Pete Doherty, la odisea yonqui de un tarambana al que tiraban literatura rusa al escenario
En septiembre publica en España sus memorias. El libro se titula 'Un chaval prometedor', viva el humor. Pero cuánto terror
Pete Doherty: «Mientras siga así de gordo, no hay que preocuparse. No hay yonkis gordos»
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Iniciar sesiónEl tarambana mayor del Reino (Unido) publicará el 21 de septiembre sus memorias en España. Pete Doherty, un personaje de fama rosácea global tras su noviazgo con la supermodelo Kate Moss, tuvo su tirón musical con The Libertines, acrecentado por la autodestrucción pública ... de un hombre que fue excelso en la inconsciencia, la droga de la fama y la droga a secas. El libro se titula 'Un chaval prometedor', viva el humor. Pero cuánto terror.
Hijo de un severo sargento miembro de la Orden del Imperio Británico y una madre de cristianismo estricto aficionada a la poesía, el chavea Doherty se destacó como un mentiroso compulsivo con ganas de salir en la tele. Ejemplo. Fingió en un documental de Channel 4, sobre una plaga por un insecto, que en su niñez había sido picado por tal bicho y estuvo a punto de morir, fascinando a los periodistas que se tragaron la bola. Pero la bola más grande la recibió el propio rockero después, cuando se las vio cara a cara contra un enemigo imbatible: los tabloides británicos.
En su adolescencia, fue voraz lector de Orwell, Becket, Joyce, Brecht, Wilde, entre otros. Devoraba literatura canallita, e incluso luego le lanzaban libros al escenario de Rimbaud, Salinger y mucha literatura rusa. Libros que él no había leído, y no entiende por qué los lanzaban. Musicalmente, conectó pronto con The Smiths, Stone Roses, Super Furry Animals, Supergrass… sin gustarle demasiado Oasis. Sí 'Lighting seeds', que cantaban sobre congelarse en los piquetes de huelguistas. Así, concilió disolución y obrerismo 'antifa' sin despeinarse (iba ya muy despeinado).
Su primer encuentro con Carl Barat, su media naranja podrida en The Libertines, fue apoteósico. Doherty le quitó un papel para un casting, y el otro estudiaba Teatro
Su primer encuentro con Carl Barat, su media naranja podrida en The Libertines, fue apoteósico. Doherty le quitó un papel para un casting, y el otro estudiaba teatro. La pareja basura tuvo tantos incidentes, la relación fue tan íntima y tóxica, violenta, que es un milagro que ambos sigan vivos por no haberse asesinado. Barat pronto le sacó un cuchillo una vez, y hubo que llamar a la policía.
Halo decadente
La escena musical era ese 'impasse' desdibujado entre Blur y los Strokes, y ellos poseían un halo decadente que llevaron al paroxismo del vertedero. La película de culto 'Withnail and me', una comedia negra que explora la complicada amistad entre un dandi alcohólico y un aspirante a escritor, formaba parte de su imaginario, repetían frases en alto y Pete veía a Carl como el propio Withnail interpretado por Richard E. Grant.
La autobiografía es también un paseo por el mercado inmobiliario londinense okupa, surfistas de sofá en sofá daban legendarios conciertos de guerrilla en casas. De hecho, con Barat acabaron abriendo un hotel boutique en Margate en 2015. Pero antes, Rough Trade, su discográfica, tuvo que conseguirles una casa y darles 50.000 libras de entonces. ¡Había expectativas!
Cuando aparecieron The Strokes, la idea era convertir a The Libertines en su versión británica. Y Doherty, ok, pero lo vivía con un enfoque anárquico y salvaje que chocaba con el resto. Su disco debut, 'Up the bracket', de 2002, tuvo un éxito escueto impulsado por el segundo de 2004, el de la portada sensual con nuestro antihéroe mostrando las venas de la sangradura del brazo. Fue entonces cuando se lanzó de bomba a una espiral de locuras y sordidez contada aquí con una ligereza que asusta. Las drogas, sí, mientras su relación con Barat era tensa y se peleaban por ver quién cantaba las mejores frases. Doherty reconoce que «tenía miedo que Carl le matara».
En el funeral de su abuela, le confesó a su madre que consumía heroína. Buen momento
En el funeral de su abuela, le confesó a su madre que consumía heroína. Buen momento. Y como le echaban de The Libertines cada dos por tres, decidió fundar Babyshambles para ir por libre. En una ocasión, fue a casa de Barat para comprobar si se habían marchado de gira a Japón sin él, y acabó rompiendo la puerta de la casa y robando un portátil, una guitarra, dinero… que al día siguiente devolvió. Y la Policía le cazó. Un genio. No obstante, con Barat la cosa se hizo malsana porque la poli le dijo que Doherty había olido la ropa interior femenina de su hermana. Este lo niega.
La liviandad narrativa del libro es así: «Fue entonces cuando Babyshambles tocó en el club Troubadour. La tarde del concierto, Neil Thunders intentó colgarse de un cerezo en Gunter Grove. Llegó caminando por la calle con la larga bufanda de lana que había utilizado para ahorcarse todavía entrelazada a la rama que se había partido. No es gracioso, pero se convirtió en una anécdota cómica».
U otra escena ya extrema: «A Carl no le hicieron gracia estos vagos recuerdos del robo de su casa y, completamente enloquecido, dijo que nunca podríamos formar un grupo de nuevo. Tuvimos una gran bronca y luego cayó en un estado de estupor inconsciente. Cogí un cubo de agua y se lo tiré, salí del baño y me fui a mi habitación. Lo siguiente que recuerdo es un fuerte estruendo. Supuse que había salido de la bañera, se había resbalado y había chocado contra algo. No fue así. Había intentado suicidarse, un extraño intento de suicidio. A la mañana siguiente Alan McGee me despertó: ¿has hecho tú esto?». Ahorro los detalles de la automutilación espantosa que acabó con las cuencas de sus ojos pendiendo de un cartílago.
En aquellos años locos, también se fue a Brescia a pedir matrimonio a una ex, que le rechazó de pleno: «He estado siguiendo de lejos lo que haces y eres una telenovela». Y se quedaba corta. Periodos en la cárcel y la discográfica contratando a dos gemelos gigantes para recoger a Carl y a él para llevarles a grabar. O se iba a Tailandia a rehabilitarse con unos monjes, cosa que nunca sucedía, e incluso le ofrecieron entrar en Gran Hermano VIP por 100.000 libras (pero exigió tres veces al día sin cámaras para chutarse. No accedieron).
Y, por supuesto, su turbulento noviazgo con Kate Moss durante tres años fue la comidilla de la prensa rosa: «Siempre me hacían quedar como un hijo de puta». La top model, cuenta el rockero, estaba sumamente preocupada por su estatus y su frase más repetida era que no quedara como «una puta». Su hobby común era disfrazarse con bigotes, pelucas y gafas de sol y coger autobuses por Londres.
En aquellas, como icono límite, vendía pinturas hechas con su propia sangre y batía plusmarcas de detenciones: tres veces en 24 horas. En su dislate, pensó en embarcarse con un circo por España y Bulgaria. Otra vez, le debía mucho dinero a un camello y canceló la deuda dándole una foto pinchándose en los MTV de Múnich que acabó en las revistas. También salió de prisión siempre que estuviera fuera de Londres de doce de la noche a nueve de la mañana. Y se le cayeron delante del juez un montón de paquetes con heroína., tuvo sexo con Amy Winehouse que al día siguiente no se acordaba... Y quiso cuidar de ella. ¡Doherty, tu ángel de la guardia!
En el último capítulo, el artista explica que vive en Normandía, en Etreat, donde disfruta paseando por el pueblo y leyendo revistas a las que está suscrito, como 'The New York Review of Books' y el 'The Times Literary Supplement'. Su sueño sería abrir una librería allí. Dice que su pareja actual le salvó la vida. La odisea yonqui alcanzó una Ítaca de serenidad. « Ahora estoy vivo y bien, y duermo todas las noches. Nunca creí en la propiedad privada, pero estoy pensando en comprarme una pequeña granja en Normandía».
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