¿Y si Bach quiso decir…?
Gardiner celebra su octogésimo aniversario con Bach en el Palau de la Música Catalana
Sir John Eliot Gardiner:«A Beethoven le gustaba jugar con el peligro»
Gardiner, en su 80º aniversario, en el Palau de la Música
En el fondo, es sencillo:sales al escenario, saludas al público, te vas hacia el podio y te das la vuelta. Al instante ves caras familiares. Algunas de ellas te han acompañado durante décadas. Tienes a tu izquierda la concertino, Kati Debretzeni, que es ... garantía de calidad y sabes que si algo va mal, ella achicará el agua hasta que la música vuelva a flotar. A tu derecha, al fondo, Cecelia Bruggemeyer, con su contrabajo, que aunque luzca poco para el público va a sostener toda la orquesta. Si alguien pierde el tono, el compás, o cae un meteorito, ahí estará ella, sin fallar una corchea.
Detrás suyo, en el coro, el bajo-barítono Alex Ashworth, otro habitual que a estas alturas sabe lo que piensa el director antes de que el director lo piense. Junto a ellos, un buen grupo de cantantes e instrumentistas que has ido cambiando a lo largo de los años, según ha evolucionado tu idea de la música que tienes que interpretar. Es cuestión de sonreírles, de mover un poco las manos y dejar que lo inefable, mediante el conjuro de la partitura de Bach, se manifieste. Magia. O espiritualidad. O Dios. ¿Quién sabe?
Música clásica
Bach: Misa en Si menor
- Música: J.S. Bach
- Intérpretes: Monteverdi Choir, English Baroque Soloists. J.E. Gardiner, director.
- Fecha: 11 de abril.
- Lugar: Palau de la Música, Barcelona.
Pero claro, en realidad detrás de todo esto no hay ni superpoderes ni varitas mágicas. Quizás algo de inspiración divina sí, pero en cualquier caso la condición sine qua non es el trabajo. Mucho trabajo. Ochenta años de trabajo, para ser exactos, que son los que va a cumplir John Eliot Gardiner dentro de una semana. Vino a celebrarlo al Palau de la Música, en la única parada española con su gira de aniversario, con la monumental Misa en Si menor de Bach.
Gardiner, ya octogenario, sigue siendo en el fondo aquel niño que, como él mismo explica en su inspiradora biografía del 'kantor' de Leipzig ('La música en el castillo del cielo', Acantilado, 2015), creció «bajo la mirada de Bach». Toda una vida se destila, pues, en sus actuaciones, y aun así su principal empeño es no repetirse. Conoce esta Misa de memoria, con todos sus recovecos, y la ha grabado, pero Bach, como los caminos de Dios, es inescrutable, y siempre queda algo por probar. Siempre cabe la pregunta: «¿Y si Bach quiso decir…?». Atreverse a probarlo es lo que permite ofrecer visiones diferentes con el paso de los años.
En esta ocasión, Gardiner ha vuelto al manuscrito original una vez más, y se ha centrado especialmente en las escasas pero claras indicaciones que da en referencia a la articulación, así como en la relación entre la música y el texto. Lo primero quedó claro desde el primer Kyrie, en el que Gardiner hace que los cantantes imiten los 'legatos' y los 'staccatos' de los instrumentos, dando un aire sorprendente a los pasajes fugados, en los que se crea una arquitectura mucho más clara y diáfana de la que es habitual. Gardiner lo aligera todo, incluso la voz de las sopranos: en su coro abundan ahora las que tienen una voz más etérea, cristalina. No busca, como en otros tiempos, voces con carne, con un registro grave potente, sino las que evocan prácticamente las voces blancas de una escolanía.
A la hora de trabajar el texto, ha trabajado la pronunciación hasta el extremo. Baste como ejemplo la palabra «ascendit» en el 'Credo', en la que el fonema 'sh' se exagera sensiblemente, para crear una impactante aliteración. Lo mismo sucede con las eses de «et sepultus est», en las que parece escucharse la roca que se desliza para sellar el sepulcro de Cristo.
Los rápidos tempos escogidos pusieron a prueba a los cantantes y, sobre todo a las trompas y trompetas naturales, que en su complicada sonoridad fueron a límites donde muchas otras formaciones menos solventes habrían naufragado. Los solistas, como era de prever, magníficos, aunque cuenta todavía más su actuación como conjunto en un coro que sigue siendo absoluta referencia internacional en este repertorio. En fin, una fuente inagotable de recursos interpretativos al servicio de una partitura inagotable. Al final del concierto, por los pasillos, alguien se preguntaba qué tratamiento antiedad debe seguir Gardiner para mantenerse tan en forma a los ochenta. Está clarísimo. Basta con mirar su currículum, su discografía y su agenda de conciertos: Bach, Bach y más Bach.
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