Críticas de discos de la semana: Taylor Swift, Arctic Monkeys, Broken Bells y Andrés Calamaro
Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas
Esta semana reseñamos dos de los lanzamientos más potentes en lo mediático del año, nada menos que los regresos discográficos de Taylor Swift (colapsó Spotify su primer día) y Arctic Monkeys, además de destacar el apabullante despliegue extra del 'Honestidad Brutal Extra Brut', una caja ... con seis cedes con el mítico disco original de Andrés Calamaro y numeroso material , y, también, recogemos una joya más oculta pergeñada por Broken Bells (o lo que es lo mismo Danger Mouse y James Mercer, el de The Shins).
Por David Morán
Taylor Swift - 'Midnights'
Con ‘Folklore’ y ‘Evermore’, discos pandémicos por los que se paseaban señores tirando a tristes como Bon Iver o los cenizos de The National, Taylor Swift amplió cuota de mercado y demostró que podía alejarse de la plantilla del himno pop sin perder el rumbo ni la chaveta. Al contrario: con aquellos dos discos hechos de folk espectral y aromas electrónicos, la estadounidense dio un paso de gigante en ese proceso de mutación que abrazó a la altura de 'Reputation'. ¿Objetivo? Triturar a la superestrella que fue y convertirse en la artista libre e imprevisible que quiere ser.
Pop
Taylor Swift - 'Midnights'
- Discográfica: Republic
En ese camino, el reciente ‘Midnights’ se revela como pieza esencial. No tanto como final de trayecto, que no lo es, como por estación intermedia en la que la exreina del country y casi exnovia de América se sienta en el andén a contemplar cómo se cruzan (o, llegado el caso, se estampan frontalmente) los sintetizadores antiguos y los brillos metálicos del nuevo pop escuela Billie Eilish y Lorde. Las baladas cinematográficas y la electrónica lengañosa. El pop expansivo de ‘Lover’ y el contrachapado sintético de ‘Only The Young’, canción bisagra que aparecía en el muy revelador documental ‘Miss Americana’.
El resultado, habrán leído por ahí, es francamente magnífico. Cinco estrellas en ‘The Guardian’. Un 7.0 en la siempre exigente (y algo rácana) ‘Pitchfork’. Aplauso generalizado en la prensa especializada de aquí y allá. Tanta unanimidad tiene algo de sospechoso, es cierto, pero pocas pegas se le pueden poner a un disco de factura impecable, canciones como soles y exhibicionismo autobiográfico. Sutil y elegante, ‘Midnights’ es un delicioso paseo por trece madrugadas en vela, noches con los ojos como platos que Swift recorre junto a su compinche Jack Antonoff mientras mira de reojo sus discos de la década pasada y decide qué camino tomar.
Mandan las atmósferas, el borboteo de los sintetizadores se convierte en algo prácticamente orgánico y las canciones desbordan la zona de confort de Swift para sublimar el pop ochentero (‘Anti-Hero’), trastear con el R&B falsamente despreocupado (‘Lavender Haze’) e inventar una nueva modalidad de himno pop tirando del hilo de ‘Karma’, ‘Bejeweled’, ‘Vigilante Shit’ y, sobre todo, ‘You’re on Your Own, Kid’.
A ratos, es cierto, se echa de menos algo del poderoso technicolor de ‘Lover’, pero ante hitos como ‘Maroon’ o ‘Snow On The Beach’, esta última con colaboración de Lana de Rey, poco más se puede pedir. De propina, la propia artista liberó el mismo día del lanzamiento una versión ampliada del disco en la que, ahí sí, recupera la colaboración con Aaron Dessner (The National) para ahondar en los placeres de la canción sonámbula.
Por Fernando Rojo
Arctic Monkeys - 'The car'
Si los Arctic Monkeys hubieran hecho una encuesta previa entre sus millones de seguidores, seguramente no habrían compuesto este disco. La mayoría de sus fieles habrían optado por que volvieran a 2013, cuando Alex Turner y compañía firmaron su aclamado ‘AM’ y se coronaron como emperadores del indie. Pero en lugar de nueve años, los de Sheffield han retrocedido más de medio siglo; y en vez de aferrarse al trono, han terminado abdicando.
Es el eterno debate entre lo que el público espera de cada disco que saca su grupo preferido y lo que termina publicándose. La mayoría de las bandas dan la razón a la clientela. Que el cliente, ya se sabe, siempre la tiene, y si no, pues se le da, que para eso paga. Es la ley de la oferta y la demanda. Los que han estudiado idiomas lo llaman 'mainstream'. Aquí siempre se habló de música comercial. Si los Arctic Monkeys habían dado con la fórmula de la cocacola, ¿para qué cambiar? ¿por qué no repetir una y mil veces la misma receta, y así no tener enfadado al personal? Era lo más fácil. O no.
Rock
Arctic Monkeys - 'The car'
- Discográfica Domino
Porque ocurre que también estamos los demás, los que no somos fans de Arctic Monkeys, sino todo lo contrario. Puede que haya gente rara, extraña, extrañísima, a la que nos guste más este 'The car' que el mencionado 'AM', del que se ha vuelto a hablar, para bien, estos días en comparación con el séptimo trabajo de estudio de los británicos. Me he obligado a escuchar aquel disco un par de veces, e insisto: me quedo con este. Ahora veo a aquellos Arctic Monkeys facturando canciones como el que ensambla motores en una fábrica. No encuentro ninguna emoción. Las canciones de 2022 tienen alma, son intimistas, sí, introspectivas, sí, a veces incluso tristes, también, pero desbordan mucha verdad. Hay romanticismo, ternura, pasión. Y elegancia, mucha elegancia.
Queriéndolo o no, han elegido la mejor estación del año para que los demás disfrutemos de un disco como este. 'The car' hay que escucharlo un domingo por la tarde de otoño, con un café en el salón de casa y a punto de ver una de Truffaut o de Godard. O poner los subtítulos de una de James Bond, bajar la voz y pinchar el disco como banda sonora.
En 'The car' está gran parte de la música de los sesenta y los setenta, desde los Beatles a David Bowie. Sorprende que alguien como Alex Turner, que nació muchos años después, haya buscado agua en pozos tan profundos y, una vez sacada a la superficie, la haya convertido, como Jesús en las bodas de Caná, en el mejor de los vinos. Lo más antiguo, lo vintage, resulta que es lo más moderno. Y Turner, un mozo de 36 años, el mejor crooner. Las vueltas que da la música.
Por Jesús Lillo
Broken Bells - 'Into the blue'
De todas las empresas en las que Danger Mouse ha trabajado en las últimas décadas, quizá sea Broken Bells la más sencilla de abordar, explicar y disfrutar, dado su clasicismo. Apenas tres álbumes en un intervalo de doce años, firmados junto a James Mercer de los Shins, dan cuenta de un proyecto cuya intermitencia, definida por unas pausas temporales lo suficientemente largas como para que el pop cambie de sentido y sinsentido, extramuros del estudio en el que se encierran de higos a brevas, revela la absoluta falta de pretensiones con que los dos músicos norteamericanos se ponen a componer y grabar. No hay prisa para hacer lo que ya estaba hecho, para repetir misma la canción de siempre, para darse el gusto de lanzar una colección de piezas bonitas, sin más. 'Into the Blue' insiste en el preciosismo, el cuidado de las melodías, el tacto interpretativo y el conformismo. Que inventen ellos.
Pop
Broken Bells - 'Into the blue'
- Discográfica Sony Music
Como sucede durante la escucha del aún reciente 'Joe Strummer 002: The Mescaleros Years', antología de la autocomplacencia, reposo de la genialidad, manifiesto libertario, 'Into the Blue' es el merecido homenaje, tercera entrega, que se da uno de los productores más revolucionarios y desafiantes del XXI, de nuevo dormido en los laureles líricos que James Mercer transforma en almohada, mullida y elegante, tapizada en raso. No es Mercer mala compañía para cerrar los ojos, abstraerse y dejarse llevar por la misma canción de siempre.
Por David Morán
Andrés Calamaro - 'Honestidad Brutal Extra Brut'
El camino del exceso siempre ha sido para Andrés Calamaro el mejor de los desvíos; un itinerario soñado que, por muchas vueltas que dé, siempre le acaba devolviendo al mismo sitio: las catacumbas de la creación, el subsuelo de la canción. De vez en cuando no le queda más remedio que salir a la superficie para respirar, dejarse ver por los escenarios y quién sabe si escaparse a los toros, pero es lejos de los focos donde el argentino se ha esmerado en dar forma a una obra demencial y desbordante; un cancionero que es en realidad un ‘big bang’ en permanente expansión alimentado por paletadas de blues, pop, soul, reggae, funk, tango, rancheras y bossa nova.
Rock
Andrés Calamaro - 'Honestidad Brutal Extra Brut'
- Discográfica Warner Music
De ahí nació el atropellado y kamikaze ‘Honestidad Brutal’, 37 canciones a corazón abierto para despedir los noventa por todo lo alto, y de ahí surge ahora 'Honestidad brutal Extra Brut'. Una monumental reedición con hasta seis cedés y medio centenar de inéditos con la que Calamaro regresa al lugar del crimen para recuperar casi todo lo que quedó en los márgenes del que aún hoy es su mejor y más osado trabajo.
El disco original, publicado en 1999 y grabado en nueve meses en quince estudios y cuatro ciudades diferentes, necesita poca presentación: tocado y hundido tras un naufragio amoroso, Calamaro se encerró a componer y grabar como si no hubiese un mañana. Literalmente: casi de un día para otro se encontró con un centenar largo de canciones, más de las que podía manejar y, sin duda, muchas más de las que lograrían entrar en un disco de la época.
Un ‘tour de force’ descomunal con el que Calamaro se reencuentra ahora en este monumento al romanticismo, el libertinaje creativo y la promiscuidad estilística. Como casi siempre en estos casos, el auténtico interés está, más allá de desempolvar la leyenda de un disco hecho de excesos y cicatrices, en descubrir qué es lo que se le acabó quedando en el zurrón al argentino. Y, como era de esperar, tampoco aquí defrauda Calamaro: ahí están la versión completa de ‘Hacer el tonto’ con Maradona haciendo el ídem; la muy ‘stoniana’ ‘Los demonios’; ‘Clonazepán y circo’ cantada con voz de Dylan crepuscular; las colaboraciones con Fito Páez, Alejandro Sanz y Jaime Urrutia; el ímpetu rockabilly de ‘Dig It’; canciones que, como ‘Graciela’ y ‘Pero igual’, deberían haber pasado el corte final sin demasiados problemas…
Las versiones de los Bob, en cambio (‘Seven Days’ de Dylan; ‘I Shot the Sheriff’, de Marley), aportan más bien poco al cómputo final de un festín, 99 canciones y seis horas largas de música, que enloquecerá a ‘calamarólogos’ y completistas y arrojará al recién llegado a una bacanal de rock and roll brutalmente honesto y honestamente brutal. Calamaro 'on the rocks', plantando bandera en la cima del iceberg segundos antes de la gran colisión.
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