Billy Cobham, el genio que salvó al jazz junto a Miles Davis
El batería de origen panameño que grabó junto al trompetista el histórico y revolucionario 'Bitches Brew', en 1969, regresa a la capital para actuar mañana dentro del festival Jazzmadrid
Madrid
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Iniciar sesiónBilly Cobham (Colón, Panamá, 1944) tenía 24 años y acababa de terminar el servicio militar, cuando el gran batería Jack DeJohnette se le acercó en el club Village Gate, de Nueva York, y le preguntó: «Oye, ¿te gustaría tocar con Miles Davis?». Así, ... como si nada. «¡Por supuesto! ¿Crees que soy estúpido?», le respondió inmediatamente. Él ya había tocado puntualmente con alguna figura como Horace Silver y George Benson, pero aquello era diferente. No se imaginaba que estaba a punto de escribir una de las páginas más importantes de la historia del jazz.
El también batería recuerda la escena durante una videollamada con ABC y sonríe todavía incrédulo, como si fuera consciente de que ese día de 1968 le tocó la lotería. «Da la casualidad de que esa noche yo tocaba en la misma sala que Miles. Por supuesto, él en el escenario principal del piso superior y yo, en el sótano. Jack me contestó: 'Está bien, le diré que baje a escucharte un día de estos y, si le gustas, te llamará'. En realidad, Miles nunca me dijo nada, pero eso no es malo, porque si alguien de la industria te dice que 'suenas bien', es mentira absoluta. Él simplemente me llamó a casa y, en cuanto descolgué el teléfono, me soltó: 'Mañana a las 9 en punto. En Columbia'. Y colgó».
Cobham –que mañana actúa en el Centro Cultural de la Villa dentro del festival Jazzmadrid– no sabía que iba a participar en una de las grandes revoluciones musicales del siglo XX: 'Bitches Brew' (Columbia, 1970). El álbum que salvó al jazz de su agonía, impulsado por el propio Miles bajo la influencia de su amigo Jimi Hendrix y la presión de Columbia. La multinacional llevaba unos años exigiendo al trompetista que conquistara el mercado juvenil, tocando en grandes templos del rock como el Fillmore, y que vendiera muchos más discos para que pudiera hacer frente al contrato millonario que habían firmado con él en 1955.
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«El jazz parecía marchitar la parra. A principios de 1969 tocamos en muchos clubes de Estados Unidos medio vacíos. Si comparaba los discos que vendía yo y los de Bob Dylan, no había color. Él estaba por las nubes. Pero yo no estaba preparado para convertirme en un recuerdo. Había vislumbrado la senda del futuro e iba a seguirla hasta la meta como siempre. No por Columbia ni por sus cifras de venta, sino por mí y mi música. Tenía que cambiar el rumbo para seguir amando lo que tocaba», reconocía Davis en su autobiografía.
Todo figuras
Cobham tiene grabado el primer día que entró en el Estudio B de Columbia, en Nueva York, el 19 de agosto de aquel año: «Lo primero que vi fue a cuatro pianistas: Chick Corea, Keith Jarret, Joe Zawinul y Larry Young, aunque luego se unió Herbie Hancock. Dos bajistas, Dave Holland y Harvey Brooks; una saxofonista, Wayne Shorter; un guitarrista, John McLaughlin; un percusionista, Airto Moreira… ¡Todo figuras! Y aún así, nunca hubo problemas, porque todos estábamos comprometidos con la dirección que Miles quería tomar».
Al principio, muchos aficionados y antiguos colaboradores de Miles se preguntaban qué leches le estaba pasando. ¿Temas de media hora con un solo acorde e instrumentos haciendo cosas sin sentido? El trompetista, efectivamente, les dijo a Cobham y sus compañeros que tocaran lo que quisieran, mientras que todo sonara como un acorde. Llevaba tiempo jugando con la idea de retroceder a fórmulas más sencillas, como había hecho Stravinsky en el pasado.
«A pesar de todos esos nombres, nunca tocamos todos a la vez, sino cuando creíamos que podíamos aportar algo y, puntualmente, cuando Miles nos decía que improvisáramos en un momento concreto. De repente, Miles metía dos notas por ahí y dejaba al resto que interviniera sin que supiéramos lo que estábamos haciendo. Era improvisación pura», añade Cobham sobre aquella especie de milagro musical del que Davis siempre dijo que nunca nadie podría haberlo escrito de antemano aunque hubiera querido. Y, aún así, funcionó.
La crisis del jazz
Al publicarse en 1970, sus ventas reflejaron rápidamente los cambios que experimentó el jazz con aquella fusión con el rock. Las míticas producciones de los 60 jamás vendieron más de 100.000 unidades y esta superó las 400.000 en un año. El género comenzó a superar su crisis económica tras mucho tiempo de declive. Se inauguraron nuevos clubes, se multiplicaron las discográficas y los músicos expatriados volvieron de su exilio. «Y eso que, cuando estábamos en el estudio, yo no tenía ni idea de que estaba grabando un disco histórico. ¡Qué va! Lo que hacía todo el rato era prestar atención a lo que hacían los otros y tocar. Solo tocar y dejarme llevar. Aquello era como una especie de combinación de cinco o siete discos, dejando que la música saliera todo el rato de manera inconsciente, de la forma más pura, como si vieras pintar a Picasso», apunta.
Aquel trabajo y los siguientes que hizo con Miles Davis esa década convirtieron a Cobham en uno de los mejores baterías del mundo según las revistas 'Melody Maker' y 'Downbeat'. Su debut como solista, 'Spectrum' (Atlantic, 1973), grabado en solo tres días, fue elegido el mejor álbum del año y le valió ser considerado por esas publicaciones como el segundo mejor compositor del año solo por detrás de Duke Ellington. Su influencia, a medio camino entre el jazz y el rock, ha sido reconocida por grupos y artistas tan dispares como King Crimson, Tool, Phil Collins y Prince, que en sus conciertos le versioneaba a menudo.
«Con sinceridad, no creo que sea uno de los baterías más importantes de la historia, aunque lo digan. El jazz me dio más cosas de lo que yo le aporté. Mis mentores fueron Gil Evans, Roy Haynes y George Benson, además de Miles, pero nunca supe escribir música en partituras. Cuando tocaba con ellos, ni siquiera sabía dónde tenía que empezar a tocar. Cometía muchos errores. Me gritaban: 'Idiota, ¿qué te pasa? ¡Despierta!'. Eso ocurría con cada acorde, armonía o transición que hacía mal. Así es cómo adiviné a hacer magia con la batería», explica.
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