Joaquín Achúcarro: «El piano es como una droga; necesito una inyección diaria»
El músico, de 90 años, acaba de publicar en DVD un recital grabado en el Guggenheim de Bilbao
El piano de Joaquín Achúcarro alumbra Nueva York en la gira de su 90 cumpleaños
Madrid
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Iniciar sesiónEl 1 de noviembre de 1932, ABC recogía en una fotografía la reunión de Manuel Azaña con Francisco Franco (entonces, respectivamente, ministro de Guerra y jefe de la XV Brigada de Infantería de Galicia). Ese mismo día, a algo más de cuatrocientos kilómetros de distancia, ... nacía en Bilbao Joaquín Achúcarro Arisqueta; la segunda república, la guerra civil, la dictadura, la transición, la monarquía constitucional... Todo lo ha vivido con las teclas de su piano bajo los dedos. Actualmente, el músico, todavía en jubilosa actividad, se encuentra inmerso en su gira de conciertos de su 90º aniversario. En este contexto, el Museo Guggenheim de su ciudad natal acogió en mayo de este año la grabación de un recital editado en DVD por EuroArts, con el patrocinio de la Fundación BBVA: Brahms, Chopin, Rachmaninoff, Liszt y Scriabin. Desde Dallas, donde reside, contesta a través del correo electrónico a las preguntas de ABC.
¿Qué tuvo de especial el recital del Guggenheim? ¿Algún sentimiento por encima del resto, o fue un concierto más en su carrera? ¿Le parece el DVD un bonito documento?
El Guggenheim de Bilbao es uno de los espacios más increíbles que existen. Grabar allí ha sido una experiencia única y elegí grabar obras que me han acompañado a lo largo de mi vida. No fue tarea fácil por los horarios del museo (había que hacerlo en solo día y medio), el transporte de material, las cámaras, los micrófonos... Pero se consiguió. Recuerdo que aquel día me acosté a las 9 de la noche y dormí 14 horas. Pero, sinceramente, creo que ha quedado algo que vale la pena.
¿Qué le motiva a seguir en activo pasados los noventa años? ¿Es capaz una persona de seguir ilusionándose del mismo modo cuando se sienta ante el teclado?
Me motivan mi amor a la música, al piano, al público que venga a escucharme. Mi relación con el teclado ha tenido varias etapas: a los dos años con los brazos estiradísimos por encima de mi cabeza para llegar a aquella misteriosa superficie en la que mi padre, cuando volvía de la consulta, tocaba cosas bonitas. Después, a los 5 o 6, años, de rechazo: ¿por qué tenía yo que estar aprendiendo a tocar mientras los otros niños jugaban? Pero luego vino una lenta progresión: resignación, aceptación, interés, deseo de progresar, afición, amor, pasión y, al final, adicción. El piano es como una droga; necesito una inyección diaria, totalmente necesaria porque tengo que preparar lo mejor posible mis compromisos profesionales. Defiendo mis cinco horas y, si puedo, un poquito más.
¿Sigue usted alguna rutina especial?
Intento estar en la mejor forma física posible; sobre todo procuro nadar casi todos los días.
Lleva muchos años enseñando, ¿qué es lo que más le satisface de esta labor? ¿Se siente usted alumno todavía?
Creo que fue en 1988 cuando dije que no enseñaría nunca porque necesitaba todo el tiempo para estudiar. Y justamente ese mismo año, durante mi 'tournée' por EE.UU. (que, por cierto, incluyó conciertos con la Filarmónica de Nueva York y Zubin Mehta), toqué con la Orquesta de Dallas y di un recital en la Southern Methodist University (la Universidad Privada de Dallas). Parece ser que estaban buscando un pianista en activo para la Endowed Chair y tenían 155 candidatos, pero al acabar mi recital la facultad de piano entera fue al rector a decir que querían que fuese yo el elegido (sin yo saber nada sobre todo aquello). En resumen: acepté la cátedra. Ellos querían que yo siguiese dando conciertos y tuve toda la flexibilidad del mundo para programar mis temporadas. Treinta y tres años después y más de cinco millones de millas de avión -solo con American Airlines-, han pasado por mi clase mas de 120 jóvenes talentos de muchos países, que han ganado muchos concursos internacionales y que, prácticamente todos, hoy viven de la música. ¿Cómo no voy a estar satisfecho?
«Después del recital en el Guggenheim de Bilbao me acosté a las 9 de la noche y dormí catorce horas»
Imagino que cuanto más tiempo pasa, más misterios encuentra en las partituras ganas de descubrir cosas?
Los grandes autores, con los que llevo conviviendo 75 años, se agigantan más y más a medida que los años pasan y descubro por mí mismo (no por libros de texto) con sobrecogimiento su colosal genialidad: don Juan Sebastián, el pequeño Wolfgang, un tal Ludwig y un largo, larguísimo etcétera.
¿Hay autores con los que se sienta de algún modo más afín en estos momentos, alguno que le diga algo especial?
Desde luego los que están en el DVD y muchísimos más, naturalmente, empezando por Bach y hasta nuestros días.
Si no me equivoco, usted no ha tocado nunca completa la Suite Iberia. ¿No ha sentido la presión de hacerlo al ser un pianista español? ¿Por qué no lo hizo?
No he tocado toda la Iberia, no he sentido la presión, pero he grabado y tocado mucho en público la integral de 'Goyescas', de Granados, y la integral de la obra pianística de Falla.
En el mismo sentido, ¿cree que un pianista español debe tocar el repertorio español por el simple hecho de serlo? ¿O debe 'tratarlo' como cualquier otro repertorio?
Creo que a estas alturas, la música española es conocida y apreciada en todo el mundo.
¿Le queda algo por hacer en el mundo de la música? ¿O simplemente disfrutar de cada encuentro suyo con el piano?
Bach murió dictando música; a Béla Bartók se le cayó el lápiz de la mano; Ravel dijo algo así como: «Aahora que me queda tanto por decir...»; Mozart no tuvo tiempo de acabar su Requiem... Yo simplemente seguiré haciendo, mientras pueda, lo que he hecho toda la vida: preparar lo mejor posible mi próximo concierto.
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