El Cuarteto Gerhard, aclamado en Chillida Leku
Interpretó a Shostakovich en la Quincena Musical Donostiarra
Sófocles y Stravinski engrandecen la Quincena Musical
San Sebastián
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Iniciar sesiónLa recuperación de Chillida Leku como extensión de la Quincena Musical, en otro tiempo un escenario imprescindible del festival, demuestra la importancia del espacio como objeto de identificación y lugar de resonancia de proyectos singulares, aquí en paralelo a la inmediata trivialidad del ... Kursaal y a la diversidad de otras propuestas en el santuario de Aránzazu, el Museo de San Telmo, Tabakalera o el Palacio Miramar. Desde allí se habla de un museo único, ordenado con sentido global y en donde las esculturas de Eduardo Chillida, el acero y el granito, se entremezclan con las hayas, robles y magnolios. En realidad, Chillida Leku es una anomalía del paisaje que en su día fue posible gracias al sentido visionario de un creador capaz de construir un artificio en un entorno no siempre amable e, incluso, invasivo como demuestra el rugido de los coches que circulan por su alrededor, rompiendo la sensación de amplitud y calma que, a la manera de espejismo, sorprende al visitante.
Lo primero es la sensación de bienestar solo aparente pues en Chillida Leku está muy presente la tensión del medio penetrado por el empeño artístico de Chillida cuya vida estuvo dedicada a doblegar la materia y dotarla de significado. La terquedad del proyecto del escultor vasco se evidencia en la recurrencia del estilo y en la depuración progresiva del lenguaje que sutilmente adquiere perspectivas muy diversas. Observarlo así añade un plus de interés al hecho de que Chillida Leku acoja este año la integral de los cuartetos de Shostakovich a cargo del Cuarteto Gerhard, el corpus cuartetístico más importante del siglo XX en paralelo a la serie escrita por Béla Bártok, y el ejemplo musical más personal, sincero y convincente de su autor. Otro caso de voluntad callada y constante, de recogida reflexión e intima voluntad, en este caso bajo la presión del inflexible régimen soviético.
Cuando la escultura se bajó del pedestal y salió a las calles
Natividad PulidoLa Fundación Juan March reúne en una exposición, que gira en torno al concepto de escala, un centenar de piezas de unos 70 artistas
El Cuarteto Gerhard es un motivo de orgullo de la actual música española, hace años muy poco interesada por la música de cámara pero que en las últimas décadas ha logrado reunir a un notable número de intérpretes cuya calidad adquiere dimensiones muy notables. Tras el fenómeno hay una progresiva y generalizada mejora de la calidad interpretativa, la confianza de los programadores en un repertorio que siempre se ha considerado minoritario (en una curiosa asimilación entre lo pequeño y lo innecesario), y un indudable esfuerzo personal. Lluis Castán, Judit Bardolet, Miquel Jordà y Jesús Miralles comparten sobre el escenario una mismo pensamiento, evidente en la manera en la que tratan de encontrar un sonido común, una manera similar, sometida a una autoexigencia formidable, aquí transparente al observar el desarrollo del cuarto concierto del ciclo Shostakovich en el que la narración se fue ensanchado desde la todavía divagante propuesta del cuarteto número 10, a la más rematada del 11, y a la sólida consideración del 12, una obra arriesgada y compleja cuya naturaleza fue revelada por el propio Shostakovich cuando sentenció eufórico que no era música de cámara sino una sinfonía.
Tiene sentido pensar que Chillida, Shostakovich y el Gerhard han formado una unidad facilitada por la Quincena y a pesar de los ámbitos son muy distintos. Por un lado está la madurez de dos artistas irrepetibles, obvia en la materialización de un proceso creativo particularmente concentrado, minucioso y pulido; por otro, el esperanzador futuro de unos intérpretes cuya carrera internacional está fuera de toda duda y cuya interpretación todavía deja margen a la penetración de la intrahistoria de unas obras particularmente elocuentes. La visión que el Gerhard hace de los cuartetos de Shostakovich fluye con extraordinaria naturalidad musical consiguiendo limar, en los momentos más brillantes y con aparente facilidad, las muchas dificultades de partituras de compleja estructura musical, y cuya profundidad melódica, profunda intensidad armónica y exigente calidad rítmica aún admite mayor calado, una respiración más ancha y robusta. El tiempo y la experiencia también añaden madurez aun sabiendo que es complejo compartir las pesadumbres de Shostakovich, que en origen estuvieron próximas a los miembros del Borodin, cuarteto que ofreció por primera vez en España la integral de Shostakovich en 1991, pero que quedan distantes del Gerhard, miembros de una generación que observa todo ello con un sentido más analítico y racional.
Los conciertos del Gerhard en el interior del monumental caserío Zabalaga que corona la amplia pradera del Chillida Leku son una hecho relevante en su carrera. Al menos, quienes asistieron al concierto del viernes pueden interpretarlo así pues tras una unánime aclamación llegó un fragmento de «Arcadiana» de Thomas Adès, con su apariencia relajada, melódicamente embaucadora y armónicamente serena. El primer cuarteto del compositor británico es hoy una partitura indiscutible que, desde una perspectiva estrictamente actual, se aparece en una primera escucha como un trampantojo sonoro, lleno de encanto y facilidad aun siendo música inquieta, nerviosa, agitada. Que sea una partitura llena de desazón significa que fue un final muy acorde con el concierto del Gerhard en Chillida Leku.
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