El Sónar cierra con 154.000 asistentes la semana grande de la música electrónica y la cultura digital
El festival, que por primera vez suma al balance final el público de las actividades OFFSónar, despide su 31ª edición con Paul Kalkbrenner y Vince Staples
Air arrulla al Sónar con la elegancia versallesca de 'Moon Safari'
Barcelona
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Iniciar sesiónFin de fiesta casi a punto, Paul Kalkbrenner y Vince Staples calentando en la banda para empezar a bajar la persiana del Sónar y, como el Primavera Sound hace unos días, balance prácticamente calcado al del año pasado. Esto es: 120.000 asistentes ... sumando Sónar de Día (54.000 personas) y Sónar de Noche (66.000) y ligero incremento del visitante nacional, con un 70 por ciento de público local frente a un 30 por ciento de asistentes internacionales llegados de 90 países diferentes.
Año dulce, pues, para un festival que suma por primera vez las actividades y actuaciones paralelas de OFFSónar, creciendo así hasta los 154.000 asistentes. «Es un cambio de qué contabilizamos como Sónar. Ya hace un par de años que hablamos de la semana del Sónar», ha justificado Ventura Barba, CEO de Advanced Music y codirector del festival barcelonés.
Se trata, ha añadido otro de los codirectores, Ricard Robles, de subrayar el papel del festival como pieza clave en la proyección internacional de Barcelona más allá de los tres días de actividad febril en Fira Montjuïc y Fira Gran Via. «Si el año pasado, con el 30 aniversario, la palabra era celebración, este año queremos hablar de capitalidad. El contenido y la oferta son exigentes, y conseguimos dar a Barcelona imagen de capital de la música electrónica y la cultura digital», ha explicao.
Con la sesión de Laurent Garnier y el concierto de Jessie Ware aún en el recuerdo, el también codirector Enric Palau ha querido subrayar que el festival sigue haciéndose fuerte en el equilibrio entre nuevos formatos experimentales y el hedonismo sintético. «Sónar es una celebración, y el baile es protagonista», ha recordado. Un vistazo a la alineación del sábado noche, con Charlotte de Witte, Floating Points o el propio Kalkbrenner manejado los hilos y los platos, no hacía más que darle la razón.
O ni siquiera eso: asomarse al Village a las cinco y media de la tarde equivalía el sábado a dejarse arrastrar, arrasar también, por horsegiirl, discjockey alemana que pincha a velocidad de Usain Bolt, todo ritmos descollados y voces apitufadas, y sale a escena con una máscara de caballo. Sobremesa de festival y un día cualquiera en el Sónar, donde tan fácil es caer en las redes de Asian Dope Boys (seis horas de performance extrañísima con drones penetrantes, tipos desnudos quejándose sobre un lecho de ramas y hojarasca, un hinchable con forma de ácaro gigante, y pestazo a incienso inundando el escenario) que bailar una versión desfigurada de 'Bizcochito' de Rosalía cortesía de Blck Mamba, quien acto seguido soltó algo que parecía Los Inhumanos 'meets' Front 242.
Populismo electrónico para encarrilar una noche de fiesta con notas disonantes (el ruidazo con batería en directo y dub hondísimo de Loraine James; el minimalismo hipnótico de Laurel Halo) y aterrizajes forzosos como el de Tommy Cash, rapero estonio que convirtió el Village en una fiesta mayor deslenguada y digital.
En el horizonte, una próxima edición de la que ya se ha anunciado el concierto inaugural, una velada especial en el Palau de la Música con música de Steve Reich y Raquel García-Tomas e interpretaciones de Lluïsa Espigolé, Helena Otero Correa y Frames Percussion; y una edición 2026 marcada por la peliaguda concentración de toda la oferta, la diurna y la nocturna, en Fira Gran Via.
Y es que, con las obras de reforma de los pabellones de Fira Montjuïc, el Sónar de Día estará como mínimo tres años 'exiliado' en el recinto del Sónar de Noche. «Toca reinvención», ha relativizado Robles, quien ha recordado que no es el primer cambio de ubicación que tiene que afrontar el festival. «Estuvimos 19 años en el CCCB y parecía imposible que se pudiese hacer mejor. Que vayamos al mismo recinto para el día y la noche no quiere decir que el festival vaya a perder la esencia. Cada vez que hemos cambiado de sede ha sido para mejorar», ha dicho.
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