La música de Weinberg habita entre nosotros
El Cuarteto Danel interpreta la integral de los cuartetos de cuerda del compositor polaco
El Teatro Real estrena 'La pasajera', una «estremecedora» ópera sobre el horror de Auschwitz
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Iniciar sesiónEl compositor Mieczysław Weinberg se ha impuesto con una fuerza extraordinaria en el ambiente musical madrileño. Primero fue la representación en el Teatro Real de 'La pasajera' en una versión deslumbrante por la calidad interpretativa impuesta desde el foso por la directora Mirga ... Gražinytè-Tyla en complicidad con la contundente propuesta teatral de David Pountney, quien descubriera la obra en 2010.
'La pasajera' centra su argumento en el encuentro casual entre una antigua deportada en un campo de concentración del Reich y una de sus guardianas, asunto muy cercano a Weinberg quien conoció de cerca la violencia antisemita en la Polonia de los veinte, sufrió con dureza la represión estalinista en territorio ruso, y soportó, sin poder evitarlo, la ejecución de muchos de sus familiares. En una impresión inmediata, 'La pasajera' tiene todos los ingredientes para convertirse en una obra testimonial, utilizada como forma de liberación ante la imposibilidad de acometer acciones personales que puedan modificar la realidad.
Pero merece la pena observar esta ópera integrada en un catálogo musical particularmente prolífico, con poco más de 150 composiciones incluyendo cuatro óperas, tres operetas, 21 sinfonías y 17 cuartetos de cuerda. Según explica David Flanning, crítico y estudioso de la obra de Weinberg, 'La pasajera' se une al 'Requiem' en el propósito de denuncia de las atrocidades nazis por parte del compositor aunque esté lejos de significar una forma de rebeldía. Los sufrimientos personales padecidos por Weinberg, por espantosos que sean, no determinan de manera fehaciente un rechazo frontal al medio en el que sobrevivió y que su obra podría ejemplificar en ese sentido o, incluso, en el contrario, como forma de cinismo o capitulación. Las adherencias vitales en su música solo son una aportación más a un inconformismo de raíz esencialmente artística antes que estrictamente personal.
Todo ello se percibe con claridad si la obra de Weinberg se aborda con sentido transversal. La colección de cuartetos de cuerda, por ejemplo, cubre medio siglo de vida con pliegues significativos durante los once años de silencio entre el cuarteto 6 y el 7, en coincidencia con los años de antiformalismo y persecución policial que llevaría a Weinberg a la cárcel, en 1948, y ya en los años setenta cuando aparecen trabajos relacionados con la ópera. Por eso, en paralelo a la representación de 'La pasajera', la Fundación Juan March, que ya en 2012 anticipó la música de Weinberg en un ciclo pionero, ha programado en su sede de Madrid la integral de los cuartetos de cuerda, por primera vez en España, en cinco conciertos presentados en orden cronológico.
La cita se había anunciado desde tiempo atrás como algo imprescindible de la actual oferta concertística madrileña. Una vez concluido el ciclo debe considerarse que su realización es una hazaña incuestionable, por la sustancia musical de un compositor al que no es posible mantener en segundo plano, y por la entidad interpretativa de uno de los grandes embajadores de su música, descubridor asimismo de varias de sus obras: el Cuarteto Danel. Hace ya quince años que el Danel grabó la primera integral de los cuartetos de Weinberg, casi al tiempo que estrenaba varias composiciones que se guardaban en su casa, incluyendo otros cuartetos menores que en estos conciertos se han incorporado en forma de bis.
De nuevo surge la contradicción entre el ser reflexivo, eclético y plural que reserva sus dudas a una esfera estrictamente privada y el compositor obligado a relacionarse en espacios públicos dominados por el 'estabishment'. Y en ambos casos aparece la cara sonriente de Weinberg, el gesto de alguien de perfil afable y apariencia modesta, tal y como se muestra en la serie de fotografías cedidas por su viuda, Olga Rajalskaia, e incluidas en el programa de mano editado por la March con buenos textos escritos por David Flanning. Weinberg afable y al tiempo resistiéndose al arrebato personal, al realismo o a la vanguardia socialista: construyendo poco a poco una colección musical deslumbrante, compleja por su pluralidad de aperturas y fascinante por el recorrido introspectivo en el que penetra.
Cabe encontrar un punto culminante en el cuarteto 15, pues en su estricta abstracción, en su concentradísima expresión capaz de rozar en varios de sus movimientos el estricto silencio, en su puntual y lejana evocación beethoveniana, incluso en su poderosa capacidad de síntesis, habita lo mejor de un autor que divaga en términos artísticos. Su mentor y amigo Dmitri Shostakovich, trece años mayor que él, y con el que es fácil encontrar concordancias estilísticas, dejó quince cuartetos que apelan a la interiorización personal. No es el caso de Weinberg, quien siempre sabe encontrar el punto de fuga con el que moldear la música bajo principios sonoros, incluso en aquellas obras afectivamente más próximas, como el poético cuarteto 16 dedicado a su hermana Ester ejecutada en Polonia. Por entonces, en los años ochenta Weinberg revisó sus primeros cuartetos, quizá significando el deseo de configurar coherentemente un ciclo que estaba a punto de concluir por razones vitales. Atrás quedaba la convulsión inicial de las primeras obras, la ironía caleidoscópica llena de enigmáticos contrastes (5), el juego de una música que se tuerce a cada paso se desintegra y compone (7), el guiño a lo encantador (en el más famoso 8), el lirismo folclorizante (9), lo exquisito (10), lo introspectivo (12), lo inaudito por su penetración instrumental (12), lo radical y lo extremo (13), la tensión antes de la rotundidad final (17).
Al Cuarteto Danel le debemos haber ofrecido una de la experiencias musicales más fascinantes de los últimos años. Su calidad interpretativa alcanza proporciones admirables, desde lo más carnal a lo extremadamente estrecho, bien soportada por el contacto con unas obras que en realidad son suyas. A la entidad artística se une además el esfuerzo físico que supone interpretar los 17 cuartetos en cinco sesiones distribuidas en cuatro días. La concentración y el método han sido decisivos a la hora de abrazar una parte relevante de la todavía muy inédita sabiduría musical de Weinberg.
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El veredicto de 'La pasajera'
Alberto González Lapuente
Y la Fundación Juan March lo ha hecho posible reparando una deuda que seguía pendiente y que pocos se atreverían a proponer. De hecho, mientras grandes festivales españoles se hunden en la rutina y la vulgaridad, y alguno otro sobrevive con evidentes síntomas de cansancio, la Fundación March se ha atrevido a presentar el ciclo Weinberg bajo la denominación de Serie Festival. La primera edición de este nuevo 'proyecto' ha sido una estupenda manera de revitalizar un término demasiado vapuleado, pero que si se aprovecha con sentido sigue siendo imprescindible como referencia a un acontecimiento musical realmente excepcional. Fuera de lo común.
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