De los músicos de Stalin a los artistas de Putin: Rusia vive de glorias pasadas
El crítico Pedro González Mira dedica un ensayo a los últimos cien años de composición y creación, desde Chaikovski hasta Prokófiev
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Iniciar sesiónLos años de acero suenan a Prokófiev y Shostakóvich, también a Rajmáninov y Stravinski. Esa es la historia que relata el crítico musical Pedro González Mira en 'Los músicos de Stalin. El resultado de cien años de música' (Berenice), que ocupa de la ... música escrita por los compositores rusos más significativos desde los últimos años del zarismo hasta la compuesta después de la caída de la Unión Soviética. El autor hace hincapié en los maestros que trabajaron durante los años de la dictadura de Stalin y revela cómo la música se convirtió en una de las herramientas de propaganda más importantes y efectivas. Stalin, que amaba el ballet y el cine, hizo de los intérpretes musicales mascarones de proa de una revolución que guardó sus desmanes en el burladero de la cultura.
A lo largo de cuatrocientas páginas, Pedro González Mira confecciona un fresco con las claves económicas, políticas e ideológicas que acompañaron a la Rusia soviética en su creación musical y aquellos que explicarían el silencio actual. Como ya lo hizo en los volúmenes 'Eso no estaba en mi libro de historia de la música' (Almuzara) y 'Eso no estaba en mi libro de historia de la opera' (Almuzara), González Mira propone un recorrido detallado que va desde Glinka o Chaikovski hasta el presente. Incluye figuras clave, incluso aunque abandonaran Rusia como Rajmáninov o Stravinski, y despliega la relación de muchos creadores con el Kremlin.
El ensayo estudia también la relación irresuelta que sostienen el poder y la cultura a lo largo de la historia. «El libro propone una revisión divulgativa de los principales músicos que vivieron al lado de Stalin y que procura, sobre todo, contar qué pasó con ellos. A muchos apenas se les recuerda. Tanto en la revolución de 1905 como la de 1917 se gestó un conflicto entre mito propaganda política. Ese es el conflicto que el libro pone de manifiesto. A Shostakóvich no le interesaba ir a Estados Unidos, pero fue. Sirvió a Stalin como propaganda para demostrar al mundo occidental el talento ruso», asegura el crítico musical.
(Inter)nacionalismo
Pedro G. Mira describe a lo largo de estas páginas la paradoja que condiciona la creación musical en Rusia. La tensión entre las reglas academicistas occidentales y el diletantismo nacionalista ruso es anterior a la Revolución. «Viene desde antes de los Románov. Durante la Revolución Rusa surgió el Grupo de los cinco, un conjunto de autores que quisieron romper con todo eso. El conflicto entre ambas corrientes quedó resuelto en la ópera, que es el género, junto con el ballet, que permite contar historias y por eso sirvió de arma de propaganda tanto para el zarismo como para la Revolución. De hecho, Stalin era gran aficionado al ballet y al cine», explica.
Compositores, intérpretes, escritores, artistas y cineastas dieron un paso al frente en 1917 para apoyar la Revolución rusa. Sin embargo, grandes nombres de la cultura como Maiakoski acabaron apeados del vagón soviético, ya fuese porque sus ideas los convirtieron en objeto de purga o porque ellos mismos le vieron las costuras al traje revolucionario. Muchos otros creadores permanecieron fieles, entre ellos dos compositores a los que G. Mira dedica especial atención. «Tanto Prokófiev como Shostakóvich, y ni hablar de los que no eran tan buenos como ellos, debían escribir lo que el régimen político necesitaba. La gente no sabía escuchar, no había público, así que tuvieron que inventarse uno. Pero si algún compositor se apartaba del camino por su talento, recibiría reprimendas y castigos muy severos».
Le ocurrió a Shostakóvich, en varias ocasiones, una de ellas tras el estreno de 'Lady Macbeth del distrito de Mtsensk', cuyas funciones fueron suspendidas tras las duras críticas del Pravda. Figuras como el director Vsévolod Meyerhold, un personaje fundamental en el teatro ruso de la época, fue purgado, encarcelado y asesinado».
«Cuando Prokófiev y Shostakóvich componen al servicio del régimen, tal y como se les indica, su música tiene muy poco interés. Cuando van por libre, se eleva su música, pero son objeto de represalias. Lo realmente milagrosos es que pudiesen salir adelante. Todos los músicos que se apartaran de la línea del régimen eran depurados». Ocurrió a muchos y hay muchos episodios, como el boicot del 'Pravda' a la ópera 'Lady Macbeth del distrito de Mtsensk', de Prokófiev.
El silencio de Putin
Tras cien años de efervescencia creativa, la Rusia actual apenas registra aportaciones. «Putin venera la música y el ballet clásico, pero hay muy poca creación en la Rusia que él gobierna. Al final del libro hablo de los herederos de Shostakóvich, gente muy valiosa. El siglo XXI, en cambio, es un misterio. Rusia vive de glorias pasadas, el oropel de su música se centra en compositores del XIX. A partir de la revolución se produce una división creativa entre los músicos talentosos y La Tropa, donde hay infinidad de compositores al servicio del régimen. Hacen música como churros y algunos pocos», comenta Pedro González Mira, premio Nacional de la Crítica Discográfica.
Existen figuras indiscutibles en el mundo de la música contemporánea ruso, entre ellos el director de orquesta Valery Gergiev y la soprano Ana Netrebko, ambos objeto de cancelación por su silencio ante la invasión rusa de Ucrania y su amistad con el presidente ruso. «Netrebko es muy amiga de Putin como Gergiev. Cuando se produjo la invasión, Gergiev se negó a condenarla. Netrebko guardó silencio al principio, pero cuando empezaron a rescindirle contratos, dijo estar contra la invasión, pero ya era tarde. Ella es pro Putin. El hecho de que esté cantando en Madrid se debe a esa circunstancia. Sus compromisos antes de la cancelación no le habrían permitido», asegura Mira refiriéndose a la visita de la diva a España para interpretar 'Aida' en el Teatro Real. «De todas formas, confundir la cultura rusa con Putin es un mal camino».
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