The Weeknd en Madrid, una fórmula de fuego, dance, artificio y pop para masas
El músico canadiense actuó anoche por primera en la capital española para éxtasis de su público que llenó el Civitas Metropolitano en un concierto a medio gas
Críticas del disco de la semana: The Weeknd
Andrés Castaño
Nunca he visto en directo a Moby, ni a Daft Punk, pero intuyo que tienen algo grandioso en vivo. Su música explosiva incita a una mezcla entre recogimiento y desenfreno. Algo parecido sucede en este siglo XXI con Abel Makkonen Tesfaye, conocido artísticamente ... como The Weeknd que se inició, como Moby, con mixtapes en 2011, y ha publicado desde 2013 cinco álbumes. Su música bebe del R&B estadounidense, del dance y el electro, y del pop de masas. Su currículo es de impresión, con colaboraciones desde Kanye West, Drake, a Kendrick Lamar, Nas, Lil Wayne, pasando por Ariana Grande, Lana del Rey, Madonna, Metro Boomin, Future, Daft Punk, entre muchos otros. En su fórmula excelentemente producida y empaquetada algo me descuadra, como el que quiere abarcar todo (desde la música de raíces negra, hasta un dance, electro que luego camina hacia el pop, y transita por las baladas) y se queda a medias, y eso se reflejó en su directo madrileño donde ritmo y pulso flaquearon por momentos.
Arrancó su concierto muy arriba con 'Take My Breath' como si el Civitas fuera una gran pista de baile, y continuó con 'Sacrifice' y 'How Do I Make You Love Me?' dos de las canciones más dance de su último disco 'Dawn FM' (2022). Presidía el espectáculo una escenografía monumental a modo de rascacielos, en los que se ocultaban sus tres músicos. Él llevaba una máscara futurista. También había una larga pasarela en la que desfilaron 28 bailarinas ataviadas como monjas futuristas de blanco. A mitad de la pasarela una efigie futurista estaba ahí plantada, cual símbolo de una época. Enseguida salió el artificio, fogonazos de fuego en ocho chorros de la pasarela, y también despedido desde varios de los rascacielos del escenario del fondo. Al fin y al cabo se trata de un espectáculo, que cuesta lo suyo (desde los 68 hasta los 318 euros VIP), y hay que epatar.
Ese cuerpo de 28 bailarinas resultaba desaprovechado en una sucesión de coreografías que más bien parecían un desfile de pasarela que un cuerpo de baile. Una pena no aprovechar más y mejor semejante recurso tan orgánico. La música proseguía su intensidad pero rebotaba como una pelota de goma antes de llegar a nuestros oídos. Y claro, los matices quedan fuera, aparte de una experiencia auditiva poco convincente. Es lo que tienen los grandes recintos: que los detalles y la magia de la música se disipan en las gradas, a pesar de las virguerías sónicas de los técnicos de sonido.
The Weeknd combina esos 'baladones' tan R&B ('Heartless', 'Low Life', 'Party Monster', 'Die For You') con su timbre de voz tan agudo, melódico y característico, con el punch dance y electro ('After Hours', 'Blinding Lights', 'I Feel It Coming') tan universal que a veces recuerda a clásicos de los 80 y 90. Mediado el concierto se quitó la máscara en un arrebato de cercanía y naturalidad. En un concierto de muchos impases, la parte final fue de traca tras tocar su éxito 'Blinding Lights', con 'Tears In The Rain', 'Creepin', 'Popular' y rematar con 'Moth To A Flame'. Arrancaron la tarde Mike Dean y Kaytranada en dos directos que más bien parecieron una sesión dj, para caldear un ambiente ya de por sí de puro bochorno urbano. La fórmula de The Weeknd funciona tremendamente bien, a base de futurismo, fuego, y una mezcla infalible de estilos para sus millones de seguidores y el público que llenó el estadio Civitas Metropolitano. ¿Esto era la música del siglo XXI?
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