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El Prado y la Orquesta Nacional se unen en torno a una flauta japonesa

Hoy se estrena en Madrid «Desert», un concierto para shakuhachi y orquesta

Bressan y Curti (tocando el shakuhachi) ante la obra de Fortuny, en el Salón de Estampas del Prado ERNESTO AGUDO
Julio Bravo

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Un italiano, un argentino y un español –no es un chiste– protagonizan hoy en el Auditorio Nacional el estreno de «Desert», la obra con la que la Orquesta y Coro Nacionales de España celebra el bicentenario del Museo del Prado . Los tres protagonistas son Paolo Bressan, director; Horacio Curti, solista, y Ramón Humet, compositor. Pero hay más elementos que convierten este estreno en un acontecimiento especial;la obra se basa en un grabado de Mariano Fortuny, «Anacoreta», y se trata de una pieza para un extravagante instrumento:el shakuhachi , una flauta japonesa cuyo origen se encuentra en la meditación.

Ramón Humet (Barcelona, 1968) recibió hace un par de años, por parte de Félix Alcaraz, director técnico de la OCNE, el encargo de escribir una obra para celebrar el bicentenario del Museo del Prado . Se le dio libertad absoluta para ello y pensó en llevar a cabo una idea que acariciaba desde hacía tiempo:componer un concierto para shakuhachi. De todo el patrimonio del Prado, el músico se fijó en un pequeño grabado no expuesto: «Anacoreta», de Mariano Fortuny . «Lo elegí principalmente por el tema –dice Humet–;pero es que, además, Fortuny es de Reus, que está a quince kilómetros de donde vivo».

Silencio

El silencio común entre los monjes budistas y los anacoretas cristianos es el nexo de unión entre la obra artística y la musical. Humet toca también el shakuhachi . «Lo estudié –dice– porque unía dos de mis pasiones: la música y el universo de la meditación. Con el tiempo, me di cuenta de aspectos musicales infinitamente ricos y que, a veces, se encuentran en la música contemporánea como una gran novedad, cuando hace siglos aparece en las tradiciones orientales: la microtonalidad, el glissando, el frullato, los sonidos eólicos...».

El grabado «Anacoreta», de Mariano Fortuny MUSEO DEL PRADO

Unir este instrumento a una orquesta sinfónica , reconoce Humet, es difícil. Hay muy pocos antecedentes –Toru Takemitsu, Toshio Hosokawa, James Nyoraku Schlefer...–;además de amplificar ligeramente el shakuhachi, ha eliminado, para lograr un mayor empaste, instrumentos «que podían enmascarar el sonido del solista:el oboe –que se parece más al shakuhachi que la propia flauta travesera–, los timpani y las trompas; su sonoridad evocan más la lejanía que la cercanía y restan claridad. Prescindiendo de ellos logro una orquesta más liviana y permite equilibrarse mejor con el instrumento solista». «Desert» –que se presenta en el concierto junto con obras de Rachmaninoff y Respighi– es una pieza de entre veinte y veinticinco minutos y en ocho movimientos «enlazados, sin solución de continuidad». No es, concluye el compositor, una obra meditativa:«es para shakuhachi , pero podría ser para violín o para violonchelo. Hay dos versos de Jacinto Verdaguer que ilustran un poco el sentido de la obra:“I on tu veus lo desert / eixams de mons formiguegen” (Donde tú ves el desierto, enjambres de mundos hormiguean)».

El shakuhachi ABC

También lo hacen los estómagos de Paolo Bressan y Horacio Curti . «Un estreno absoluto siempre es especial, no conocemos el resultado sonoro, no hay antecedentes –dice el director–. Yen este caso más, por el instrumento;es la primera vez que dirijo una obra con shakuhachi». De él destaca la mezcla entre aire y sonido, su vibración es diferente, muy clara. Es suave para el oído y para el espíritu». Su equilibrio con la orquesta, coincide con el compositor, es complicada. «Está escrito con libertad de métrica para el instrumento solista y métrica codificada para la orquesta. Hay que crear una dialéctica sonora entre ambos, y tocar con precisión para llegar juntos a momentos determinados».

El argentino Horacio Curti se enamoró del shakuhachi –hasta el punto de abandonar el saxo, instrumento que tocaba hasta entonces–durante un viaje por los Himalayas y lo estudió en Japón; desde entonces, su vida gira en torno a este instrumento. «Ramón Humet lo conoce muy bien y aprecio mucho el modo en que lo utiliza;no lo fuerza a una situación artificial, aunque lo lleva a los límites para propiciar esa coexistencia con la orquesta.

Cuadro y partitura

El encuentro primero de director y solista con «Anacoreta» en la Sala de Estampas del Museo del Prado le ha dado, admite el director, una nueva dimensión a la interpretación. «Es una obra muy potente;si uno se fija en la espalda de este hombre solo en un mundo en el que siempre estamos rodeados de gente y de cosas. Él no tiene nada salvo la Naturaleza, salvaje, en blanco y negro. La partitura, especialmente el principio, se ve en la estampa». Curti, por su parte, concluye:«Me han impresionado la riqueza y la fuerza de la obra; tiene mucho que ver con el sonido del shakuhashi y el cuadro tiene que ver con la esencia de la partitura más que con la literalidad».

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