El piano de Joaquín Achúcarro alumbra Nueva York en la gira de su 90 cumpleaños
«El piano ya es droga para mí», dice el celebrado solista bilbaíno, que se va de gira por EE.UU. a punto de convertirse en nonagenario

«Los otros grandes pianistas dicen que nadie la toca como él». Emma Jiménez, con los ojos encendidos de emoción y felicidad, hablaba sobre el 'Nocturno para la mano izquierda' que acababa de interpretar su marido, Joaquín Achúcarro.
Lo decía con el auditorio ... del museo Guggenheim de Nueva York todavía en pie, en despedida del maestro español del piano, que había elegido la pieza de Scriabin como bis de su recital.
Es una música envolvente, dramática, que alumbraba la sala neoyorquina en la noche del martes y dejó a algunos llorando. Quizá Achúcarro la eligió como una demostración de fuerza. Se presentaba en Nueva York para iniciar la gira de su 90º cumpleaños. Todo el mundo le preguntaba sobre su edad, sobre la exigencia física del virtuosismo al piano. Y este bilbaíno del mundo respondió con insolencia: «Puedo tener noventa años -los cumple el próximo 1 de noviembre-, pero os rapto con solo cinco dedos».
El concierto formaba parte de la gira '¡Felicidades, maestro!', organizada por la Joaquín Achúcarro Foundation, la embajada y consulados generales de España en EE.UU., un país que el pianista conoce a la perfección. Además de sus recitales, Achúcarro ha sido profesor durante décadas de la Southern Methodist University de Dallas. Es una institución con fuertes lazos con España, como el museo Meadows, que tiene la mejor colección de arte español fuera de nuestro país.
Entre el respetable, varios de sus alumnos, que habían viajado desde las cuatro puntas de EE.UU. para ver al maestro. Achúcarro los deleitó en el arranque con Brahms, uno de las especialidades de la casa, y mostró su brío nonagenario con la 'Fantaisie-Impromptu Op. 66', de Chopin. Después Debussy y su relación con Falla, y cierre con maestros españoles, Granados y Albéniz. Sus dedos, tamborileando la madera de las teclas entre la delicadeza y la violencia.
Como un niño
Solo había de lo segundo en el martillo neumático que levantaba la acera en la puerta del hotel de Midtown, cuarenta manzanas al sur del Guggenheim, donde Achúcarro recibió a ABC unas horas antes del concierto. El estruendo de la obra dejaba paso al hilo de voz de Achúcarro, que se arrancaba a cantar una canción infantil para reírse de su edad y de la muerte: «Mi abuelito tenía un reloj de pared / que lo compraron cuando nació / noventa años cumplía mi abuelo y el reloj los cumplía también / pero un día el reloj de tan viejo se paró y con él mi abuelito se murió…».
«La muerte nos va a llegar a todos. Solo es más probable que a mí me llegue antes que a usted», decía con una sonrisa.
Cuando le llegue -su paso por Nueva York ha demostrado que no está listo- lo hará después ejecutar una carrera destacada en la escena mundial de la música clásica. Además de las mayores distinciones en España -Premio Nacional de Música, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, Gran Cruz del Mérito Civil- ha tocado en todo el mundo y con todos los grandes: sesenta países, doscientas orquestas, trescientos directores: «Lo he pasado bien y lo he pasado mal con muchos directores. Pero prefiero guardarme los nombres».
—En el flamenco, la edad es un valor añadido. 'Canta como los viejos', dicen sobre alguien que lo hace bien. ¿En la clásica, en el piano?
—Da un poso especial. En este momento, estoy descubriendo cosas que me dijeron de pequeño sobre Beethoven. Ahora descubro por qué era genial, por qué tenía esa energía, cómo la escribe en un papel pautado de cinco líneas horizontales. Es increíble.
—¿Y qué da esa edad? ¿Conexión, sentimiento?
—Experiencia. Que es el recuerdo de errores pasados. Y eso mejora la visión, la manera de enfocar lo artístico de cada interpretación.
«Soy pianoadicto. Ha sido un 'crescendo' de rechazo, resignación, aceptación, curiosidad, interés, amistad, amor, pasión, locura… Y ahora es droga»
—La ejecución en el piano es casi atlética…
—No, no casi. Es totalmente atlética. Es un entrenamiento diario para que el músculo, que tiene que tocar a tal día y a tal hora, esté preparado perfectamente. Lo mejor posible, como cualquier deportista.
—Pero los deportistas pierden capacidad con la edad. Son, por ejemplo, menos rápidos.
—En el piano también.
—¿Y con qué se compensa eso?
—En el piano hay una velocidad límite en la que, más allá de ella, la música ya no es música. Ese límite es asequible a fuerza de estudio, incluso a mi edad. Yo creo que estoy casi, casi, o incluso en la velocidad en la que quiero estar.
—Muchos solistas tienen una relación amor-odio con el instrumento. ¿Cómo es la suya con el piano?
—Amado y odiado instrumento, así es. Hay pianos que son amigos. Otros, enemigos. Y otros, traidores.
—Sigue practicando durante horas todos los días. En alguna ocasión ha dicho que es adicto al piano.
—Pianoadicto. Ha sido un 'crescendo' de rechazo, resignación, aceptación, curiosidad, interés, amistad, amor, pasión, locura… Y ahora es droga.
MÁS INFORMACIÓN
—¿Esta gira es de celebración o de despedida?
De momento, es de celebración. Si se cae el avión, entonces de despedida.
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