Fernando Navarro: «Estar en crisis, equivocarse, es estar vivo. Cagarla es un derecho»
Su novela 'Todo lo que importa sucede en las canciones' cuenta la historia de un periodista en naufragio existencial que se aferra a la música como salvavidas

Para un periodista musical separado de la madre de su hijo, escribir una novela sobre un personaje con el mismo oficio que ahoga sus penas en alcohol, drogas y canciones al romper con su pareja tras ser padre, es un reto temible en la era ... de la ultraliteralidad y el reproche online. Pero Fernando Navarro ha sido valiente, y combinando recuerdos con talento literario ha conseguido que al lector le importe un pimiento cuánto hay de verdad y cuánto de ficción en 'Todo lo que importa sucede en las canciones' (ed. Pepitas de Calabaza), su cuarto libro al margen de sus escritos culturales para el diario El País y revistas como Ruta66.
«He sufrido varias crisis durante el proceso. En cada revisión del texto he ido quitándome miedos», cuenta Navarro tras un breve suspiro que evoca los sudores de la escritura con porcentaje autobiográfico. «En la primera versión de la novela no había drogas ni alcohol, y uno de los editores, que se ha convertido en un gran amigo, me dijo que estaba cometiendo un error. Yo me estaba frenando, entre otras cosas, porque me daba miedo qué pensaría mi hijo al leerlo cuando se hiciera mayor. Y llegó un momento en el que dije, '¿estoy escribiendo este libro para mi hijo? ¿O para mí?'. Y dije, 'a tomar por saco'. Espero que cuando mi hijo sea adulto sea una persona formada e inteligente, y además, a quién vamos a sorprender a estas alturas diciendo que hay drogas y alcohol en el mundillo de la música, o en la sociedad en general… Al final he contado ese tipo de cosas tal como las he vivido, aunque he de reconocer que al principio me costaba mucho. Seguramente por esa cosa judeocristiana de la culpa, y por esa epidemia de corrección que te exige parecer perfecto o tener una ética incuestionable. En el libro hay momentos en los que el personaje se porta como un gilipollas, y no tengo por qué ser yo, ni dejar de serlo».
En su novela Navarro describe la deriva existencial de un hombre en la frontera de los cuarenta, que utiliza la música como salvavidas al naufragar en maremotos emocionales como la ruptura, el duelo o los demonios del pasado, a través de capítulos titulados con nombres de canciones que diseccionan la psicología de la turbulencia vital a ritmo de rock'n'roll. «Mi mayor obsesión fue que el lector pudiese entrar en la mente del personaje», asegura el autor, que sólo ha escogido canciones anglosajonas como principal hilo conductor de la novela quizá porque destilan una mística lejana, que sirve mejor al propósito de describir la necesidad que el protagonista tiene de construir sus propios mitos.
«Sin duda», asiente Navarro, que obró de este modo precisamente porque en el fondo, la idealización de lo anglo es algo que nos ha pasado a todos. «Hay artistas españoles como Nacho Vegas o Coque Malla que están en el paisaje de la narración, pero no quise dedicarles un capítulo entre otros protagonizados por temas de Bob Dylan o Bruce Springsteen, por ejemplo, porque pensé que me criticarían por elevarles a la altura de esos mitos. También lo hice así por rendir homenaje a un concepto, que se está extinguiendo, que es el de artistas como Bowie, que se meten en la selva de lo desconocido, arriesgándose para hacer el mundo más habitable para todos».
El protagonista de 'Todo lo que importa sucede en las canciones' sufre un incendio interno al conocer a una chica excitante poco después de formar una familia, o dicho de otra forma, de tener todo lo que presuntamente se le puede pedir a la vida. La culpa le abruma al darse cuenta de que a pesar de haber tenido un hijo con una chica que le adora, él quiere algo más, o distinto. Se siente un traidor, un caprichoso, un inmaduro. Pero decide no engañarse a sí mismo y buscar la felicidad con la música como compinche en su dura travesía. «En realidad, lo que hace el personaje es utilizar las canciones como asidero para intentar averiguar si lo que nos venden como vida feliz e ideal es una ficción, o no», concluye Navarro. «En ese sentido, lo que intento con este libro es ponerle una carga de dinamita a todo lo que damos por sentado por culpa de los estereotipos y la presión social. Todos estamos en crisis permanente, y no debemos sentirnos culpables por ello, sino estar agradecidos. Estar en crisis, equivocarse, significa estar vivos. Cagarla es un derecho».
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