La banda de la Estrella Azul: rock & roll y chacareras de película

Suena en los altavoces Mercedes Sosa, con la canción homónima que da título al filme. «¿Dónde estará la estrella azul? Ya no podré con mi dolor. En otros cielos brillará. Esa estrellita del amor». Y, tras un instrumental de 'Para un alma que se eleva', una pieza de Peteco Caravajal deformada en rock, aparece Pepe Lorente sobre el escenario en la plaza de Sallent de Gállego, en el Pirineo aragonés, llena como el sol de mediodía oculto a veces tras benditos biombos de vapor de agua. El actor que hace de Mauricio Aznar se rodea del saxofonista Johnny Sierra, el guitarrista Alberto Solobera, el batería Carlos Gracia y el bajista Guillermo Mata, y atacan ya la primera canción que suena en la propia cinta, cuando el protagonista incomoda al público que va a verle actuar. No es este el caso, claro. Y lo bordan.

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Dos días antes de este 13 de julio, la banda de la Estrella Azul había cancelado in extremis un concierto en Barbastro por un inopinado chaparrón. Gajes del rock y la vida, el grupo no es que llegara fresco al bolo sabatino aunque al menos no enfermaron por la lluvia y los gajes de la vida y el rock. Al hermoso enclave pirenaico se acercaron la cineasta Paula Ortiz o el guitarrista Guille Galván, de Vetusta Morla, que el día anterior había tocado muy cerca en Lanuza, en el festival Pirineos Sur, abarrotado para la ocasión, y que se declara gran embajador de la película allí por donde va.

La banda de la Estrella Azul va desgranando con fluyente organicidad el cancionero de Más Birras cuando Pepe Lorente, o Mauricio en él, pues ejercita por momentos sus 'hablares', declama: «¿Os gusta el Quijote? Aquí hay un Quijote que se ha guiado por su estrella, la cabeza pensante…», y sale a las tablas el propio director para tocar varias canciones a la guitarra y voz. Recuerden que de chico tenía un sueño… que realmente cumplió, con sus grupos Ciudad Frontera o Pared con Pared, primero en Zaragoza y luego en Madrid. La superficie del lago cercano estaba tan tranquila que el reflejo de las montañas era especular, como la vida y la ficción, y todas las mixturas que confluyen en y alrededor de esta película.

Y llega la parte del repertorio de las chacareras, cambio de tercio sonoro pero no de espíritu, de las piernas al corazón. A un folclore de Santiago del Estero con Lorente y Macipe solos en el escenario, tocando el primero un timbal raro, y con mucho jugueteo en general con un público a favor de obra de un filme que ha tocado la fibra sobre todo en Aragón, pues Mauricio Aznar era un músico querido. Pero no sólo. Miren la nota en Filmaffinity, gugleen el amor crítico, la valoración en Filmin, los tuits entusiastas de ilustres y anónimos, un raro fenómeno de sensibilidad y recepción, con estupendos datos de público tanto en su estreno en salas como online (el primer fin de semana que salió en Movistar y Filmin sólo 'Del Revés 2' se vio más en toda España en esos días).

En algún momento, una dedicatoria a Miguel Mata, el carismático bajista original de Más Birras, detrás del escenario escondido, con cabeza fría ante la presión aguantará y no saldrá; y otra a Álvaro Moriano, el pilar y amigo del director que dejó dos trabajos para irse con él a Argentina y llegó hasta a aprender a enseñar a un caballo a hacerle caso en la casa de Atahualpa para cuando rodaran. Lo que el ojo no ve hay que iluminarlo, y nadie está solo en una banda de rock ni en un rodaje. Y otros detalles: la guitarra que usa Lorente es la misma del propio Mauricio Aznar, una Grestch que adquirió el satélite deMas Birras Gabriel Sopeña y que se la presta, así como el bajo de Guille, el original de su hermano Miguel.

Pero usted quería ser músico, ¿no? «En realidad, no es que quisiera, era músico; casi desde que tengo uso de razón toco la guitarra, nunca he dejado de ser y sentirme músico. Lo que pasa es que cuando era adolescente, además quería ser famoso, ahora me resulta hasta ridículo reconocerlo, pero es así, quería ser una estrella de rock. Eso ha desaparecido del todo. Ahora la vida me da la oportunidad de estar subiendo a buenos escenarios, cantar delante de gente que corea las canciones, y lo más bonito es que ya no hay ninguna ambición, ninguna mirada hacia el futuro, solo tengo que preocuparme de hacerlo lo mejor posible y pasarlo bien», dice Javier Macipe, director de cine y músico. Y viceversa.