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Concierto para latas de conserva, botellas y orquesta, a cargo de la ONE

La formación estrena, bajo la dirección de David Afkham, una obra de Elena Mendoza en la que botellas, copas, latas o ensaladeras se unen a los instrumentos tradicionales

Una imagen del ensayo de la ONE, con un timbal y una ensaladera en primer término Foto: Ignacio Gil / Vídeo: Ignacio Moreira
Julio Bravo

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Además de violines, violas, fagotes o trombones, los músicos empuñan también botellas de vino, de cerveza, copas, latas de conserva, cuchillos de mesa y dos grandes ensaladeras. No son Les Luthiers con sus instrumentos informales, sino los profesores de la Orquesta Nacional de España , que ensayan 'Stilleben mit Orchester ' ('Naturaleza muerta con orquesta'), una obra de Elena Mendoza que se estrena este viernes 20 en el concierto dirigido por David Afkham , y que cierra la temporada de la formación.

Elena Mendoza (Sevilla, 1973) recibió hace un par de años el encargo de la OCNE de componer una partitura para la orquesta. Fue, recuerda, poco antes de que se declarara la pandemia. La compositora reside y trabaja desde hace años en Berlín. No es extraño, por tanto, que haya puesto un título alemán a su obra. «'Stilleben' se traduce como 'Naturaleza muerta', aunque lo que significa en realidad es 'Vida callada, vida tranquila'; tiene una connotación contemplativa, que para mí en el momento de la pandemia tenía mucho sentido porque tenía esa sensación de estar pasando una vida callada... No me gustaba tener la palabra 'muerte' en el título... 'Stillleben' es una palabra con distintos significados, y mucho espectro poético . Me gustaba mucho más y aunque era una obra para la Orquesta Nacioal de España, me decidí por este título: 'Stillleben mit Orchester', 'Naturaleza muerta con orquesta', como si fuera un cuadro del que la orquesta fuera un elemento».

Ignacio Gil

En la obra suenan botellas de distinto tamaño, cuenta Elena Mendoza, «tanto de cerveza como de vino. Hay también copas de vino, latas grandes de conserva, acanaladas, que se manipulan con un cuchillo de mesa; tienen un poco de agua dentro y al moverlas se produce un 'glissando'. Tenemos igualmente dos grandes ensaladeras metálicas puestas cada una encima de un timbal; están amplificadas por el propio cuerpo del timbal y al mover el pedal de este instrumento tienen una, una sinuosidad y una onda de 'glissando' que las acompaña».

Su intención, revela la compositora, ha sido « sublimar los objetos cotidianos a través de la instrumentación, igual que en un bodegón se produce esta sublimación a través de la luz, de la composición y de la mirada del pintor. Hay varias razones para esta sublimación: «una de ellas es que mediante estos objetos hay una ampliación de las posibilidades de la orquesta al combinarlos con los instrumentos tradicionales. Por ejemplo, al frotar, todos los violines y las violas, una copa con diferentes alturas, se forma un 'megacluster' de copas, que son sonidos sinusoidales, que resulta muy sugerente; instrumentada con los chelos y sus armónicos, se multiplican las posibilidades sonoras».

No es la única razón. También hay un motivo 'escénico'. «Evidentemente, al usar objetos estamos planteando también una función distinta de los músicos en la escena. Y aunque ellos no hacen otra cosa que tocar los objetos -no tienen que hacer nada 'teatral'- existe un componente escénico que me gusta. Me gusta sacar a la orquesta del marco convencional y ofrecer una nueva posibilidad de oírla».

Elena Mendoza Ignacio Gil

No es la primera vez que la compositora «sublima lo cotidiano» en sus partituras. «Para mí es muy importante; llevo mucho tiempo trabajando con objetos, y significa también poner la mirada en lo inmediato, en lo próximo, en lo que aparentemente es corriente pero que, según la mirada que se emplee, puede llegar a llevarnos a otra realidad». Elena Mendoza menciona a Julio Cortázar . «Me gusta mucho, es uno de mis ídolos. Y siempre hablo de un capítulo de 'Rayuela', que cuenta la historia de un viejo napolitano que se pasaba la vida sentado en la calle observando un tornillo, un objeto absolutamente profano y corriente, pero que le permitía, a través de su imaginación, vivir unas vivencias increíbles. Usaba el poder de la fantasía y de la sublimación. Esta es una idea filosófica que a mí me encanta; siempre lo he hecho, en todas mis obras de teatro musical hay una relación con lo cotidiano ».

Hace unos años se hizo popular un anuncio en el que un niño se alborozaba al abrir un regalo y encontrarse con un palo. «¡Un palo!», gritaba, subrayando las posibilidades de aquel objeto si se usa la imaginación. «Claro, es volver al poder de imaginación que tienen los niños y que solemos perder con los años».

Hay una última razón «un poco conceptual», dice Elena Mendoza, para este matrimonio entre objetos cotidianos e instrumentos musicales. «Yo estoy muy agobiada con la polarización ideológica que existe, y que en España es brutal; en Alemania quizás se nota un poco menos, pero lo es también. Y para salir de esto hay que ser un poco más pragmáticos y hay que poner también la mirada en lo útil, en lo cotidiano, en lo que nos sirve. Quiero reivindicar esto un poco también frente a esas batallas ideológicas que no son útiles».

Ignacio Gil

Vivimos tiempos de un utilitarismo feroz. ¿La música es útil para esta sociedad? «Precisamente la pandemia -dice la compositora- ha sido muy reveladora. Al principio, cuando se cerró todo, muchos músicos y muchos artistas en general estábamos un poco desazonados; solamente los médicos y la gente 'útil' podía acceder a sus trabajos, y nosotros nos sentíamos absolutamente inútiles . Pero luego, con el paso del tiempo, es interesante cómo nos hemos ido dando cuenta de lo importantes que somos los artistas o el arte en general. Porque precisamente, a la larga, el arte ha sido fundamental para sobrevivir y para salir de esta situación. Lo necesitábamos igual que a la cajera del supermercado o al médico. Y creo que nos hemos dado cuenta, en una situación una situación extrema, del valor de lo artístico».

¿Pero se ha buscado más el arte o el entretenimiento? « La frontera entre arte y entretenimiento no está tan clara , en mi opinión. Hay arte que también entretiene y hay entretenimiento que también es artístico. Los límites no están absolutamente marcados, una cosa puede llevar a la otra. Si somos hábiles, podemos hacer del entretenimiento un arte y viceversa».

El arte es también, sigue la compositora, un juego. Y en el que propone su partitura necesita la complicidad de los músicos de la ONE. «No me he encontrado con resistencia de ningún músico -responde a la pregunta de si han querido jugar-. Los habrá con más ganas y los habrá con menos, pero son todos muy profesionales ; algunos se han reído, lo han pasado bien, se han interesado por el tipo de cacharros y la técnica, y otros lo han hecho simplemente con mucha profesionalidad. Hay de todo, claro; la orquesta es un microcosmos, pero yo estoy muy contenta».

Y es que, para Elena Mendoza, todo creador tiene la motivación de comunicar . No podemos gustarle a todo el mundo y no podemos pretenderlo, pero hay que comunicarse de la manera más auténtica posible; sin esa motivación de comunicar, a mí tampoco me interesa el arte. Pero entiendo que a lo mejor hay artistas que tienen otra relación con la creación, más hermética, y no me parece mal, me parece igual de válido. Mientras sean auténticas, todas las maneras de crear son válidas».

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