La noria del Prater gira desde hace 125 años como símbolo férreo de Viena
El cine ha ayudado a consolidar la popularidad en todo el mundo de esta 'rueda de Ferris' inaugurada en 1897
La noria del Prater en Viena
El Prater, símbolo de Viena, rezuma belleza clásica. El parque donde está la noria más famosa del mundo fue coto de caza de la elite imperial, hasta que un decreto firmado el 7 de abril de 1766 por el emperador José II lo abrió ... al público, y comenzó su segunda vida. La tercera arrancó en 1895, cuando se inauguró uno de los parques de atracciones más antiguos del mundo en el que hoy aún se conservan instalaciones de aquella época junto a otras nuevas, y el estadio Ernst Happel (1931), donde España ganó la final de la Eurocopa en 2008, y la noria, sí, la de 'El tercer hombre', que este verano cumple 125 años de vida.
El tipo de noria del Prater se había inventado unos años antes en Chicago. El ingeniero George Washington Gale Ferris (en inglés las norias aún se denominan 'Ferris Wheel', La rueda de Ferris) la construyó para la Exposición Universal de 1893, y de alguna manera fue la respuesta estadounidense al éxito de la Torre Eiffel en la Exposición de 1889. Tenía 36 vagones para pasajeros y era accionada por un motor de vapor. Una vez finalizada la fiesta, la noria se desmontó y se almacenó, olvidada, víctima también de la crisis del último vagón del siglo. A partir de aquel modelo se construyeron otras 'ruedas de Ferris' en Londres (1895), Blackpool (1896), Viena (inaugurada el 3 de julio de 1897) y París (1900). Solo la del Prater permanece en pie.
La Plataforma 9 aporta vértigo moderno y asombro al aniversario de este símbolo clásico
La noria de Viena –planeada en 1896 por los ingenieros ingleses Walter Bassett Basset y Harry Hitchins– sirvió para conmemorar el 50 aniversario de la subida al trono del emperador Francisco José I. Se levantó en el terreno arrendado por el director de teatro Gabor Steiner, el padre del parque de atracciones... y de la noria. Tiene 64,75 metros de altura, pesa 430 toneladas y, en principio, se levantó con treinta vagones, que se quedaron en quince por motivos de seguridad cuando fue reparada tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Su reconstrucción, de alguna manera, fue una metáfora del regreso a la vida de la ciudad.
Luego llegó el impulso del cine. 'El tercer hombre' (1949), con la Viena destruida de la posguerra; '007 – Alta tensión' (1987) o 'Antes del amanecer' (1995), de Richard Linklater. Y la consolidación de una popularidad global, que la convirtió en un lugar que hay que conocer en algún momento.
Plataforma nº9
Dicen que en los primeros viajes hubo algún desmayo. Subían los más atrevidos a las góndolas o barquillas rojas, cada una del tamaño de un tranvía, y miraban asombrados la ciudad que latía a sus pies. Aquellos primeros pasajeros no hubieran podido imaginar el invento de vértigo con el que se iba a celebrar este aniversario.
Esa plataforma exterior que se aprecia en una de las fotografías que ilustran esta página muestra la 'Plataforma número 9', una nueva atracción pensada quizá para conectar con estos tiempos acelerados. Quien lo desee puede dar la vuelta al aire libre –bien sujetos, desde luego– en una construcción de acero con suelo de vidrio. Funcionará en principio hasta final de octubre. Y quien prefiera algo más tranquilo debe saber que siempre se puede contratar un vagón para una cena romántica.
La noria gira y gira. En plena forma. Y Viena permanece en el horizonte, con sus palacios y el amor por la música, con ese señorío clásico que también (y tan bien) transmite la rueda eterna.
Por Oti Rodríguez Marchante
Un Tesoro de la Cultura Cinematográfica Europea
En ese Parque de Atracciones que es el Prater de Viena hay una instalación que ha captado, atraído, especialmente la atención del cine, su noria gigante, elegida por ello como Tesoro de la Cultura Cinematográfica Europea. No hay película que se ruede en la ciudad y que escape a la tentación de filmarla, de lejos o de cerca, pero solo un título (en realidad, dos) está a la altura de la grandeza de la noria, 'El tercer hombre' (1947), de Carol Reed, que recogía en una de sus 'góndolas' la conversación entre Harry Lime (Orson Welles) y Holly Martins (Joseph Cotten), con el monólogo estremecedor y amoral del personaje de Welles: '¿Sentirías compasión por alguno de esos puntitos negros si dejara de moverse?'… 'En Italia, con los Borgia, hubo guerras, matanzas, asesinatos, pero también Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, en quinientos años de paz, amor y democracia, ¿cuál fue el resultado? El reloj de cuco'. Planos y contraplanos a la luz del día, con la ciudad devastada por la guerra. Pero hay otro título noble y grande en esa noria, 'Antes del amanecer' (1995), de Richard Linklater, y la misma escena, pero nocturna y romántica en la que Julie Delpy y Ethan Hawke se dan el primer beso de una larga historia.
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