Salen a la luz los diarios de Kurt Cobain, el líder del grupo Nirvana

EFEUna imagen de Kurt Cobain

ABC. El 8 de abril de 1994, el cuerpo de Kurt Cobain fue hallado en su casa, muerto de un disparo. A los pocos meses de su suicidio apareció un álbum póstumo y acústico de su banda, Nirvana, que revelaba matices inéditos en su obra, ... un disco que abría horizontes en el mundo claustrofóbico y atormentado de Cobain; líneas que nunca pudieron ser exploradas por quien, a sus 27 años, decidió sumarse a la exquisita compañía de muertos veinteañeros encabezada por Jim Morrison, Gram Parsons o Jimi Hendrix.

Patti Smith («About a Boy») y REM («Let Me In») se encargaron de apuntalar la leyenda recién nacida, y su viuda, Courtney Love, de explotarla. Casi diez años después del fallecimiento de Cobain, aparecen sus diarios, cuya edición española (Mondadori) se abre con una advertencia: «No leas mi diario en mi ausencia». A lo largo de trescientas páginas y en edición bilingüe y facsímil, el volumen repasa las obsesiones del autor de «Lithium». El relato no está fechado, pero sigue cierto orden cronológico, desde sus comienzos profesionales -«Nirvana es un trío que toca rock duro con toques de punk y que está buscando la manera de grabar su música en vinilo o conseguir un préstamo de 2.000 dólares»- hasta el final de sus días, cuando las reflexiones de Cobain sobre su adicción a la heroína y sus problemas de estómago se hacen constantes.

Por el camino quedan dibujos, esbozos de canciones, borradores de cartas y confesiones, algunas desesperadas. «Me veo obligado a decir que os jodan a todos los que no tenéis ni un ápice de consideración por mí como persona. Me habéis violado mucho más de lo que podéis llegar a imaginar», escribe Cobain al sentir profanada su poesía y ver reducida su música a simple mercancía discográfica.

Disgresiones políticas primarias y discutibles, resacas de toxicómano arrepentido, retales de hombre enamorado, discursos de activista de la causa homosexual y críticas musicales feroces -«espero morir antes que convertirme en Pete Townshend»- se cruzan en un relato de naturaleza eminentemente morbosa, pero que sirve para calibrar -«como si yo fuera un icono semidivino del rock americano o el producto confeso de una rebelión de preelaboración corporativista»- los efectos de la gloria sobre un simple mortal.

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