenaron de abundancia.

A lo inusitado de las cuevas se dirige, porque sus ideas se mueven en el terreno de lo sorpresivo. Lo hace junto a las guitarras de Salvador Gutiérrez y Manuel de la Luz, además del chello de Gretchen Talbot. Pero tiempo tiene, en el trayecto, para detenerse en numerosas piezas de trabajos anteriores. En su mayoría, interpretadas en solitario: la 'Soleá de los Llanos', los tangos 'Pureza', el antológico fandango al Niño Miguel, del álbum 'Juego de niños', 'Trinos' y 'El estanque de los lotos', donde invoca una niñez que de largo se le escapa de las manos. Entre el agua. Por las hojas batidas de allá afuera que por la cuerda frotada se enredan. Suenan por la boca de la guitarra arrullos de palomas. Gorjeos y ruidos que como enjambres se esparcen por el escenario.

La obra de Rafael Riqueni es la propia de un tipo que inventa acordes para contar la música que yace en el interior. Su exactitud no está en la técnica, con la que yerra, sino en la emoción. Ahí no falla. Por eso ninguno de los jóvenes virtuosos puede robarle demasiado. Por otro lado va su universo. Miren, por ejemplo, el 'Camino de la curiosidad' que ahora está estrenando: vuela la izquierda por el mástil y en lo que sugiere se encierra la magia. Anda henchido de pasajes. Alzapúas, rasgueos y silencios que gotean formas inventadas sobre la herida de 'Rumores'.

El glissando de 'Triste luna' es un nexo entre dos corazones. El hombre que recibe el golpe y de pronto troca la confusión temprana en una vía de aspereza. Llora con los dedos. Coge rosas, ya al final, como bis. Y acaricia un cielo de zozobra para despejar todos los nubarrones que sobrevuelan los Teatros del Canal en esta Suma Flamenca madrileña. Su ejecución es un in crescendo en el que el nerviosismo se desdibuja con el calor de la yema. Aparece solo. Y al cobijo de los compañeros se va topando con un aluvión de hallazgos. Tiene tripas su bajañí. Tirita vestida de huesos y sin avisar arroja luz en un trémolo ceremonioso con el que culmina la soleá.

La rumba 'Domalabara', una nana, malagueñas, abandolaos, bulerías y otro tema que acaba de mostrar al público, 'Jóvenes', confirman el estado de su capacidad compositiva. La cueva de Nerja fue descubierta por un grupo de cinco adolescentes en 1959. Y a ellos dedica un tema que combina inocencia con lo afilado de la estalactita. Peso de piedra y antiguas catedrales con eco de prehistoria arman su propuesta, que aún no conocemos en forma de álbum. 63 años después, esa hermosa gruta andaluza acaba de vivir otro descubrimiento. Se ha producido con la visita del más caudaloso de los guitarristas flamencos en activo. El inagotable. Riqueni ha entrado sin permiso durante dos horas y se ha quedado, como los mejores versos, para siempre. «Donde las palabras fallan», que dijera Andersen, ha vencido la música.

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