La poeta ucraniana Marianna Kiyanovska, premio de poesía internacional Zbigniew Herbert

El jurado estuvo compuesto por el igualmente gran escritor ucraniano Yuri Andrujovich, el poeta y narrador alemán Michael Krüger, el poeta polaco Tomasz Rózycki y la escritora y crítica literaria de ABC Cultural, Mercedes Monmany.

Junto a los premios Nobel de Literatura, los igualmente espléndidos poetas polacos Czeslaw Milosz y Wislawa Szymborska, Herbert, autor con una abundante presencia a través de traducciones en nuestra lengua ('Un bárbaro en el jardín' y 'Laberinto junto al mar', en Acantilado, o 'Poesía completa', en Lumen, entre otras) es de los más grandes ensayistas y poetas del pasado siglo no solo en lengua polaca, sino de todo el espectro europeo en general.

Junto a otros grandes nombres de la poesía actual ucraniana, como es el caso de Serhiy Zhadan (recientemente galardonado con el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes), Lyuba Yakymchuk (autora de Apricots on Donbas), Halyna Kruk o Natalka Bilotserkivets, la ahora galardonada Marianna Kiyanovska, poeta, traductora y profesora, es una de las escritoras más leídas y más difundidas fuera de su país.

Autora de catorce volúmenes de poesía, desde su época de estudiante en la Universidad de Leópolis, donde fundó un grupo de mujeres poetas y publicó su primer libro ('Reencarnación') Kiyanovska, que cuenta en su haber el más alto reconocimiento literario ucraniano, el Premio Nacional Shevchenko , es sobre todo la autora de una impresionante obra, única en su género, de 2017, titulada 'Las voces de Babi Yar'. Una estremecedora y larga elegía, en memoria de una de las más terribles matanzas llevadas a cabo por los nazis, en las afueras de Leópolis.

En ella fueron asesinados en apenas dos días, entre el 29 y el 30 de septiembre de 1941, cerca de 34.000 judíos. Se trataba del siniestramente llamado 'Holocausto por balas', antes de la monstruosa creación de los campos de exterminio y las cámaras de gas, que facilitaros el asesinato masivo e industrial llevado a cabo por el criminal régimen nacionalsocialista alemán.

En 'Las voces de Babi Yar', como si se tratara de un ultraterrenal coro polifónico, esta poeta devolvería las voces a las víctimas masacradas. Unos ciudadanos corrientes, de todas las edades, convocados a través de sus experiencias vitales, de sus últimos pensamientos y momentos, atrapados sin escapatoria posible en la más inconcebible y cruel vorágine de la Historia.

El asesinato masivo –al que el poeta ruso Yevgueni Yevtushenko dedicaría un famoso poema, musicado por Dmitri Shostakóvich en su Sinfonía No. 13- cometido en el barranco de Babi Yar, pasaría a la historia como uno de los mayores crímenes de la de por sí sangrienta Segunda Guerra Mundial. Un crimen que dejó plenamente la huella de las prácticas genocidas e inhumanas de los totalitarismos del siglo pasado.

Como señaló el miembro del jurado, el poeta polaco Tomasz Rózycki: «Kiyanosvska, poeta de Leópolis, lugar de aquella masacre, clama por la memoria de todas las víctimas de la violencia; a través de 'Las voces de Babi Yar', estamos oyendo también a los asesinados actualmente en Irpín, Bucha o Mariupol«.