Judas Priest: «El metal lo tiene difícil en estos tiempos porque requiere atención»
La mítica banda británica publica su nuevo disco 'Invincible Shield', que presentará en directo en España en junio
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De todos los grupos de la llamada NWOBHM ('New Wave of British Heavy Metal'), Judas Priest es el único que se formó en los años sesenta. Fue en los estertores de la década prodigiosa, cuando en Inglaterra aún se respiraban los efluvios del 'peace ... and love' por las calles de las grandes ciudades. Aunque quizá no tanto en Birmingham, cuna de la Revolución Industrial y por entonces todavía una urbe rematadamente obrera con sus paisajes ennegrecidos por el humo de las plantas metalúrgicas. Allí había nacido un año antes Black Sabbath, que junto a Deep Purple y Led Zeppelin manufacturaron un nuevo género al que años más tarde ajustarían las tuercas Iron Maiden, Saxon, Tygers of Pan Tang, Diamond Head y por supuesto los Judas, que más de medio siglo después, siguen añadiendo piezas al invento con una energía que hace preguntarse cómo demonios se mantienen en forma tras tantas décadas de apostolado heavy.
Su bajista y fundador Ian Hill, el único miembro de la formación actual que fue testigo directo de todo el proceso de fabricación, desvela su secreto de la eterna juventud tras dejarnos escuchar 'Invincible Shield', el nuevo disco que publican el 8 de marzo (en CD, cassette y vinilo de diferentes formatos incluyendo el picture-disc) y que vendrán a presentar en verano a Barcelona (13 de junio, Sant Jordi Club), Pamplona (15, Navarra Arena), Madrid (17, Palacio Vistalegre) y Cartagena (19-22 junio, Rock Imperium Festival).
«Es un poco extraño mantener esa energía trabajando a distancia», explica en conexión zoom con ABC. «Parte de las canciones se escribieron antes de la pandemia, y cuando llegó el confinamiento cada uno de nosotros estaba en una parte del mundo distinta, así que no quedó más remedio que componer el resto del álbum en remoto. Después hicimos los conciertos de quincuagésimo aniversario, y no hubo tiempo físico para meternos en un estudio. ¡Yo grabé mis líneas de bajo en habitaciones de hotel con ayuda de un ordenador en los días libres que nos iba dejando la gira! Definitivamente, la tecnología salvó la industria discográfica durante el covid».
Todo esto le hubiera parecido ciencia ficción al joven Ian que formó Judas Priest hace cincuenta y cinco años, cuando trabajaba en la industria de componentes de automoción. «Conocí a un aprendiz de electricista llamado Ken Keith (K.K. Downing, que dejó el grupo en 2011), y como a los dos nos gustaba el rock y teníamos ganas de hacer algo de ruido empezamos a ensayar juntos haciendo versiones en un local llamado Holy Joe's. Un día nos vio tocar un tipo que se presentó como Al Atkins, diciendo que cantaba en un grupo llamado Judas Priest. Nos dijo que se iban a separar y que si queríamos tocar con él heredando ese nombre. Nosotros necesitábamos un vocalista, así que dijimos que sí y así empezó todo. Fue un 'win-win', y el subidón del primer ensayo juntos todavía dura a día de hoy (risas)».
Su primer concierto tuvo un fuerte aroma a clase obrera. Fue en el Working Men's Club de Essington (en el condado de Staffordshire), donde actuaron «ante veinte personas que se quedaron en shock», asegura Hill. «La verdad es que tocamos bien, intentando ser fieles al respeto por el virtuosismo que tenían artistas contemporáneos como Cream, Jimi Hendrix o los Zeppelin, a los que solían describirse como 'heavy rock', porque aún no existía el término heavy metal. Creo que la primera vez que lo escuché fue cuando aparecieron los Heavy Metal Kids en 1972. Un par de años después, en 1974, en una entrevista que nos hicieron nos preguntaron qué tipo de música hacíamos. Y uno de nosotros dijo «¡heavy metal!»». Fue el guitarrista Glenn Tipton, que acababa de incorporarse al grupo junto al nuevo cantante Rob Halford, que reemplazó y eclipsó absolutamente al vocalista original que había fundado Judas Priest. Ese mismo año lanzaron su debut 'Rocka Rolla' con cierto éxito, y durante el resto de los setenta su popularidad no hizo más que crecer hasta que en 1980 'British Steel' ('Acero británico') los convirtió en leyenda en el amanecer de la década dorada para el género.
«Las cosas son ahora muy diferentes en todos los sentidos, a niveles realmente locos», afirma Hill cuando el guion de la entrevista salta hasta la actualidad. «Es increíble que ahora un holograma pueda salir de gira por ti», bromea cuando preguntamos por KISS y otros artistas que han dado luz verde a la creación de avatares sustitutos. «Creo que yo no lo haría, pero a mí me da igual las decisiones que tomen otros. El problema que veo es cuando se hacen avatares de gente que ha muerto. O cuando se resucita a artistas con inteligencia artificial. Me parece que hacerlo sin su permiso tiene ciertas implicaciones éticas que no creo que se hayan debatido a fondo».
En cualquier caso, en lo referido a esta nueva era, a Hill le preocupa bastante más la dictadura algorítmica en el mercado del streaming. «Tengo la sensación de que favorece a la música de consumo fácil y rápido, y de que géneros como el heavy metal lo tienen más difícil porque requieren atención, cierto compromiso por parte del oyente. Si te fijas, en la industria musical se impone todo lo que no necesite demasiado tiempo, se estimula la velocidad para saltar de una cosa a otra sin tiempo para reflexionar. Eso da pavor, porque es un modelo cultural que genera consumidores en lugar de melómanos».
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