Rock & roll, valentía queer y Biblia: la revolución de Little Richard contra todo el mundo
El inventor, el emancipador y el arquitecto de la creación artística más importante del siglo XX, en palabras de David Bowie, es objeto de un documental de Lisa Cortes
Little Richard, la 'drag queen' del blues que volvió loco al rock'n'roll
Javier Villuendas
El estrecho bigote de John Waters lleva más de media vida adherido con el lapiz de la mitomanía a sus labios llenos de blasfemias por un hombre negro, queer y católico, que moldeó el rock & roll en los 50, y al que rinde tributo facial ... desde que se enamoró de su canción 'Lucille'. Allí Little Richard bramaba: «Lucille, no vas a hacer lo que tus hermanas harán». Y es lo que hizo el mito, hacer su propio camino, pese a todo y a lo loco. Y es lo que narra el documental 'Little Richard: I Am Everything', estrenado este viernes, que enmarca también los temores de su época.
Desde Macon (Georgia) al mundo entero y a los libros de historia, el joven Richard Wayne Penniman era ultrajado en su adolescencia por no tapar su condición homosexual, ir maquillado y por su deformidad (tenía un brazo y una pierna más largos que el otro), su padre incluso le echó de casa por gay. En un contexto en el que la homosexualidad y el travestismo eran directamente ilegales y un ambiente musical en los 40 y 50 en los que reinaba el blues, con sus postales de guitarristas negros en las calles. Y un chaval, que siempre supo que quería ser una estrella.
No existía el rock & roll, y Sister Rosetta Tharpe, y sobre todo Billy Wright y Esquerita mediante logró dar forma a algo nuevo, que fue usufructuado sin remilgos por los blancos. ¿Les robó el estilo, el sonido y el peinado a los antes mentados? «Se vio reflejado en ellos, fueron como un espejo que le mostraron como era», se dice en el documental. Luego compuso 'Tutti Frutti', con letra dulcificada pues originalmente versaba sobre sexo anal, y Pat Boone y Elvis lo petaron a través de tamaña bomba nuclear a la historia de la Cultura. Recuerden: 'Auambabuluba Balambambú'. Big Bang de un género, onomatopeya universal y título del libro de Nic Kohn, reeditado en España por La Felguera y uno de los mejores libros musicales de la historia.
¿Se aprovecharon Elvis y Pat de Little Richard? «No creo, más bien fue víctima del racismo y de un sistema que le negaba la visibilidad o le dejaba tener sólo una poca. Lo dice el mismo Little Richard en el documental: «La sociedad no quería en esa época que los niños blancos vieran a artistas negros»», cuenta Lisa Cortes, la directora de la película, que añade que Boone hizo aún más versiones de Richard con, de nuevo, más éxito que él y eso habla «del racismo estructural y la segregación que imperaba en la sociedad. Y no olvidemos que en aquella época había distintos tipo de listas de los single más vendidos: listas para gente de raza y para gente blanca».
Símbolo queer, e íntimo de Sir Lady Java, Richard representaba una revolución total del sistema, pues cantaba canciones sexuales en clave y exageraba su pluma para llegar a las chicas blancas a las que se prohibía ser su héroe. «Construyó una autopista para que el resto pudiera correr sin pagar peaje», en referencia al rock & roll, a tantos hits compuestos y desfases varios por el éxito hasta que la contradicción de su interior estalló y se cortó el pelo, compró sus propios álbumes para quemarlos, tiró sus anillos de diamantes del demonio al río Hunter y se dedicó a Dios como predicador a finales de los cincuenta, una época góspel en la que cantaba si su estridencia salvaje habitual.
Duende iluminador para los Beatles y los Rolling Stones (Mick Jagger aprendió a usar todo el escenario gracias a él), otro cisma biográfico ocurrió cuando Richard expresó que «Jesús le había curado la homosexualidad». Una traición al colectivo al que se atrevió a representar, hasta que se desmelenó de nuevo y volvió a las andadas del rock en los 60, con su pizca de resentimiento. «Nunca me habéis dado lo que me debéis», dijo en una ocasión presentando el Grammy al Mejor Artista Revelación, que se dio en broma (pero en serio) a él mismo. Y no es baladí: lo que Richard encendió junto a otros se había convertido en los 80 y 90 en el eje de la cultura estadounidense, y lo hizo valer.
¿Qué artista actual podría ser el equivalente a Richard por insurrecto? «Me cuesta pensar en un artista en concreto, pero estamos en una época en la que hay muchos artistas poniendo sobre la mesa problemáticas que hay que hablar y solucionar. Little Richard era un innovador, un emancipador y un alma valiente, por todo lo que consiguió en la época que le tocó vivir», dice la directora del filme, que ha querido narrar su vida pasando por encima de coloristas detalles concretos para radiografiar también la sociedad y agravios de la época, los testimonios de académicos y fans lo dibujan como una inspiración.
Aunque había ingresado en el Salón de la Fama del Rock desde el primer día de su creación en 1986, en Hollywood, en 1997, recibió en los Premios de la Música Americana la condecoración a su trayectoria y mérito, y el documental lo enfoca como si de unas pinzas que quitan una espina se tratara. Le vemos llorar y taparse. Keith Richards le dice: «Éramos un grupo de bar y en aquella gira juntos de una semana aprendí más que en resto de mi vida». Y David Bowie: «Hola, melocotoncito de Georgia, felicidades. Y muchas gracias por contribuir a la fundación del rock, la creación artística más importante del siglo XX. Que Dios te bendiga». Y ahí sube él: «Soy el inventor. El emancipador. El arquitecto. El rhythm and blues tuvo un bebé y alguien lo llamó rock and roll». Suena 'Good Golly Miss Molly'.
¿Si pudieras dejar un legado al mundo cuál sería: tu música o tu obra con Dios y la Iglesia?, le preguntaron postreramente. «Creo que todo va ligado. En la Iglesia no toco 'Good Molly Miss Molly', pero todo es música y la adoro».
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