Raúl Canosa, el joven que cambió la Playstation por el piano de cola

El músico madrileño, de 26 años y alumno de Joaquín Achúcarro, acaba de publicar su primer disco, 'Serenatas y danzas españolas'

El piano de Joaquín Achúcarro alumbra Nueva York en la gira de su 90 cumpleaños 

Raúl Canosa ABC

De niño, Raúl Canosa no tenía una buena relación con la música clásica. «Mi experiencia con la música eran una clases desastrosas de solfeo a las que me llevaron mis padres. Después de ellas, el profesor dijo: 'Pobrecito, claramente la música no es para ... él; es un poco hiperactivo y lo que quiere es jugar a las espadas'. Y es que yo llegaba a marcar el compás de 2/4, pero cuando había que pasar al 3/4 y además decir la notas, me perdía, no daba para más».

El niño empezó a enderezarse cuando, tras suspender flauta, su madre pidió a una amiga suya, violonchelista, que le diera clases. «Al año siguiente, era el solista de flauta en el colegio», presume orgulloso.

Un día, recuerda, con diez años, fue a casa de un amigo para jugar a la Playstation; en el salón de aquella casa había un piano. «Su madre era pianista, y a mí me llamó la atención. ¡Era mucho más grande que la Playstatioin! Me animó a tocar con ella: yo la parte de arriba y ella la de abajo. Sonaba genial y le dije que yo quería tocar ese instrumento. 'Para eso tienes que estudiar en el Conservatorio -me dijo la madre de mi amigo-. Y eso hice».

Joaquín Achúcarro

Raúl terminó el Superior un año antes de lo previsto y, con 20 años (ahora tiene veintiséis) hizo un máster en la Colburn School de Los Ángeles, antes de continuar sus estudios en Buenos Aires, Viena y Dallas (en la Southern Methodist University), donde reside actualmente. «Me fui allí para estudiar con Joaquín Achúcarro; él ya se ha jubilado -¡tiene 90 años y sigue tocando!-, pero yo me he quedado».

El pianista bilbaíno, uno de los grandes músicos españoles de las últimas décadas, esta siendo determinante en la carrera de Raúl Canosa. ¿Cómo fue su encuentro con él? «Es una de las personas que admiraba desde pequeño, había ido a varios de sus conciertos. Con 17 años fui a verle para que me escuchara. Lo primero que me dijo tras saludarme fue: 'Tienes manos de pianista'. Yo llevaba la partitura de 'El pelele', de Granados, que estaba estudiando, y le pedí que me la firmara, y después me atreví a decirle que me gustaría que me escuchara. 'Ahora es complicado, pero tengo el presentimiento de que nuestros caminos se van a volver a cruzar'. Yo pensé: ¡Qué clase para decirme que no! Entonces fui a hablar con su mujer, le di la tabarra y conseguí su contacto. Un tiempo después, me colé en unas clases que estaba dando en Madrid y conseguí tocar para él».

«Achúcarro es un ejemplo de constancia en el trabajo, e incluso con 90 años sigue estudiando, mejorando y descubriendo cosas, incluso con piezas que ha podido tocar cincuenta o cien veces en público. Es la diferencia entre un profesor y un maestro»

Ahí quedó la cosa y Raúl siguió sus estudios en Los Ángeles, Buenos Aires y Viena; pero él quería estudiar con él en Dallas. Le envió un correo electrónico a la mujer de Achúcarro y Raúl aprovechó un concierto suyo en el teatro Monumental de Madrid con la Orquesta de RTVE para volver a hablar con él. «Les envié unos videos, le gustaron y me admitió como alumno».

Lo que le ha aportado Joaquín Achúcarro a Raúl Canosa, «además de muchos trucos, mucha experiencia y muchas soluciones pianísticas que él tiene, es su ejemplo de constancia en el trabajo, y que incluso con 90 años sigue estudiando, mejorando y descubriendo cosas, incluso con piezas que ha podido tocar cincuenta o cien veces en público. Eso es algo fundamental; es la diferencia entre un profesor y un maestro. Un profesor te dice: 'haz esto, haz lo otro', y el maestro te lleva con su ejemplo y su energía».

Entre las muescas de la todavía joven carrera de Raúl Canosa figuran ya el Auditorio Nacional, en Viena; el Musikverein de Viena o el Das Zentrum en Bayreuth (Alemania). También la grabación de su primer disco, titulado 'Serenatas y danzas españolas' (Le Salon de la Musique), que incluye piezas de dieciocho compositores, desde Mateo Albéniz hasta Miguel González Vallés, pasando por Granados, Turina, Falla, Rodrigo, Mompou o Ernesto Halffter.

El disco tomó forma durante la pandemia. «Estábamos encerrados y entre hacer pan y grabar un disco, opté por la segunda opción -ríe-. Para el repertorio se me ocurrió combinar danzas que habitualmente están desperdigadas en ciclos diferentes, para ver sus similitudes rítmicas, de género, y poner de manifiesto las diferencias y la personalidad de cada compositor a la hora de tratar el mismo género».

«Si te quedas encerrado en el aula de prácticas, acabas tocando con más seguridad (o acabas rayado y te da un patatús), pero realmente lo más importante es el alma y comunicar la pieza»

Elaborar el programa le llevó tiempo. Fue descubriendo piezas, escuchando, eligiendo... Incluyó una obra propia, encargó otra a un amigo y metió «con calzador» una composición que le gustaba mucho de otro amigo, Miguel González Valle. «Esa es una historia curiosa. Le pregunté a Miguel si tenía alguna pieza española. Me dijo que sí, una titulada 'Becerril de la Sierra', que yo había escuchado ya y me gustaba; es una obra muy melódica, inspirada y formalmente perfecta... Pero no era ni una serenata ni una danza. Así que la subtitulamos 'Serenata' y la incluimos en el disco; ya había otras cuatro que eran cada una de su padre y de su madre y sin nada en común».

Arte vivo

Raúl Canosa es un joven locuaz y aparentemente expansivo. ¿Cómo influye el carácter en la manera de tocar? ¿Enriquece ser una persona abierta y no crear el mundo entre las cuatro paredes del estudio? «Sí, absolutamente. El dilema está en que encontrar un buen balance; si te quedas encerrado en el aula de prácticas, acabas tocando con más seguridad (o acabas rayado y te da un patatús), pero realmente lo más importante es el alma y comunicar la pieza; eres una persona que está viva, y tienes que haber vivido experiencias y, sobre todo, alimentarte de arte. Cuando escuchamos música es porque es arte y nos inspira a través de un lenguaje abstracto que es el lenguaje de los sonidos. Fue Schopenhauer, si no me equivoco, dijo que la música es la expresión máxima del arte porque es totalmente aislada, no depende de la realidad de un pintor que imita un paisaje o que hace un retrato que está ligado a la realidad, sino que es absolutamente independiente».

«Lo que ocurre -añade Raúl Canosa- es que el piano tiene un componente atlético que no se puede descuidar. No se puede ser un poeta bohemio que está viajando y viviendo romances y aventuras, al que le llega la inspiración en un tren y escribe el poema que pasará en la historia. Eso no existe. Hay genios que tienen esa inspiración y que no necesitan practicar. He dicho atlético, pero en realidad es más artesanal, entendido como una labor en la que hay que trabajar, pulir y perfeccionar, y que nunca llega a estar del todo perfecta. En la música en vivo no hay dos interpretaciones iguales. Cada día es diferente; si no, se pone un CD y ya está. O una presentación en powerpoint con la interpretación ideal. Pero además de poco emocionante, sería poco vivo».

«Muchos de los pianistas que más me han conmovido no tienen la mejor técnica o la mayor pulcritud. Y esa es la diferencia entre impresionar -que muchas veces se puede conseguir solo con técnica- y conmover. Eso es algo que va más de alma a alma»

¿Existe entre los jóvenes pianistas una obsesión por el virtuosismo técnico? «La hay porque es un parámetro en cierta manera objetivo, y ante tanta competencia es una manera banal de purgar. Si uno quiere tener una carrera, evidentemente, ha de estar preparado a nivel técnico. Tiene que ser solvente, poder tocar un concierto un día y otro totalmente distinto al día siguiente; debe tener bastante programas debajo de los dedos siempre. Y una capacidad de aprender rápidamente, desde luego, es importante. Pero luego a la hora de ofrecer algo de valor, no se trata de que un pianista haga una interpretación que esté muy bien, sino que deje algo más. En ese sentido es difícil evaluarlo. Muchos de los pianistas que más me han conmovido no tienen la mejor técnica o la mayor pulcritud. Y esa es la diferencia entre impresionar -que muchas veces se puede conseguir solo con técnica- y conmover. Eso es algo que va más de alma a alma».

Repertorio español

Todos los autores del disco son españoles. Raúl Canosa asegura que nuestro repertorio pianístico siempre le ha llamado la atención. «Me parece que tiene un colorido y un ritmo único que no se encuentra en la literatura clásica que se suele tocar. Eso por un lado: realmente sienta bien, como español, recuperar ese patrimonio y tocarlo. Pero también, por suerte o por desgracia -y quizás para los pianistas españoles, por suerte-, ese repertorio no ha tenido tanta repercusión en los libros de historia y en el repertorio clásico europeo. lo que significa que, por ejemplo, que a Chopin lo toque un pianista polaco o a Beethoven uno alemán no le otorga un plus. Pero parece que la clave de cómo se toca la música española solo la tenemos los pianistas españoles».

La causa de esta idea, sigue, es que «en realidad nadie más toca la música española porque no forma parte del repertorio. Y eso nos da también una puerta de entrada a los pianistas españoles; hay que ser un poco avispados y saber aprovecharla. Si hubiese grabado un CD con las cuatro baladas de Chopin, que me encantan, quizás no estaríamos haciendo esta entrevista».

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