Nuevas pistas sobre qué fue el escondite de las momias reales de Luxor
Egiptólogos españoles del Proyecto C-2 apuntan a que se construyó como tumba de una famosa y venerada reina antes de albergar los restos de Seti I, Ramsés II o Tutmosis III
El sarcófago de granito de Ramsés II acabó a los pies de monjes coptos

«Jamais cachette ne fut mieux dissimulée» («Jamás un escondite fue mejor disimulado»), escribió en 1881 Gaston Maspero, el responsable máximo entonces del Servicio de Antigüedades de Egipto, al dar a conocer el hallazgo de casi medio centenar de momias de todopoderosos faraones como Seti ... I, Ramsés II o Tutmosis III en una tumba de la necrópolis tebana, al noreste del templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari. La había descubierto veinte años atrás una familia local, los Abd el-Rasul, que fueron vendiendo lo que fueron expoliando en el mercado negro. Cuando por fin los arqueólogos enviados por el Servicio de Antigüedades Émile Brugsch y Ahmed Kamal lograron que un miembro de la familia les condujera hasta el lugar, no dieron crédito a lo que vieron sus ojos. Tras descender por un pozo de unos trece metros, descubrieron los cuerpos momificados de la mayoría de los faraones y familiares de finales de la dinastía XVII y principios de la XVIII (de ca. 1575 y 1295 a. C.), así como de la XXI (de ca. 1070 a 945 a. C).
Se denominó oficialmente como la tumba tebana 320 (TT320), aunque desde su aparición en el mundo de la arqueología sería más conocida por ese término de 'escondite' que acuñó el ilustre arqueólogo francés. Una misión egipcio-española que lleva trabajando en este valle de Luxor desde 2017 está revelando, sin embargo, con sus descubrimientos que este lugar no era secreto, ni oculto.
«No creemos que fuera una 'cachette'», señala José Ramón Pérez-Accino, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y codirector del 'C2 Project' junto con Hisham El-Leithy, director del Centro de Estudios y Documentación del Antiguo Egipto. Están convencidos de que fue una relevante tumba real, reutilizada después para cobijar otras destacadas momias. Creen que se excavó en la roca para Ahmose Nefertari, la «madre ancestral» de la dinastía XVIII, esposa del faraón Ahmose y madre de Amenhotep I y que fue muy venerada tras su muerte.

David Aston llegó a esa misma conclusión en 2013, al estudiar el aspecto de la tumba, la disposición de las momias y los hallazgos del interior y comparar esta sepultura con otras de mujeres de la dinastía XVIII. El planteamiento del egiptólogo de la Academia Austriaca de Ciencias explicaba por qué el cuerpo momificado de Ahmose Nefertar -una anciana calva de unos 70 años cuando falleció- se halló en un enorme sarcófago al fondo de la galería de casi 60 metros de largo, en la cámara sepulcral, donde también se recuperaron fragmentos de cerámica de la dinastía XVIII. Si su momia hubiera sido trasladada, «¿qué sentido habría tenido llevar hasta allí 500 años después esas cerámicas?», se pregunta Pérez-Accino antes de responder categóricamente: «Ninguno».
La hipótesis de Aston suscitó una polémica con Erhart Graefe, que dirigió junto con Galina Belova una exploración años antes en la tumba y en 2010 recogió los materiales recuperados en una publicación que firmó junto a la egiptóloga rusa. Este investigador alemán atribuyó su construcción a la dinastía XXI y ha venido defendiendo con Dylan Bickerstaffe que el llamado 'escondite' real «no era en absoluto la tumba de Ahmose Nefertari».
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«Una de las críticas que le hacen a Aston es por qué iba a estar la tumba de una reina tan importante en un sitio vacío, en el que no hay nada, pero uno de los logros de nuestro proyecto C2 es que ese planteamiento ya no se sostiene porque cada vez encontramos más cosas en este valle olvidado», explica el egiptólogo de la UCM. En campañas anteriores, el equipo de Pérez Accino y El-Leithy descubrió que en la montaña situada frente a la tumba hubo una efigie monumental. Creen que pudo representar a la diosa Hathor, madre simbólica de los faraones, y que fue destruida deliberadamente en una 'damnatio memoriae' en la Antigüedad, por motivos que aún investigan.
Junto a sus restos han documentado un lugar de culto, desde el cual, en el amanecer del solsticio de invierno, se ve cómo el sol se enmarca entre dos montañas, formando un Ajet perfecto (un jeroglifo egipcio que representa al astro solar entre dos montículos). Los grafitos grabados en la roca y los restos de ofrendas que han encontrado refuerzan su idea de que ese valle debió de ser sagrado para los antiguos egipcios. Muy cerca investigan además la que sospechan que fue la tumba de la reina Inhapi, de finales de la dinastía XVII o principios de la XVIII como Ahmose Nefertari y en cuyo sepulcro hicieron escala las momias de Seti I, Ramsés II o Tutmosis III antes de su llegada a la llamada 'cachette'.
Fotografías inéditas
Desde aproximaciones totalmente distintas a las de Aston y con otros datos, el proyecto C2 está corroborando que la tumba TT320 ya existía antes de que Pinedjem II (Dinastía XXI) la utilizara como lugar de descanso para los miembros de su familia y de que llevaran hasta allí las momias de conocidos faraones. La limpieza y excavación realizadas en la entrada han sacado a la luz estructuras cuadrangulares, rampas y escalones de una fachada monumental que aún podía verse sin los actuales escombros en 1920, cuando el egiptólogo estadounidense Ambrose Lansing investigó el lugar durante la expedición del Metropolitan Museum. Pérez-Accino ha podido ver en el museo neoyorquino fotos de aquella intervención que nunca se llegaron a publicar y en una de ellas, que enseña a ABC, se observa la entrada limpia. «Es la fachada de una tumba de tipo 'bab', típica de principios de la dinastía XVIII», describe.
En otra de estas imágenes inéditas se documentó el hallazgo de un depósito de cerámica, del que Lansing nunca habló. «Pueden ser depósitos de fundación que se colocan cerca de una tumba», explica el arqueólogo. Por suerte, la fotografía mostraba también la parte superior de la montaña y gracias a esa especie de código de barras que forman las grietas y fisuras en la roca han podido localizar el sitio donde se tomó la imagen, en una zona cercana a la tumba TT320 que quieren prospectar en la próxima campaña.
Entierros colectivos
Aunque las cerámicas de la fotografía parecen ser de finales de la dinastía XVII o principios de la XVIII, aún no han logrado dar con las piezas originales cuyo estudio arrojaría luz sobre la datación de la tumba. No se encuentran ni en almacenes de las misiones estadounidenses en Egipto, ni en el Metropolitan. «Solo hay una posibilidad: que esté almacenada en la conocida como 'segunda cachette', la de Bab El-Gasus», apunta Pérez-Accino. 'La puerta de los sacerdotes' o Bab El-Gasus se descubrió una década después de la TT320 en Deir el Bahari, con unos 190 cuerpos de sacerdotes de Amón. Para el codirector del C2 Project, «lo más interesante es que las dos 'cachettes' se usaron al mismo tiempo porque en Bab El-Gasus está un hijo de Pinedjem II, sumo sacerdote de Amón de la dinastía XXI cuya momia se encontró en la TT320».
Pérez-Accino está en estrecho contacto con Rogério Sousa, gran conocedor de Bab El-Gasus, «y pensamos que ambos son enterramientos colectivos, no son escondrijos», añade. Una vez vaciada esta 'segunda cachette', se cree que fue utilizada para guardar materiales hallados en la zona y que actualmente alberga cajas de cerámicas muy antiguas.

«Cada vez vemos con más claridad una actividad en el wadi (valle) a principios de la dinastía XVIII, que cesa cuando comienza a usarse el Valle de los Reyes y que recobra vida 500 años después con la dinastía XXI, cuando cierra el Valle de los Reyes»
José Ramón Pérez-Accino
Codirector del Proyecto C2
De hallarse las cerámicas de la fotografía y confirmarse que datan de la dinastía XVIII, constituirían una prueba más de la antigüedad de la reutilizada tumba TT320. «Cada vez vemos con más claridad una actividad en el wadi (valle) a principios de la dinastía XVIII que cesa cuando comienza a usarse el Valle de los Reyes y que recobra vida 500 años después con la dinastía XXI, cuando cierra el Valle de los Reyes», comenta Pérez-Accino.
Por qué se trasladaron algunas importantes momias reales hasta este enterramiento colectivo y otras no sigue siendo una incógnita para los arqueólogos. «No sabemos el criterio, pero lo hubo porque a algunos faraones los dejaron en enterramientos colectivos en el Valle de los Reyes como en la KV35. De hecho, se habla de ocho tumbas donde los reunieron, pienso que porque es más fácil proteger una sola tumba y mucho más barato mantener un solo culto para todos los que están en ella», opina el egiptólogo.
En la próxima campaña, el equipo del C2 Project, en el que participa Carmen Pérez Die, exdirectora del Museo Arqueológico Nacional, planea estudiar la chimenea que se alza sobre la tumba. «Está intacta y hemos visto que hay huellas de uso (algún grafito, huecos de vigas…)», avanza. Quizá conserve alguna clave sobre esta 'cachette', cada vez menos escondida.
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