Ópera Bodas de alta costura en Aix-en-Provence
Numerosos acontecimientos se centran últimamente en torno a Christian Lacroix (Arles, 1951), celebrando los 20 años del lanzamiento de su primera colección en solitario y de la apertura en París de
Numerosos acontecimientos se centran últimamente en torno a Christian Lacroix (Arles, 1951), celebrando los 20 años del lanzamiento de su primera colección en solitario y de la apertura en París de sus famosos salones del 73 Faubourg Saint-Honoré. A la cabeza de los reconocimientos ... está la muestra de su trayectoria creativa que le dedica hasta el 11 de noviembre el Centro Nacional de Trajes de Escena y Escenografía de Moulins. En esa línea de homenajes ha querido incidir el Festival lírico de la Provenza al solicitar una colaboración a este famoso creador de moda, también provenzal, para diseñar los figurines de una ópera tan fundamental en la trayectoria de Mozart como «Las Bodas de Fígaro».
Hasta aquí, todo bien. El problema en esta ocasión ha consistido en querer jugarlo todo, o casi, a esta única carta. Por supuesto que la orquesta, la dúctil Mahler Chamber -que un día antes deslumbraba, con Boulez al frente, en «De la Casa de los Muertos»- respondió a las demandas de Daniel Harding, que insiste en el empeño de hacerse grande en Mozart desde esta plaza. Y lo va consiguiendo, amoldándose cada vez con más flexibilidad a las demandas de las voces, aunque a veces le falte razonar el modo en que acomete las dinámicas en las partes sinfónicas de la obra.
Las objeciones vienen ante todo por el capítulo vocal, al diseñar un reparto demasiado lineal, en el que no se establecen los debidos planos, hasta el punto de poder aburrir en ciertos momentos. De ser así, por mucha alta costura en los figurines, el resultado final corre el riesgo de no pasar de un prêt-à-porter. Eso puede suceder cuando -como es el caso- en el cartel se barajan una Susana de bonita voz, pero corta de recursos, una Condesa falta de peso dramático para los requerimientos del personaje y un Cherubino poco convincente en su impostación. Dos voces baritonales salvan el resultado final: el valiente Conde de Almaviva, que defiende el estadounidense Nathan Gunn, y el espléndido Fígaro, que se intuye será el italiano Giorgio Cauduro, de 27 años.
Tampoco ayuda a resaltar el ingenio de Beaumarchais, recogido por DaPonte en el libreto, la neutralidad del decorado, simplista y sin sorpresas, como el fondo aséptico al esperado desfile de modelos: ellos, con la viril rigidez del algodón con apresto; ellas, con los elegantes y abullonados trajes de organza de seda. En un espacio así, lucen poco los denodados esfuerzos que se perciben en el trabajo de dirección de Vincent Boussard, aliado escénico en los últimos tiempos de Lacroix. Porque ninguno de los palos escénicos le es ajeno al modisto desde que, a mediados de los años 80, se dejó tentar por todos los flancos del espectáculo. Desde la ópera al cabaret, pasando por el teatro más convencional, sin olvidar sus pasiones por los universos casi coincidentes del toro y del flamenco, como los diseños para el espectáculo «Arsa y Toma», de Cristina Hoyos, o el vestido que lució Chamaco en su alternativa a comienzos de los 90.
JUAN ANTONIO LLORENTE
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