¿Quién mató a Brian Jones? La maldición de los Rolling Stones alumbra un nuevo documental
«The Life and Death of Brian Jones» explora el trágico y misterioso final del primer líder de la banda británica y alimenta la teoría del encubrimiento
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Iniciar sesiónEsta misma semana, aprovechando que la pandemia ha convertido cualquier día en un buen día para celebrar el pasado, los Rolling Stones compartían con sus seguidores una electrizante y narcótica grabación de «Sympathy For The Devil», un flamante pedazo de aquel ... maratón de blues sudoroso, cameos de altura y drogas a paletadas que fue el rodaje de «Rock And Roll Circus». Ya saben: finales de 1968, desmadre a la inglesa, amores en vano y riffs grasientos para engrasar la bisagra del año que vivirían peligrosamente. «Pleased to meet you / Hope you guess my name» y todo eso.
Venían los británicos de reencontrarse con el blues y ondear la bandera del descontento con «Beggars Banquet» (1968) y, mientras empezaban a preparar «Let It Bleed» (1969(, se montaron una juerga a medida con invitados estelares como John Lennon, Marianne Faithfull y The Who. También estaba por ahí, claro, Brian Jones, el líder caído en desgracia. «La personificación de los Rolling Stones», como destaca uno de los testimonios de « The Life And Death Of Brian Jones», documental del barcelonés Danny Garcia que se puede ver estos días en el In-Edit y que ahonda en uno de los episodios más turbios y funestos de la historia del rock. Esto es: la muerte de Jones en verano de 1969, pocas semanas después de que Mick Jagger y Keith Richards lo echasen de la banda.
Pero, antes de eso, volvamos a «Sympathy For The Devil» y a 1968. Mick culebrea sobre el escenario, Keith se retuerce como un atravesado por un cable de alta tensión y Brian… Bueno, Brian hace lo que puede mientras sacude con desgana un par de maracas. Luce estupendo con su chaqueta púrpura y unas botas hasta las rodillas, sí, pero su cara sugiere que en realidad está lejos, muy lejos, de ese estudio de Wembley que los Stones han escogido para registrar sus travesuras. Esa sería, de hecho, su última aparición con la banda. En apenas seis meses habría dejado de ser un Stone y su cuerpo sin vida aparecería flotando en la piscina de su mansión de East Sussex.
La vida de Brian
No habían pasado ni seis años desde que Jones fichó (o, mejor dicho, creyó haber fichado) para su banda a un vocalista llamado Mick Jagger y a sus inseparables acompañantes, unos tales Keith Richards y Dick Taylor, pero un cóctel casi perfecto de celos, adicciones, envidias y rencores se encargó de poner fin rápidamente al sueño de Brian. «Creo que Brian se encontró un buen día con gente que lo idolatraba, como la pequeña maravilla rubia, pero en su interior estaba muy, muy enfadado con Mick y conmigo, y también con Andrew Oldham. De ese modo, sin darse cuenta, empezó a ser una molestia para todos», recuerda Richards en sus memorias.
La cosa podría resumirse más o menos así: Brian fundó la banda y dejó su sello en los imaginativos arreglos de «Under My Thumb» «Paint It Black», «Ruby Tuesday» o «No Expectations», entre otras, pero en cuanto el foco se centró a Richards y Jagger, compositores de la mayoría de canciones, perdió interés y se entregó con denuedo a la bebida, las drogas y la automedicación. «Brian habría deseado ser el centro de atención. Y, claro está, no lo era. Una de las razones de su infelicidad era esto: quería ser el líder, pero no tenía l o que hay que tener para serlo», destacó en su momento el batería Charlie Watts.
Ninguno de ellos, ni Charlie ni Keith (no digamos ya Mick) aparecen en un documental en el que tampoco suena ni un sólo compás de música de los británicos. Tampoco cuesta demasiado entender por qué. Basta con repasar cómo ha tratado la banda la muerte de su excompañero en los relatos más o menos oficiales para comprender que hablar de Jones, ya sea de su vida o de su muerte, les debe resultar tan apasionante como una visita al proctólogo. «Ninguna de los incontables artículos y documentales aparecidos desde 1969 acusa a los Stones de implicación directa en el presunto asesinato o conspiración. Pero sí los censuran por la aparente frialdad con que echaron a Brian de una banda que él mismo había fundado y afirman que la despedida le infligió una muerte simbólica previa a la muerte real», destaca el escritor Philip Norman, eminencia de la literatura rock, en su biografía sobre Mick Jagger.
Una muerte en cuatro páginas
«Dios, Brian siempre hacía todo en el momento equivocado. Su muerte todavía no se ha aclarado, aunque ésa es otra historia. No sé qué pudo pasar, pero hubo algo turbio. ¿Tuvo un ataque de asma en la piscina o le metieron la cabeza debajo del agua hasta que se ahogó? No me habría sorprendido: Brian tenía la habilidad de cabrear a la gente. Supongo que lo que mató a Brian fue que no supo combinar su trabajo como músico y la fama», relata Richards en las páginas de «According To The Rolling Stones», autobiografía oral publicada en 2003 en la que la muerte de Jones se despacha en la friolera de dos páginas. Cuatro si, siendo generosos, sumamos la secuencia despido-muerte-multitudinario concierto en Hyde Park hábilmente reconducido como homenaje al finado.
En realidad, Brian Jones murió dos veces: la primera el 8 de junio de 1969, cuando Mick y Keith le dieron la patada para echarle de la banda, y la segunda el 3 de julio de ese mismo año, cuando su cuerpo apareció flotando en la piscina de Cheltenham Farm, mansión de East Sussex que había comprado por casi un millón de libras. Jones, que además de un tarambana era un espléndido nadador, se ahogó en un metro y medio de agua, por lo que el caso no tardó en alimentar todo tipo de teorías de la conspiración.
Tampoco ayudó que la investigación, como recuerda ahora la cinta de Garcia, fuese una chapuza o que el cuerpo de Jones no tuviese ni tantas drogas ni tanto alcohol como dijo la prensa en un primer momento. «Todo fue para crear titulares que decían: 'Las drogas y el alcohol son malos'», sugiere una de las voces en un un documental que se nutre de declaraciones de testimonios como el fotógrafo Gered Mankowitz o Scott Jones, el único periodista que accedió a los archivos policiales.
«Independendiente de si los obreros estaban por allí o no, había llegado a un punto en su vida en que ya nada tenía sentido»
Keith Richards
The Rolling Stones
Algunas de las teorías que recoge el documental son la supuesta implicación de Allen Klein, manager de la banda, para evitar pagarle a Jones lo pactado por su despido -100.000 libras en ese momento y 20.000 al año mientras la banda siguiera unida-; o la mano negra del gobierno británico, que aprovechó la muerte como parte de su campaña de antidrogas.
La cuadrilla de albañiles
Con todo, si algo refuerza «The Life And Death Of Brian Jones» es que al primer líder de los Stones lo mató una cuadrilla de albañiles que estaba reformando su mansión. Es ahí donde aparece el nombre de Frank Thorogood, a quien el road manager de los Stones, Tom Keylock, encargó la reforma de la nueva casa de Jones.
El propio Thorogood habría confesado en su lecho de muerte que fue él quién había ahogado a Jones. Al parecer, el músico británico debía una suma considerable de dinero a los albañiles y después de un entero de broncas y peleas, el asunto desembocó en tragedia. Esa versión, sin embargo, tampoco acabó de convencer a algunos miembros de la banda. «A mí lo de las confesiones en el lecho de muerte siempre me ha dado un poco de mala espina», Vale, igual lo empujó, pero la intención no era cargárselo. Seguro que les tocó los cojones a los obreros quejándose por todo y dando por saco. Independendiente de si los obreros estaban por allí o no, había llegado a un punto en su vida en que ya nada tenía sentido», escribió Keith Richards en «Vida».
Llegados a este punto, la pregunta no parece tanto quién mató a Brian Jones como por qué no se investigó su muerte de un modo digamos que más diligente. «Drogas y alcohol, murió en su piscina. Bonito y limpio. Eso es todo», ironiza en la cinta la hija de Brian, Barbara Marion, sumándose así a la teoría del encubrimiento. Que el hermano de Tom Keylock fuese un policía relevante podría ser una de las explicaciones, aunque la mayoría de los entrevistados sugiere que lo de Brian Jones fue un asesinato convenientemente utilizado con fines políticos. «Se acumuló todo porque el establishment quería deshacerse de los Rolling Stones», sugiere un testigo.
«Brian era el ADN de la naturaleza rebelde del grupo», añade el periodista Scott Jones, para quien la muerte del Stone sirvió para criminalizar el pop y «beneficiar la agenda política» del gobierno británico. El propio Jones intentó sin éxito que en 2010 se reabriese una investigación cuyos archivos han sido declarados secretos hasta 2044. «Es injusto que el estado pueda hacer política a costa de la muerte de un hombre», lamenta el periodista.
El 10 de julio de 1969, siete días después de su muerte, el cuerpo de Brian Jones fue enterrado en Chentelham. «No me juzguéis con demasiada severidad», puede leerse en su lápida. De su (no tan) antigua banda, solo Charlie Watts y Bill Wyman acudieron a presentar sus respetos. Mick Jagger estaba camino de Australia con Marianne Faithfull y a Keith ni se le pasó por la cabeza: aún escocían los malos tratos y la violencia de Jones hacia Anita Pallenberg, actriz que dejó a Jones precisamente por Richards. «Que el buen Dios te ilumine / Haz que cada canción que cantes sea tu melodía favorita», que le cantaría Jagger años más tarde en «Shine A Light».
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