Barry Kosky ofrece una lección teatral en Salzburgo
Un momento de 'Katia Kabanova', con Corinne Winters
FESTIVAL DE SALZBURGO
'Katia Kabanova'
- Libreto Vincenc Cervinka
- Música Leoš Janáček
- Director musical Jakub Hrůša
- Director de escena Barrie Kosky
- Intérpretes Corinne Winters, David Butt Philip, Jaroslav Březina, Asociación Concertística del Coro de la Ópera Estatal de Viena, Orquesta Filarmónica de Viena
- Lugar Felsenreitschule, Salzburgo
Entre las fortalezas del Festival de Salzburgo se encuentra la colaboración con varias agrupaciones musicales tradicionalmente asociadas al evento. Destaca la Filarmónica de Viena que, creada en 1842 por el compositor y director prusiano Otto Nicolai, permanece fiel a Salzburgo desde hace ... un siglo. Este es uno de los muchos récords que se incluyen en una biografía que añade, entre los más recientes, el ser la primera orquesta del mundo en ofrecer conciertos con público tras el confinamiento. Con cierto orgullo se añade ser una organización democrática, sin director titular, y gobernada administrativa y musicalmente por sus propios músicos, todos ellos procedentes de la Orquesta de la Ópera Estatal de Viena, al margen de mantener un nivel de calidad muy por encima del estándar internacional.
Como es lógico, la biografía apenas dice nada de los borrones que también han caído a lo largo de la extensa carrera de la filarmónica vienesa. En Madrid todavía se recuerda el monumental abucheo que recibió en enero de 1998 tras una torpe interpretación del «Bolero» de Ravel dirigida por Lorin Maazel. La infalibilidad es una dimensión hipotética, más aún en Salzburgo, donde la acumulación de espectáculos obliga a la orquesta a multiplicar su plantilla durante mes y medio, contratando músicos que se camuflan bajo el sello de la excelencia. Las representaciones de «Katia Kabanova« son un buen ejemplo, en particular la del domingo 21 de agosto, con una decidida mala interpretación de la orquesta que, sin duda, guardaba sus mejores atriles para la inmediata representación de »Il trittico« en la Grosses Festspielhaus bajo la dirección de su titular »in pectore«, Franz Melser-Möst.
Merecería otra consideración el público que acude convencido de ir a escuchar a los mejores, y también el director Jakub Hrůša cuya presencia en Salzburgo ha asegurado que «Katia Kabanova» se ofrezca con verdadero sentido idiomático. Hrůša defiende que todavía existe una tradición especial en Brno que asegura un sello particular para la música de Janáček. A pesar de las pifias, de la torpe realización de la orquesta, es indudable que Hrůša distingue en esta música una densidad muy particular, un fuego que deja brasas cuya radiación se difunde por el enorme espacio de la Felsenreitschule iluminando a un drama agobiante, espeso y que paradójicamente se desarrolla en un hábitat claustrofóbico.
El telón de boca de la Felsenreitschule supera los 40 metros de extensión. Es imposible observar de un solo vistazo el enorme escenario perimetrado por las paredes rocosas de la antigua escuela de equitación, definitivamente reconvertida para la escena por el clarividente director Max Reinhardt. En este caso, Barrie Kosky ha decidido taponar los arcos de las galerías creando un continuo pétreo que envuelve el escenario en el que se coloca una inmensa multitud de figurantes que, vueltos de espaldas, van recolocándose conformando distintos espacios y laberínticas calles, taponadas en la parte superior por la cercanía de las varas que sostienen la iluminación principal. Todo ello es angustioso y opresivo.
Con «Katia Kabanova», Barrie Kosky vuelve a Salzburgo tras el éxito incontestable de «Orphée aux enfers«, de Offenbach, en 2019. Y lo que allí era exceso, agilidad y parranda, aquí es sobriedad y finura. La ciencia teatral sigue incólume pero se hace mucho más evidente ante la reducción de elementos. Todavía no se ha abierto el telón y, sobre el silencio, suena el piar de los pájaros, como en los próximos entreactos será el de las campanas y la tormenta. Tras el inminente murmullo de la orquesta el escenario se descubre para dejar ver la aglomeración de la que Katia huye corriendo de un lado al otro.
El recorrido es enorme pero la sensación que produce es opuesta. Kosky redimensiona lo evidente, otorga un nuevo significado a lo obvio, engaña a la vista y a la lógica. La muchedumbre silenciosa y despectiva es un objeto escenográfico pero también son ciudadanos que anteponen su desprecio, una comunidad de la que forman parte cada uno de los personajes que surgen de improviso, marcando desde el mismo arranque y por la sola razón de su existencia, el trágico destino de la protagonista.
«Katia Kabanova» tiene el hálito de una ópera coral porque se sumerge en la presión de una sociedad que vigila, juzga y concluye. La infidelidad confesada de Katia, como puerta a su inminente suicidio, se resuelve de forma magistral en la frase final de la suegra cuando, con un cinismo desgarrador, da las «gracias a la gente por su ayuda». En Salzburgo, Kosky viste a toda ella de forma corriente, en tonos exquisitos y apagados, y desfigura con una media las caras de aquellos que, al final, transitarán nerviosos por el escenario representando la persecución. Con ello intensifica la impresión de una masa cuya voz surge desde el coro oculto tras la escena y a la que también se debe un reparto cuya calidad lo convierte en uno de los más logrados de la actual edición del festival.
A la cabeza de buenos intérpretes y estupendas voces está Corinne Winters, soprano americana, cuya adecuación para el papel tiene mucho que ver con la capacidad para representar de una manera verdaderamente conmovedora la ambivalente personalidad de Katia: según ella, frágil, leal, sometida, enamoradiza y, al tiempo, decidida, rebelde e independiente. Su declaración final antes del suicido es un punto culminante y la consagración de su interpretación: ¿por qué morir, cuando vivir es tan bello?. La respuesta queda suspendida mientras la orquesta, por decisión de Janácek y acción de Hrůša se erige en un personaje fundamental que comenta y describe el paisaje (lo que la escena no deja ver), y reafirma el deseo del compositor por atrapar la realidad revelando los secretos de su experiencia.
«Katia Kabanova» se ha convertido en uno de los hitos de la actual edición del Festival de Salzburgo, proporcionando un curioso redondeo a la cuota española. Winters es una enamorada de la canción española que recopiló hace algunos años en una de grabación discográfica. Otros conciertos incluyen la actuación de Jordi Savall con la Capeia Reial de Catalunya, y al violonchelista Pablo Fernández, debutante en esta edición, y presentado con todos los honores como referencia inmediata e indiscutible del violonchelo internacional.