De fiesta entre cupletistas y yeyés: así fue la llegada del pop a España
El libro 'Hola Mr. Pop' de Ignacio Faulín desgrana la llegada de la modernidad a la música española en dos completísimos volúmenes
Un guateque en los sesenta
Costó un poquito más de la cuenta porque vivíamos bajo una dictadura alérgica a todo lo que viniera de fuera, pero el pop, ese irrefrenable impulso juvenil que cambió el mundo, también entró en España en cuanto dio con las grietas para colarse.
Fue ... un proceso lento, de pequeños avances casi imperceptibles vistos de uno en uno, pero sin vuelta atrás, y que para ser analizado a fondo en un libro necesita espacio, mucho espacio. De ahí la total pertinencia de las más de mil páginas que componen '¡Hola Mr. Pop! Cuando la Modernidad llegó a España para quedarse' (ed. Sílex), un libro dividido en dos volúmenes (uno dedicado al período 1956-1964 y el otro a 1964-1969) en los que su autor, Ignacio Faulín Hidalgo, desgrana minuciosamente la historia del nacimiento de la escena pop nacional.
El primer tomo se sumerge en las postrimerías de la España de posguerra, no sin antes hacer un breve repaso por la influencia del jazz en la activación de un circuito de música en directo. «El Hot Club de Barcelona, un grupo de aficionados al jazz, había nacido en 1935 y antes del estallido de la guerra civil ya programaron conciertos de Benny Carter o del Quinteto del Hot Club de Francia que incluía a los míticos Django Reinhardt y Stéphane Grappelli», señala Faulín. «Desde los últimos cuarenta, ese Hot Club de Barcelona, que tenía mucha conexión con el parisino, programa a diferentes grandes como Dizzy Gillespie, Mezz Mezzrow, la orquesta de Count Basie, Louis Armstrong, Sister Rosetta Tharpe o Lionel Hampton, entre otros. El último llega, por primera vez, en 1955 y al año siguiente es una auténtica conmoción en las dos principales ciudades del país. Es importante porque la música de Hampton es muy bailable y cercana, muchas veces, al rhythm and blues, base clave del rock and roll».
Ese último género es el que enciende definitivamente la mecha, con fenómenos como Bill Haley, que a pesar de lo que pudiera parecer, «tuvo gran eco en España y se publicó tanto en disco de pizarra como de vinilo», explica Faulín. «Fue el rocanrolero con mayor éxito en nuestro país, gracias a 'Rock around the clock' o la canción que lanzó mundialmente el rock and roll. Por ello, en noviembre de 1958 se programó a Haley en el Palacio de Deportes de Barcelona y unos promotores incluyeron España en su gira. La prensa hablaba de unas 3.000 personas».
El paso de la pizarra al vinilo «fue una auténtica revolución» según Faulín, «porque, de pronto, los discos sonaban muchísimo mejor, nacieron las carátulas y formatos como el LP ampliaban las posibilidades de duración. Además, coincidió en nuestro país con el alejamiento de la precariedad de posguerra, el nacimiento de diferentes sellos nacionales y la apertura de oficinas de multinacionales como RCA».
Portadas de los dos volúmenes de 'Hola, Mr.Pop'
Poco después, la silueta de Elvis Presley también se proyectó sobre la piel de toro. «Fue reflejado en la prensa de manera crítica pero también publicaciones como 'Discofilia' valoraban no negativamente su música». Más o menos en esa época es cuando la canción italiana también penetra en las casas de los españoles, convirtiéndose en otro catalizador de las ganas de bailoteo. «El impacto italiano llega con toda su fuerza en los últimos cincuenta», apunta Faulín. «A ello no fueron ajenos el boom del festival de San Remo, el éxito internacional de 'Volare', el eco de Renato Carosone o Marino Marini y la relación artística con ese país en otros terrenos como en el cine».
Y así, poco a poco, en España comenzó a generarse un hábitat en el que la canción tradicional española tuvo que empezar a acostumbrarse a convivir con un nuevo vecino. «El pop supuso la apertura de una música y un mercado juvenil que iba por un lado mientras la canción española -lo que entendemos hoy como copla- iba por otro y tenía un público adulto», dice Faulín, que tal como hemos mencionado, en su libro explica que la llegada del pop no significa que la canción española desaparezca. «Eso nunca fue así aunque algunos lo manifiesten de esa manera. No olvidemos que los sesenta es la época de un astro como Manolo Escobar o de la primera Rocío Jurado. También, por ejemplo y entre 1960 y 1965, aparecen diferentes éxitos de ese género pero la gente joven, en general, miraba a otro lado y ya no era el género hegemónico».
No hay que dejar de señalar que los artistas latinoamericanos también jugaron un papel esencial en este proceso, algo que queda profusamente detallado en 'Hola Mr. Pop'. «Grupos como Los Teen Tops, desde México, influyeron lo suyo en la primera escena juvenil. De ahí salió Enrique Guzmán que fue un gran divo aquí. Otro grupo, más convencional, fueron Los Llopis. Provenían de Cuba y llegaron también vía México. Hacían otros géneros pero lograron éxito con adaptaciones de primera hora», describe el autor.
Los Teen Tops
La primera reacción liberticida del régimen, tal como se explica en el libro, fue la censura. Pero Faulín considera que ésta jamás consiguió cumplir sus objetivos finales. «Censura siempre hubo pero -como recalco en el libro- no afectó y no fue un lastre especialmente en el desarrollo del pop aquí. Sí, desde 1960 existían listas de discos no radiales que publicaba el Ministerio de Información y Turismo pero el pop -hasta los últimos sesenta- no tenía contenidos extra, ya me entiendes. Es a partir de 1967 cuando comienzan a incluirse -en esas listas- canciones de cantautores mientras el pop va cambiando con la psicodélica y después con lo progresivo o underground que se llamó aquí. No olvidemos también que la censura también existía en países democráticos como Gran Bretaña (la BBC era un buen vivero), Francia o Italia. Y que siempre existieron canciones que se le escapaban a nuestra censura».
Faulín considera que, a principios de los sesenta, el eco de The Beatles fue muy similar en España al de otros países de nuestro entorno. «La beatlemanía fue muy fuerte en 1964 y eso supuso que un promotor como Bermúdez los trajera al año siguiente. Madrid no llenó aunque no fue el fracaso que alguno comenta pero la Monumental de Barcelona estaba hasta arriba». Es por entonces cuando se produce el fenómeno más popular derivado de esta explosión: el ye-yé. «El término se importó de Francia y comienza a utilizarse en los últimos meses de 1964. Los años máximos de utilización del término se extienden hasta 1967 incluido. Después, como siempre, fue pasando de moda. Era un sinónimo de modernidad, de juventud pop y de normalidad del mercado juvenil».
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¿Y cómo ve aquella época la juventud actual? ¿Los artistas de la explosión pop española dejaron alguna huella que permanezca hoy? ¿Se les sigue viendo como músicos rancios y rendidos ante el régimen, o se han superado esos prejuicios? «La gente joven vive ahora su momento pero si son buenos gourmets musicales valoran muchas canciones de entonces», opina Faulín, no sin reconocer que «ahora existen muchos tópicos, de signo político muchas veces, combatidos en el libro, que cuestionan injustamente ese tiempo».
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