Las fallidas intenciones del Festival de Aix
El certamen operístico francés presenta 'Così fan tutte', de Mozart, en una producción de Dmitri Tcherniakov, dirigida musicalmente por Thomas Hengelbrock
El festival de Aix-en-Provence pone el dedo en la llaga
Aix-en-Provence
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Così fan tutte
- Música Wolfgang Amadeus Mozart
- Libreto Lorenzo da Ponte
- Intérpretes Agneta Eichenholz, Claudia Mahnke, Rainer Trost, Russell Braun, Georg Nigl, Nicole Chevalier, Balthasar Neumann Academy, Balthasar Neumann Orchestra
- Director musical Thomas Hengelbrock
- Director de escena y escenógrafo Dmitri Tcherniakov
- Lugar Théâtre de l'Archevéché, Aix-en-Provence
Un paseo por Aix-en-Provence confirma que los lugares con historia y patrimonio a cuyo reclamo acuden visitantes de todo el mundo acaban integrándose en el club de la globalización en el que lo identitario cede terreno a la presencia abusiva de las ... marcas de moda. La cuestión afecta a todos los órdenes de la vida, ya sea la comida o la normalización de los hábitos cotidianos, incluyendo a aquellos eventos creados en su día como forma de afirmación cultural.
Es el caso de Festival de Aix-en-Provence, creado hace 75 años y todavía activo en una ciudad que dice reconocerse en él en cuanto surge la ocasión; y a pesar de que el despliegue propagandístico, otros años tan proclive a engalanar las calles con carteles y anuncios, apenas sea hoy testimonial. Lo que en otro tiempo fue una fiesta compartida por la ciudad estrecha ahora sus márgenes como lugar reservado y distinguido, en línea con cualquiera de los más relevantes festivales del mundo.
A la solidez intrínseca de Aix se añade en esta edición un plus en coincidencia con su aniversario, lo que le lleva, y así lo declara su director Pierre Audi, a renovar enfoques y repertorios, ampliar los contornos de la ópera, entrar en diálogo con otras formas de arte y cambiar el nexo entre los títulos, el público y los lugares. Preludios, proyecciones, exploraciones en géneros menos evidentes, varios cara a cara con los artistas, la plataforma #thedigitalstage, que fuera tan importante durante la pandemia, conciertos y, sobre todo, la ópera dan forma a una programación que este año abandona una línea temática clara, al margen de los guiños a tiempos de confusión y opresión moral, excesos y, sobre todo, manipulación, para insertarse en un proyecto dominado por la fuerza de las obras y sus rectores.
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Aix rasga el retrato de Salomé
Alberto González Lapuente
Se anuncian los grandes ballets de Stravinski dirigidos por Klaus Mäkelä en el arruinado Stadium de Vitrolles y en complicidad con varios cineastas inconformistas –Rebecca Zlotowski, Bertrand Mandico y Evangelia Kranioti–; 'Wozzeck', de Alban Berg, por primera vez en el festival, a cargo de sir Simon Rattle y Simon McBurney, y la siempre profética 'Ópera de cuatro cuartos', de Brecht y Weill, con Maxime Pascal y Thomas Ostermeier. A partir de aquí, la música actual sigue muy presente afín a una apertura de miras propia del lugar y hoy particularmente relevante ante el repliegue conservador de tantas programaciones. El estreno de 'The Fagots and Their Friends Between Revolutions', de Philip Venables y Ted Huffman, una revista musical barroca e iconoclasta, se une al estreno de 'Picture a day like this', a cargo de esos astros de la ópera contemporánea que son George Benjamin y Martin Crimp, once años después del formidable éxito en Aix de 'Writen on Skin', lo que promete intensas experiencias vitales.
Tratando de que la ópera sea 'espejo del mundo' y de su propia historia, Aix ha programado 'Così fan tutte' en el escenario del histórico Théâtre de l'Archevéché, gran espacio escénico al aire libre, de importante dotación técnica, y en origen un viejo patio con algunas gradas y un escenario en un rincón del cobertizo. Estos días se difunde un número monográfico de L'Avant-Scène Opéra que analiza la cronología del festival desde que Gabriel Dussurget lo creara en 1948 y convirtiera esta ópera de Mozart, por entonces muy desconocida, en un título pionero. Las distintas maneras en las que este se ha ido presentando en Aix son en sí misma una historia del pensamiento operístico y teatral desde mediados del XX. Lo refleja la exposición que se expone en el palacio arzobispal, cuyo recorrido concluye con la producción que este año dirige musicalmente Thomas Hengelbrock y en la escena Dmitri Tcherniakov, un nombre capaz de erizar a más de un aficionado. Su propia trayectoria en Aix parece digna de prevención tras la 'Carmen' de 2017 con el antecedente de 'Don Giovanni' en 2010, luego abucheada en el Teatro Real de Madrid cuando en esta ciudad había ganas de alentar el fenómeno operístico.
Debería considerarse que 'Così fan tutte' en Aix es una operación milimétricamente calculada. En el programa de mano Tcherniakov relata su muy larga relación con la obra desde sus años moscovitas, en paralelo a la experiencia de Hengelbrock, quien se ha relacionado con las óperas de Mozart desde el inicio de su carrera profesional. Qué enorme poso de sabiduría hay en su visión musical apoyada por la refinada observación de la orquesta y coro de la academia Balthasar Neumann. Destaca una cualidad actual en su versión límpida y refinada, higiénica y ordenada y, al tiempo, tan original en la disposición de los planos, la percepción del ritmo y la fusión de los timbres. Hengelbrock tiene algo de esteta aunque en su alma bulla lo aventurero. Solo así es explicable que se inmiscuya en correrías sospechosas.
Hace dos años se alió con la directora Lotte de Beer en una comprometida puesta en escena de 'Las bodas de Figaro' en coproducción con el Teatro Real madrileño -y de la que este luego renegó-. Aceite y agua convivieron en el mismo estanque exactamente igual que ahora sucede al compartir espacio con Tcherniakov y, lo que no es de recibo, con un reparto vocal muy por debajo de lo que sería digno en este ámbito. Sálvese la actuación de Georg Nigl porque el Don Alfonso que dibuja obliga a moverse con una agilidad escénica y vocal mayúscula. No es ya que las arias y conjuntos se canten con una clara vocación fonética y teatral, fusionados con recitativos en los que se impone la voz hablada y el texto derivado a la búsqueda del entramado escénico; es el esfuerzo por dibujar a un personaje pérfido, depredador sexual, provocador y atrabiliario, que convierte a Despina en instrumento de su acciones.
Aplausos corteses y algunos abucheos
Nicole Chevalier también otorga a la sirvienta un peso específico interesante con una vocalidad ancha y bien desarrollada, desde luego muy superior al cuarteto de amantes que debuta en Aix sin que estén muy claras las razones para su selección a la vista de sus carencias, limitaciones artísticas y escasez de imaginación. Algo tendría que decir Hengelbrock al respecto pues ha entrenado a Russell Braun (Guglielmo), Claudia Mahnke (Dorabella), Agneta Eichenholz (Fiordiligi) y Rainer Trost (Ferrando), mencionados aquí en estricto orden de preferencia, lo que quiere decir que fueron hundiendo la representación, en el día del estreno, hasta llevarla a un abismo insondable con fondo en 'Un aura amorosa' poco antes del descanso y tiempo antes de que comenzara a llover con suficiente ligereza como para hubiera que suspender la representación durante quince milagrosos minutos, avanzada la noche y el sopor.
'Così fan tutte' suena a pretexto en manos de Tcherniakov, quien vuelve a contar un historia familiar (conviene, o no, recordar a aquella confusa familia que juntó en 'Don Giovanni') con juego de rol de por medio en un tiempo que va del viernes por la tarde al domingo, y en un espacio que tiene visos de diseñada modernidad pero cuya fría impersonalidad es atronadora, quizá a la espera de que todo se llene de emoción, intriga y expectación. La habilidad del regista es evidente y también su capacidad para vislumbrar un concepto y darle forma con solidez técnica. Son las armas al servicio de una mente compleja que disfruta imaginando universos alternativos en referencia al presente del espectador y en los que muy habitualmente enreda el hilo narrativo hasta el punto de llevar el desconcierto a la desconexión. Hubo algunos abucheos para Tcherniakov y corteses aplausos a los intérpretes. Fueron pocos los primeros y demasiados los segundos, en ambos casos tras la espera de un tiempo muerto que, curiosamente, rehabilitó el entusiasmo, dotó de particular energía a Hengelbrock y permitió que por fin se desencadenara la previsible venganza de Despina quien definitivamente mata de un disparo a Don Alfonso una vez que este ha terminado por someter a las dos parejas (es verdad que ellos asumieron el juego de la infidelidad) a varias humillaciones y vejaciones. Si cada nueva producción de 'Così fan tutte' en Aix añade una muesca en el árbol de la historia del festival, con esta se le ha dado todo un hachazo.
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