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EL PULSO DE LA VIDA

CHEMA BARROSO Daniel Barenboim

Ibermúsica

Daniel Barenboim

Bach: «El clave bien temperado II». Int.: Daniel Barenboim, piano. Lugar: Auditorio Nacional.

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

Tiene razón Daniel Barenboim cuando dice que «la ilusión es la calidad del piano». Por eso una misma música, un mismo instrumento puede escucharse con un sonido distinto, en una «creación sonora» diferente. El reino de los grandes del teclado es de las falsas apariencias. Barenboim lo explica y lo demuestra. Lo acaba de hacer al interpretar el segundo cuaderno de «El clave bien temperado», de nuevo en una versión fuera de todo dogma, personal, muy pianística. Pero quizá interesen los detalles antes que el total, por mucho que a través de éste se envuelva ese ilusionismo que, tras más de tres horas de concierto, convirtió la hazaña en una enorme ovación dada por quienes se quisieron dejar convencer, no por los pocos agnósticos que abandonaron la sala (no siempre de manera discreta), posiblemente agotados ante semejante abstracción o poco amigos de jugar a la hipnosis.

También es reveladora la imagen señalada por Barenboim según la cual a lo largo de los 24 preludios y fugas de «El clave bien temperado» «transcurre el tiempo de la vida». Será por eso que todo empezó desperezándose, con algunas notas falsas, tropiezo en los adornos y pulso irregular (fuga 1), demostrando que Barenboim afortunadamente no es infalible (fuga 4). Pero no puede haber mala vida si se explica con la cercanía de la voz (fuga 2), incluso se canta con semejante amabilidad (preludio 12). Barenboim «crea» cuando ataca el piano con abierta afirmación, pero realmente lo transforma cuando lo convierte en algo más inmaterial, casi impresionista (preludio 3). Sin caer nunca en el preciosismo dejó momentos exquisitos (fuga 7), a veces a media voz, rememorando al viejo Bach romántico (fuga 8), en otras encontrando un sonido mágico e irreal (fuga 18). Y entre todo ello surgió el inevitable cansancio (fuga 9) y el deseo de reencontrar el sitio (preludio 10), el deseo de demostrar que cabe una agilidad desbordante (preludio 15) o el paladeo de cada nota (preludio 14). Y aun ante el juego contrapuntístico el más sorprendente encaje, equilibrio e independencia de las voces (las 4 de las fuga 17), el embaucador balanceo de ritmos ternarios (preludio 19) o la capacidad para generar un discurso dinámicamente regulado (fuga 18). Barenboim ha mostrado ahora el segundo libro de «El clave bien temperado». Sencillamente. Idealizando su latido vital.

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