Las tumbas más antiguas de Santiago de Compostela revelan los orígenes de sus primeros habitantes
Un estudio concluye que más de la mitad de las personas enterradas junto a las reliquias del Apóstol llegaron de fuera
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Iniciar sesiónRiadas de peregrinos que visitan cada año la catedral de Santiago de Compostela caminan sin saberlo sobre sus más remotos antecesores, aquellos que tras el «descubrimiento» de la tumba del apóstol a mediados del siglo IX acudieron a Galicia atraídos por el hallazgo de ... las reliquias y por las posibilidades que les brindaba una ciudad medieval en nacimiento. Los restos de esos primeros habitantes de Santiago han revelado que más de la mitad de las personas allí enterradas durante los tres primeros siglos de vida de la ciudad «eran de fuera».
Es la conclusión a la que ha llegado una ambiciosa investigación dirigida por el bioarqueólogo Patxi Pérez Ramallo, investigador de posdoctorado del Max Planck Institute for Geanthropology y doctorado por la Universidad de País Vasco con una beca de Fundación La Caixa, que ha contado con el apoyo de la Fundación de la Catedral de Santiago y en la que han colaborado expertos como el paleontólogo Juan Luis Arsuaga y el antropólogo forense Francisco Etxeberria o instituciones como el Instituto Max Planck de Alemania y las universidades de Oxford, Estocolmo y la Complutense de Madrid.
En el artículo 'Multi-isotopic study of the earliest medieval inhabitants of Santiago de Compostela' publicado en la revista 'Archaeological and Anthropological Sciences', los investigadores explican que en las primeras décadas que siguieron al descubrimiento de los restos del apóstol por parte de Teodomiro, obispo de Iria Flavia, llegaron gentes del entorno y de zonas bajo el control del Califato, posiblemente de ciudades sublevadas como Mérida o Toledo, que buscaron refugio en el Reino de Asturias y concretamente en Santiago.
A medida que la noticia del hallazgo de las reliquias se fue extendiendo a partir del siglo XI, Santiago atrajo a personas de otros reinos del norte peninsular, como Navarra y Aragón, y de más allá de los Pirineos, de gentes llegadas desde Francia o Italia. Por entonces el Camino de Santiago ya era una realidad.
Los expertos han podido comprobar la procedencia de los primeros habitantes de Santiago reconstruyendo su dieta a partir de los restos óseos hallados bajo la catedral. Unas excavaciones arqueológicas dirigidas por Chamoso Lamas a mediados del siglo XX descubrieron bajo el suelo del templo algunas primitivas construcciones y una extensa necrópolis, cuyas tumbas más antiguas volvieron a ser estudiadas entre 2015 y 2017 por el equipo que dirige Pérez Ramallo, con nuevas técnicas científicas.
Los investigadores crearon perfiles de cada individuo, determinando la edad que tenían al morir, su sexo, estatura o si habían sufrido alguna enfermedad o trauma en su vida. Tomaron además muestras de dientes y costillas para tratar de averiguar por medio de técnicas biomoleculares avanzadas cómo se alimentaban y ver así si su dieta había cambiado a lo largo de su vida y cuál podría ser su lugar de origen. Como resultado de todos estos análisis, incluso han podido obtener información sobre sus profesiones o su clase social.
«En la Edad Media, comer carne era sinónimo de riqueza», explica Pérez, que ha podido comprobar que algunos individuos que consumían más que el resto estaban enterrados más cerca de la tumba del santo. En estas zonas más próximas a las entradas a la anterior basílica de Alfonso III, se sabía que se habían inhumado personalidades de alto nivel económico, social o religioso. Eran las únicas en las que se encontraron nombres grabados en lápidas o sarcófagos y se hallaban en los lugares más privilegiados para ser enterrados, pues se creía que cuanto más cerca de las reliquias reposaba una persona, más posibilidades tenía de que el apóstol influyera en su favor. El estudio de su dieta ha venido a corroborar este extremo.
No hubo ocupación sueva o visigoda
Las nuevas investigaciones han revelado además que si bien hubo diferencias por estatus social en la necrópolis, no se diferenció por género. Salvo en la zona del transepto sur, donde encontraron más obispos, en el resto había tanto hombres como mujeres y todos eran de entre los siglos IX y XII, según muestran las dataciones de radiocarbono. «Los primeros arqueólogos creyeron que hubo una ocupación sueva o visigoda, pero nuestra investigación sugiere que no, que hubo una ocupación romana y se abandonó el sitio», sostiene el experto. Se volvió a poblar una vez descubiertos los supuestos restos del apóstol y esos primeros habitantes de Santiago se enterraron entre los restos romanos. «En varias tumbas que estaban todavía sin excavar hemos visto que utilizaron tierra del entorno y nos aparecieron cuentas de pasta vítrea romana», añade Pérez.
En la zona con mayor número de tumbas, algo más alejada de la entrada de la antigua basílica, que hoy se encuentra bajo la nave principal de la catedral, los arqueólogos han llegado a documentar más de tres niveles de tumbas superpuestas. Muchas de ellas reutilizadas. Allí es donde han descubierto más diferencias en la dieta de sus moradores. El bioarqueólogo explica que «había gente que incluso pasó hambre y consumió plantas como el mijo, que se utilizaba más como forraje para animales, y que al llegar a Santiago introdujo algo de carne o de pescado y marisco».
En este espacio de enterramiento más popular las tumbas son anónimas, pero tanto por la dieta como por las alteraciones óseas en las extremidades derivadas de su trabajo, han podido distinguir si pertenecen a artesanos o comerciantes que mejoraron su calidad de vida respecto a las poblaciones rurales. «Santiago de Compostela, desde muy pronto, ya era y se vivía como una ciudad», subrayan.
Símbolo anterior a la vieira
Más difícil resulta identificar entre ellos a los primeros peregrinos del Camino de Santiago. «Para que queden marcas óseas tienen que haber caminado durante muchos, muchos años», explica Pérez. Además, gran parte de ellos regresaban a sus lugares de origen y los que se quedaban pasaban a ser unos inmigrantes más en la ciudad.
Solo sobre algunas tumbas tienen sospechas de que pertenecían a antiguos romeros. Aunque la concha de vieira aún no simbolizaba al peregrino, creen que la concha de ostra pudo ser un antecesor de este símbolo, ya que fue colocada en los enterramientos en la misma posición en la que desde el siglo XII se puso la vieira.
En la cabeza de Pérez Ramallo aún quedan más preguntas sin respuesta, como el origen exacto de las personas cuyos restos ha estudiado, cómo evolucionó este espacio, en el que a lo largo del tiempo se movieron los restos o qué estructuras hay debajo de las mismas.
Un proyecto europeo
Hasta ahora los avances en el conocimiento de los primeros habitantes de Santiago han sido posibles gracias al interés de expertos de diferentes especialidades y distintas universidades, que han ayudado de forma desinteresada para que esta investigación saliera adelante. «El Camino de Santiago no deja de ser el primer itinerario europeo y en el fondo lo sigue siendo a día de hoy. Lo más bonito es que el proyecto salió de europeos de todas partes», remarca su director e impulsor.
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El interés de Pérez se ha centrado en el fenómeno jacobeo que se produjo a raíz del hallazgo de las reliquias, pero la aplicación de las técnicas empleadas en este estudio bien podrían arrojar luz sobre los supuestos restos del Apóstol. Sin embargo, el investigador recuerda que «la tumba del Apóstol solo se puede abrir por orden del Papa» y sostiene que podría ocurrir como con la Sábana santa de Turín. Aunque se realicen pruebas, siempre serán cuestionadas por defensores o detractores. «Me parece que entra más en el campo de la fe, que es algo más personal, en lo que la ciencia no puede decir mucho», opina el bioarqueólogo.
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