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Salif Keita, el moderno trovador africano

El músico africano actuará el lunes, 21 de marzo, en la sala Barts de Barcelona, dentro del Festival Mil.leni

Salif Keita ABC

LUIS MARTÍN

El riesgo que tiene acercarse a esta voz esencial de los trovadores contemporáneos del Mandén, es hacerlo solo superficialmente y perderse en un océano de cifras que bate marcas históricas y demuestra que este cantor maliense, Salif Keita, fue una vez un genio de las ventas de discos. Más interesante es ahondar en su existencia y descubrir que su biografía tiene una veta de culebrón venezolano digna de hincarle el diente con fruición.

Salif es hijo de progenitores pobres, pero descendientes de una familia de rancia abolengo que encuentra, incluso, origen en Sundiata Keita, fundador del imperio mandinga. Una razón que al artista le sirvió para oxigenar su memoria durante la infancia con un generoso conocimiento de la música tradicional de su país, habida cuenta de que eran muchos los yelis que llegaban hasta su casa para cantar. Pero esa era ya historia pasada cuando, mediados los años sesenta, Salif decidió encarrilar su vida hacia la bohemia a la que le invitaron sus estancias en formaciones como Le Super Rail Band Du Buffet Hotel de la Gare de Bamako, Les Ambassadeurs du Motel de Bamako, y Les Amabassadeurs Internationales, las dos últimas al lado de un personaje tan interesante como Kante Manfila.

Desde entonces hasta comienzos del milenio, es decir, dejando premeditadamente de lado su traslado a París en 1984, donde firmaría álbumes como «Soro» y «Ko-Yan» –dos obras maestras que marcan un punto de inflexión para la música popular africana–, la carrera del cantante albino experimentó un cambio crucial al que ayudó mucho la clarificadora labor de los productores Joe Zawinul, Jean-Philippe Rykiel y Vernon Reid.

Se recupera ahora a Salif Keita empeñado en seguir manteniendo un difícil equilibrio: conservar la identidad propia, mientras se expresa ocasionalmente con lenguajes ajenos sin que la operación se invierta. El resultado permite entrar en contacto con lo más sublime del arte africano de nuestros días . Y, en medio de todo este fascinante andamiaje sonoro, los textos de las canciones de Salif –ya sea para referirse a preocupaciones medioambientales o a los derechos de los albinos en Mali– siguen siendo un testimonio crítico de la realidad de sus contemporáneos, de su pueblo y de su tiempo.

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