Antònia Font, con el Palau de la Música también a sus pies
La banda mallorquina, inmersa a una gira por teatros, firma una pletórica y memorable actuación en el recinto modernista
Manel se toman un respiro, pero no se separan
Barcelona
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Iniciar sesiónA veces solo hace falta un extra de ganas. Una sobredosis de motivación para transformar una noche de notable alto, otra más en esa extensísima gira de teatros que les espera en el horizonte, en un pletórico ejemplo de comunión entre público y artista. Dos ... horas de pop exultante, melancolía galáctica y gemas escogidas que confirma que con Antònia Font lo mismo da Primavera Sound, Palau Sant Jordi o, como anoche, Palau de la Música dentro del ciclo Cruïlla de Hivern.
Porque, después de todo, lo importante no es el dónde, sino el qué y el cómo. Eso que Jarvis Cocker identifica en sus atípicas memorias como El Hormigueo. Y si algo ha quedado claro en esta reunión felizmente prolongada (venían para diez conciertos, dijeron, y llevan ya tres años en la carretera) es que a los mallorquines no se les agota el mojo festivo ni esa poción mágica que perfeccionaron en discos como 'Alegria', 'Taxi' y 'Lamparetes'. También en 'Un minut estroboscópica', disco de reenganche que, poco a poco, se ha acomodado con autoridad en el repertorio gracias a 'Amants perfectes', 'Oh la la', 'Venc amb tu' o la prácticamente inédita en directo 'Cançó de llum', con la que abrieron la primera de sus dos noches en el recinto modernista.
Sobre el escenario, una escenografía hecha de antenas parabólicas y discretos puntos de luz y una pantalla para reforzar cada canción con micropelículas con fondos marinos, estructuras geométricas y astronautas desorientados. Electrónica con sordina, guitarras acuosas y la voz de Pau Debon, pura calidez, dando vida a 'Love Song', 'Darrera una revista' y 'Dins aquest iglú'.
¿Momentos especiales y esenciales? La intimidad de 'Cartes de Ramiro', con Debon cantando a capella desde el fondo del escenario; el cataclismo rítmico de 'Astronauta Rimador'; la odisea espacial 'low cost' de 'Armando rampas'; la taquicardia pop de 'Tots es motors'; las delicadas cenefas instrumentales de 'Neutrins' y 'Ballarines de ballet'; la nostalgia subacuática de 'Bamboo' y 'Batiscafo Katiuscas'...
En esta gira por teatros, es cierto, mandan las distancias cortas y la proximidad, pero las canciones de Antònia Font necesitan muy poco, apenas una guitarra y un teclado, para esquivar corsés, saltar brincando del escenario a la platea y acabar transformando la intimidad en jolgorio de palmas y bailes improvisados. Ocurrió con 'Tots es motors', cuando Debon abandonó se coló por primera vez en un palco para cantar entre el público, y ocurrió sobre todo en una eufórica tanda de bises, un big bang de himnos pop y contagiosas miniaturas que puso el Palau del revés.
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Ahí estaba Debon, girando como una peonza, encaramándose al segundo anfiteatro para atacar 'Clint Eastwood', inyectando 'Alegria' y poniendo al público a danzar con 'Vitamina sol', vals que vacío las butacas y llenó los pasillos de bailarines accidentales. Comunión total, remate olímpico con la guasona 'Islas Baleares' y la inmejorable 'Calgary 88' y, ahora sí, despedida y cierre con 'Viure sense tu', declaración de principios de una banda que se separó en 2013, renació en 2022 y anda ahora apurando una gozosa segunda o tercera juventud.
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