El Columpio Asesino: «Nos hemos sentido muy queridos, pero esta industria tiene un reverso muy oscuro»
La banda navarra se enfrenta a sus últimos conciertos antes de disolverse
El Columpio Asesino: «En nuestros conciertos se atisba peligro, aroma a sexo, euforia... ¡electricidad animal!»
El Columpio Asesino
La brisa tropical mecía los cocoteros en un hermoso día de la primavera de 2009 en la isla filipina de Borácay. Los aldeanos, gente humilde que trabajaba en la maraña de resorts, bungalows y hotelazos de las playas del lugar, se reunieron en una ... desvencijada cancha deportiva multiusos para asistir a un evento de lo más insólito: un concierto de post-punk-trónica española a cargo de un oscuro quinteto llegado desde Pamplona llamado El Columpio Asesino. Madres, niños y abuelos pinoys de pura cepa escucharon, bailaron y cantaron las mismas canciones que unos meses antes se habían coreado en el FIB y otros festivales atestados de hipsters, demostrando una vez más que los caminos del poder de la música son inescrutables, y dejando perpleja a una banda que jamás hubiera imaginado verse en una situación ni remotamente parecida.
«Aquella gira, que pasó también por China, es en la que mejor me lo he pasado de todas», asegura Álbaro Arizaleta, voz, baterista y letrista de El Columpio Asesino. «Nos llevó el Instituto Cervantes y tocamos en Pekín, en Shanghái, en Zhenjiang, en Manila y al final en Borácay, y fue increíble, especialmente en este último sitio. Fue surrealista tocar para gente que no entendía nada, familias enteras que nos miraban con cara divertida y después se iban animando a bailar y cantar. Nos dejaron alucinados. Se subían al escenario con nosotros, nos daban las gracias sin parar, nos trataban como a estrellas, ¡nos pedían fotos como si fuéramos los Rolling Stones! Nunca habían visto un concierto de rock, y vivir eso desde nuestra posición fue superemocionante».
Los conciertos de ultramar les han dado muchas alegrías a El Columpio Asesino. De hecho, uno de los países donde más se les ama y venera es México, donde han ido de gira en varias ocasiones y donde acaban de estar una vez más para despedirse para siempre. «Se montó tal revuelo allí con la noticia de nuestra separación, que hemos tenido que cambiar los planes de gira para ir allí primero y ya después seguir por España», explica Arizaleta. «No hay nada como dejarlo para que la gente te diga lo mucho que te quiere y lo genial que eres (risas). No, en serio, en estos conciertos nos estamos dando cuenta de lo importantes que hemos sido para la vida de mucha gente, está siendo acojonante, muy bonito. La reacción de colegas músicos, de fans, de periodistas ante nuestro final está siendo de profundo respeto, admiración y cariño. Estamos flipando».
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Además de ser una de las bandas con mayor proyección internacional de la escena independiente española de este siglo, El Columpio Asesino ha tenido un sólido recorrido de aplausos en nuestro país durante los últimos veinte años, en los que han ganado varios premios y dejado una estela de influencia estilística que se nota en no pocos grupos de la escena. Pero ha llegado su momento de decir adiós. Lo notan. «No ha sido una decisión tomada en caliente ni porque haya pasado nada en concreto últimamente. Era algo que sentíamos desde el disco anterior ('Ballenas muertas en San Sebastián', 2014)», explica Arizaleta. «Teníamos la sensación de que estábamos llegando a nuestro final, y nos dimos un tiempo. Después tardamos mucho en grabar nuestro último álbum, 'Ataque Celeste', y entonces llegó la pandemia, se comió los tres años de trabajo y el palo fue durísimo. Eso aceleró la decisión, que ya teníamos tomada en el subconsciente. Cuando tocaba hacer otro disco vimos que estábamos muy cansados, que ya no teníamos fuerzas, y entendimos que era el momento de retirarnos».
La coincidencia en el tiempo con la ruptura generacional por el auge de la música urbana hizo el resto. «Sí, eso también lo vimos», asiente Arizaleta. «El cambio de ciclo dio entrada a nuevos sonidos y el foco mediático se fue desplazando lentamente hacia otro lado, lo cual es normal, y los grupos que llevábamos tantos años en el candelero de pronto dejamos de estarlo. Si hubiéramos sido una banda que lo hubiera petado de verdad y hubiéramos ganado pasta gansa, hubiera sido más fácil seguir juntos más tiempo en este contexto. Pero no es el caso. Nos hemos sentido muy queridos y muy bien tratados, pero esta industria tiene un reverso muy oscuro, como todas».
Cuando está subido al escenario frente a sus fans en estos conciertos de despedida, Arizaleta no puede dejar de oír «una vocecilla interior que dice, «joder, que esto se acaba»», y las emociones que surcan el espacio entre banda y público están muy a flor de piel. «Yo qué sé», suspira el engranaje principal de El Columpio Asesino, casi como arrepintiéndose de separarse y dejándose seducir por la nostalgia durante unos segundos, antes de volver en sí. «La decisión está más que tomada. No cabe la vuelta atrás, y además acabo de ser padre. Así que yo al menos voy a desconectar de todo durante al menos un año».