De palacios, bibliotecas y tumbas: un viaje por la Sicilia de Lampedusa

Un recorrido por el patrimonio y la memoria vinculados a la vieja nobleza europea, uno de cuyos exponentes retrató la decadencia en una obra maestra: 'El gatopardo'

Lampedusa más allá de «El gatopardo»

Palermo desde el convento de Santa Caterina d'Alessandría Guillermo Garabito

Giuseppe Tomasi di Lampedusa, sexagenario, no sabe que va a morir pero lo intuye. Ha tenido algún desvanecimiento y el dottore Lucca, amigo de la familia, tras auscultarle el pecho sudoroso orillado en la cama del escritor, le ha impuesto un régimen estricto que ... incluye la prohibición del marsala de los aperitivos, los limoncellos del verano y el expresso de las mañanas. Es fundamental renunciar para siempre a la pasta y las salsas, al pan esponjoso y, sobre todo, a los dulces de azúcar de la pasticceria del Massimo. Giussepe asiente, distraído. Tose levemente y su oronda barriga se agita con espasmos de gelatina dolorosa. Sufre una enfermedad que ya lo ha sentenciado a muerte, pero aún le queda vida para un último proyecto. Si; terminará de escribir aquella historia sin título que empezó hace tiempo. Y después, 'quel che sarà sarà'.

Aquellos apuntes en tinta azul fueron engrosando a través de los días en los que el último Gatopardo jamás renunció a nada. Al contrario; destiló el dolor en sus páginas reconstruyendo la historia familiar que con el tiempo resultó ser el mejor fragmento de la memoria de Europa. Cuando por fin creyó haber terminado, escribió una carta al barón Enrico Merlo di Tagliavia enviándole el texto mecanografiado del 'Gatopardo' y algunas claves: «Está de más deciros que el príncipe de Salina es el príncipe de Lampedusa; Giulio Fabrizio, mi bisabuelo; todo es real [...]Donnafugata como ciudad es Palma; como palacio es Santa Margherita».

A unos 75 kilómetros de Palermo en dirección suroeste por la Strata Provinciale 44, uno llega cómodamente al pueblo de Santa Margherita di Belice, en la provincia de Agrigento que, casi enteramente destruido tras el terremoto de 1968, aún conserva un innegable sabor lampedusiano. Milagrosamente en pie, el palacio Filangeri di Cutò, trasmutó a palazzo di Donnafugata para la literatura. El viaje del niño Giuseppe a esa casa de la familia materna en los inicios de los eternos veranos de Sicilia, constituye un mural costumbrista radiante de emociones que se revelan en esta enigmática y sensual villa de verano. Actualmente es la sede del Parco Literario, así como del Museo del Gatopardo: cartas, fotos de la época, recuerdos de la película de Visconti, se muestran con la cercanía doméstica que poseen los museos vacíos. Pero, quizás, lo más emocionante sea la posibilidad de escuchar una grabación de 1956 en la que Lampedusa recita su cuento 'Lighea', el único documento sonoro que nos deja testimonio de su voz. Dicen que uno no debe perderse los jardines anexos al museo, con hermosas fuentes y raras plantas centenarias. Yo me los perdí porque la hora de la siesta es sagrada en Sicilia. Un soñoliento vigilante me dice que no hay nadie que pueda abrir la verja hasta bien entrada la tarde, y que ni aun así podría garantizarlo. Se encoge de hombros y se ofrece, a cambio, a escoltarme con su coche oficial hasta la salida del pueblo. Nos despedimos como si nos conociésemos de toda la vida. Su hija estudia en Barcelona y me enseña una foto mientras me anima a volver: la próxima vez, signorina, yo mismo le enseñaré el jardín. Palabra de siciliano.

Palma de Montechiaro

La ciudad de Palma de Montechiario bien merece un Te Deum en su Catedral. Este feudo fue propiedad de la familia paterna de Lampedusa desde el siglo diecisiete, por concesión de nuestro rey Felipe IV hasta el año 1812, cuando ganó la independencia aunque sin renunciar a sus fantasmas gatopardescos, que aún hoy permanecen intactos moviéndose en el triángulo de piedra de la piazza Provenzzani con el palacio a un lado, la Iglesia Madre al otro, y allá en el frente el monasterio de clausura donde una prima del escritor, Sor María Crocefissa della Concezione (llamada Beata Corbèra en la novela ), mantuvo correspondencia con el mismísimo Lucifer. El resultado fue un extraño documento que han intentado descifrar los santos, los científicos y los locos. También lo intentaron algunos escritores como Umberto Eco o Camilleri. Sin éxito hasta ahora. Yo, por si acaso, tomé una fotografía con el móvil y a veces me distraigo haciendo zoom en la imagen, no por el estudio de la grafía infernal, sino por el placer de ensimismarme en la fascinación literaria que me produce esta historia.

Palermo y Giuseppe

Uno comprende que los fantasmas del Gatopardo dormitan en esta isla como palomas en los aleros, pero en Palermo son ruidosos y sobrevuelan haciendo sombras blancas con la envergadura de alas de gaviota. Lampedusa tenía un recorrido gastronómico y particular que se había vuelto más dulce desde la prohibición del dottore: el Bar Pasticceria Mazzara, donde acudía todas las mañanas para escribir con tinta azul su novela; el Caffè Caflisch y la Pasticceria Del Massimo que sabemos que existieron porque así nos lo contó Francesco Orlando en su libro 'Memoria de Lampedusa', pues de ellos hoy ya no queda ni el recuerdo. Cierra este recorrido la casa del crítico musical y periodista siciliano Bebbuzzo Sgadari di Lo Monaco, ubicada en corso Scinà 109, esquina con la plaza Edoardo Alfano (un edificio de época, tan inexistente como los anteriores) donde Lampedusa solía acudir alguna tarde a cenar (y beber, claro está) junto con otros miembros de la intelectualidad palermitana como Francesco Orlando, Francesco Agnello, Antonio Pascuallino y el que sería su futuro hijo adoptivo, Gioacchino Lanza Tomasi.

A pocos metros de allí, detrás de la Prefectura y justo enfrente del Palacio Branciforte, se encuentra el Palacio de los Lampedusa. El viejo escritor volcó todo el afecto y toda la melancolía por lo perdido en esta casa, el hogar donde nació y creció; símbolo de una estirpe que todo lo fue y nada terminó siendo. El lugar donde creyó que, como correspondía a un Gatopardo, moriría. Pero no fue así. Hasta la tumba le arrancó el destino: «La amaba con absoluto abandono. Y la amo ahora que no ha sido más que un recuerdo durante doce años».

En la Segunda Guerra Mundial, exactamente el 22 de marzo de 1943, un barco en el puerto fue alcanzado por una bomba y los fragmentos de la explosión cayeron sobre esta villa de los Lampedusa. Unos días más tarde el edificio fue alcanzado directamente y debido a los cuantiosos daños quedó inutilizable, hasta el punto de que el escritor, junto con su mujer y su madre, se vieron obligados a trasladarse a una casa en Ficarra donde permanecieron hasta el armisticio. Posteriormente, la madre regresó con la esperanza de habitar algunas habitaciones del Palazzo que habían permanecido en pie mientras el escritor y su esposa se fueron a vivir a via Butera (con un breve intervalo en piazza Castelnuovo, en una habitación alquilada), pero lograron ahorrar y mudarse. Sólo una pequeña parte de los objetos y muebles del Palazzo Lampedusa se salvaron, aunque eso era lo de menos, pues pudieron recuperar por entre los mármoles y los cascotes, libro a libro, lo más valioso.

Via Butera, 28

El Palazzo Lanza Tomasi (antes Palazzo Lampedusa alla Marina), construido en el siglo XVI fue adquirido por el príncipe Giulio Fabrizio Tomasi de Lampedusa, abuelo del escritor y modelo del protagonista del Gatopardo, con la compensación obtenida de la corona por la expropiación de la isla de Lampedusa.

El palacio, actualmente habitado por la Duquesa Nicoletta Polo, viuda de Gioachino Lanza Tomasi, (que hace apenas unas semanas ha acudido a reunirse finalmente con su padre) hace esfuerzos ímprobos por mantener viva aquella biblioteca recuperada bajo los escombros y el patrimonio del escritor sin ayudas institucionales de ningún tipo, organizando cursos de cocina y alquilando una de las alas del palacio como apartamentos turísticos.

Visitamos la tumba del escritor como último lugar de esta Sicilia literaria. Se encuentra junto a la de su esposa en el tramo XXV del Cementerio de los Capuchinos y el epígrafe reza: «Giuseppe Tomasi. Príncipe de Lampedusa. Fallecido en Roma el 26 de julio de 1957».

Deberíamos añadir algo más, pero uno mira la vieja Europa cada vez más huérfana de gatopardos y sólo puede hacer suya aquella frase de Javier Marías: «El libro de Lampedusa es perfecto porque nos enseña lo esencial: aprender a morir».

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios