No se parece usted a nadie: cartas entre Flaubert y Baudelaire
Alpha Decay publica un brevísimo y contundente libro sobre la amistad entre ambos escritores
Flaubert: el hombre que ya se carteaba con el futuro
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Iniciar sesiónCharles Baudelaire y Gustave Flaubert nacieron el mismo año. Compartieron la común calamidad de ser procesados judicialmente por daños a la moral pública —uno por 'Las flores del mal', el otro por 'Madame Bovary'—, así como el título común de «padres» de la modernidad ... literaria, en poesía uno y en la novela el otro. Catorce cartas reunidas por primera vez en un volumen independiente dan fe de la correspondencia que mantuvieron y trazan las coordenadas de una posible amistad.
Traducidas y prologadas por Ignacio Echevarría, las misivas fechadas entre 1857 y 1862 han sido publicadas por el sello Alpha Decay con el título 'No se parece usted a nadie', frase que emplea Gustave Flaubert en una carta enviada a Baudelaire en julio de 1857 y en la que el autor de 'Salambó' elogia 'Las flores del mal': «Ha encontrado usted el modo de rejuvenecer el romanticismo. No se parece usted a nadie (la cual es la primera de todas cualidades), y la originalidad del estilo se desprende en la concepción».
El pretexto
Las cartas en sí mismas no dicen nada. Son correctas, atentas, educadas. Esta correspondencia es la excusa. Si fueron amigos o no, si tuvieron cosas en común más allá del respeto y admiración mutua, se hace evidente no en las misivas, sino en el ensayo de Ignacio Echevarría que hace las veces de prólogo. Si bien no se puede saber con exactitud cuándo y dónde se conocieron Baudelaire y Flaubert ,se sabe que coincidieron, ya en la treintena, en alguna de las tertulias, salones o reuniones culturales que se celebraban frecuentemente en el bullicioso París de aquellos años, probablemente en casa de la salonnière madame Sabatier.
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Ignacio Echevarría hilvana trayectorias tan distintas —Baudelaire muere antes que Flaubert, acorralado por las deudas y el deshonor— a través de las semejanzas y los contrastes entre las vidas y las obras de ambos genios. «Hasta cierto punto, formaron parte del mismo bando, tanto en lo que respecta a la clase social a la que pertenecían como a sus posiciones estéticas e incluso políticas. La común calamidad de ser procesados por daños a la moral pública con pocos meses de diferencia, el mismo año 1857, contribuyó sin duda a estrechar sus vínculos solidarios».
A pesar de ser pocas y breves, en estas cartas relucen verdaderas joyas de prosa, sobre todo en el caso de Flaubert. Uno de los mejores ejemplos es la crítica que hace a Baudelaire en ocasión de 'Los paraísos artificiales'. Al señalar la relación implícita que establece Baudelaire con el consumo de hachís y opio con una fuerza maligna y diabólica, objeta Flaubert su empeño en hablar del espíritu del mal. «Se percibe la levadura del catolicismo aquí y allá». No todo son lisonjas, ya que Echevarría bucea hasta dar con unas cuantas perlas.
Genio y figura
Baudelaire y Flaubert crecieron los dos en entornos socialmente respetables y acomodados, escribe Ignacio Echevarría. Ambos perdieron a sus padres y desarrollaron por sus madres un amor casi edípico que condicionó su relación tanto con las mujeres y la vida social. No parece casual que ninguno de los dos muriese soltero, que sus obras transpiren misoginia y que su relación con el entorno se moviera entre la misantropía y el exceso.
Analizadas por Echevarría, sus coincidencias sobrepasan la coyuntura biográfica y se extienden hacia su naturaleza simbólica, estética y pública, tanto por el proceso judicial al que se someten sus obras con apenas meses de diferencia —un hecho que teje una relación de solidaridad entre ambos—, como por el desenlace desigual: 'Madame Bovary' salió judicialmente ilesa (y se convirtió en un superventas), mientras que 'Las flores del mal' fue condenada, en perjuicio de los réditos económicos para su autor.
La proyección y éxito posterior de 'Salambó' consolidaron a un Flaubert que, a pesar de detestar a los burgueses, goza de los atributos de uno, mientras Baudelaire experimenta cada vez con más intensidad el malditismo. Acaso para 'epatar', o incluso para restituir su honor tras la repudia judicial, Baudelaire se postula a la Academia Francesa, pero naufraga en su intento. La ausencia de esa respetabilidad burguesa de la que sí goza Flaubert, lo convierten en el símbolo del espíritu de vanguardia: su rebeldía contra los poderes y las instituciones, que Flaubert vive de una manera más retirada y elitista. Las circunstancias de la muerte de ambos, separadas por 12 años de diferencia, reproducen la estampa solitaria y desigual de dos criaturas literarias similares en los desgarros propios y los de su tiempo.
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