El Sónar viaja al país de las maravillas con Eric Prydz
El espectacular montaje audiovisual del productor sueco y el baile sin freno de Bad Gyal cerraron por todo lo alto el 30 aniversario del festival barcelonés
El Sónar cierra su 30 aniversario con 120.000 asistentes
Barcelona
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Iniciar sesión«¿No bailas? Pero si es muy fácil», soltó una sonriente chica justo antes de esfumarse. Lo de sonreír es normal: todo el mundo lo hace en el Sónar. A no ser, claro, que sea secreta. O, peor aún, periodista. Lo de la ... pregunta en cambio, era pura guasa, porque la única manera de bailar lo que sonaba en el SonarPark el sábado por la tarde, horas antes de que el Sónar cerrase su exitoso y frenético 30 aniversario, era injertándose un par de meniscos nuevos y, ya si eso, intentar no desmontarse como un Lego mal ensamblado.
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¿Lo que sonaba? El comienzo de la actuación del rapero centennial Sticky M.A, producto nacional bruto, brutísimo, que antes de hincarle el diente al trap decidió darse un atracón de 'mákina total'. Ya lo decían minutos antes los responsables del festival barcelona: si algo bueno tiene el Sónar es que se puede pasar del intimismo al brutalismo y de ahí al hedonismo sin demasiados problemas. Incluso sin cambiar de escenario. Puro gozo electrónico en la fiesta de cumpleaños más concurrida del planeta.
En el Village, 2manydjs democratizaban el bombo para todos y convertían a Rosalía en una de las artistas más pinchadas en esta edición. Subidón, brazos en alto y a otra cosa. ¿Experimentación y riesgo? Nada mejor que el concierto de Carles Viarnès y Alba G. Corral en el SonarComplex, refugio de las propuestas más extremadas. Un diálogo entre electrónica, arte digital y melodías gregorianas surgidas de un hiperórgano. Pura magia que confirma que en el Sónar es tan importante lo que se ve como lo que se oye. Que se lo digan sino al sueco Eric Prydz, principal reclamo de la noche y prestidigitador que llevó el festival a un país de maravillas holográficas, proyecciones inmersivas y house progresivo.
Bailar se bailó, sí, pero sobre todo se desencajaron mandíbulas, se frotaron córneas y se gastaron gigas de grabación mientras Prydz, diminuto tras un gigantesco panel led translúcido, sacaba a pasear sus hologramas tridimensionales. La gente venía avisada y antes incluso de que sonase la primera nota, la pista del SonarClub ya era una fideuá de brazos en alto y móviles prevenidos. ¿La respuesta de Prydz? Un primer holograma en el que un brazo robótico sostenía un smartphone y grababa al público. Guiño, guiño, codazo.
A partir de ahí, barra libre: un astronauta, una ballena, una tormenta, infinidad de citas a la ciencia ficción, figuras tridimensionales flotando en el aire, una mano que se abría y se cerraba como intentando atrapar a los espectadores de las primeras filas, constelaciones, una suerte de equipo de cazafantasmas que fumigaba la pista con vapor real… Un abrumador despliegue visual sin hilo narrativo pero ideado y ejecutado para alcanzar el éxtasis audiovisual.
En el otro extremo, real y metafórico, la catalana Bad Gyal se hacía carne para subirle la temperatura al SonarPub y seguir quemando etapas en su ascenso al Olimpo de las músicas urbanas. 'Blin blin', 'Slim Thick', 'Bombom' y, ahí sí, todo el mundo a bailar. Como locos. Como atravesados por una descarga de reguetón y autotune'. La catalana estrenó 'El sol me da', perreó sin freno en lo alto de un podio y remató la jugada con 'Nueva York', 'Alocao' y 'Fiebre'. Por ahí estaba también la exalcaldesa de Barcelona,Ada Colau, quitándose el disgusto de lo ocurrido horas antes en la plaza Sant Jaume y rindiéndose, como el resto del Sónar, al «pussy k mana».
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