DJ Nano: «La electrónica no es un tipo poniendo música para que la gente se coma pastillas»
El popular 'disc-jockey' publica 'Al otro lado de la cabina', su biografía que recorre también la historia del tecno a nivel nacional e internacional

Jose Luis de los Cobos Garaña , alias DJ Nano (que viene de enano), es uno de los grandes nombres de la electrónica nacional de las últimas décadas. Su reciente biografía, ' Al otro lado de la cabina ', publicada con la ... ayuda del veterano periodista musical Miguel Ángel Bargueño , nos guía por la historia del tecno través de la mano que ha mecido los 'pitchs' en las mesas de mezclas de las fiestas más cutres de todos los pueblos españoles. Y, también, luego, de los festivales más masivos. Un 'machaca', un triunfador.
Y hay anécdotas, cómo no. El apenas-no-tatuado Nano inicia el libro recogiendo a Froilán de Marichalar y Borbón para conducirle a su exitosa sesión ' Oro Viejo ' para que le vea pinchar, y acaba con su simbólica foto de los Reyes junto a representantes de la Cultura durante la pandemia: subtexto, la música electrónica se hace oficial. Y, entre medias, su vida. Las 'torturas' que sufrió niño, el complicado ambiente de las discotecas noventeras, los conocidos tiroteados, amigos aluniceros, la multimillonaria oferta para pinchar en Kapital con veintipocos... hasta la conquista del globo, puesto que es uno de nuestros pocos hombres del 'dance' con tirón en los más exóticos y festivos lares.
— Los DJs son las nuevas estrellas del rock. Pero costó, les menospreciaban.
—El respeto tarda mucho en ganarse, no puede venir de un día para otro. Los artistas y la industria hemos tenido que trabajar muchísimo para que ese reconocimiento llegara. Con lo que hay que quedarse es que la música electrónica ya no es ese reducto de gente de mala vida en discotecas como se hablaba en su día. Es algo muy grande y muy respetado.
— Señala un concierto de DJ Tiësto en 2003 y el lanzamiento en 2009 del disco 'One Love', de David Guetta, como los momentos clave del salto hacia adelante de la electrónica en busca del estrellato nivel Eminem, Coldplay o los Rolling.
—Sí, ese concierto o el de Tiësto en las Olimpiadas de Atenas fueron pasos muy importante. Y el disco de Guetta lo cambió todo. Artistas de géneros impensables (Black Eyed Peas, por ejemplo), con un éxito arrollador, colaboran. Luego figuras como Avicii y Swedish House Mafia siguieron esa grandísima labor de llevar la música electrónica al 'mainstream' más absoluto y copar las listas de ventas de todo el mundo.
— De joven era muy difícil ser DJ y tener un noviazgo serio porque se ligaba mucho.
—Sí, eso trajo muchos problemas en mi vida. Y mira que yo era un cuadro... Bueno, lo sigo siendo, pero de pequeño era más cuadro todavía. Entonces, ligabas porque eras el DJ, por así decirlo. Y en esas edades jóvenes era muy difícil no acabar teniendo problemas con la que fuera tu pareja. Aunque a mí no es una cosa que me haya ido mal nunca, por la labia u otros encantos.
—En su adolescencia en los 80 y 90, cuenta, muchos os pasasteis del hip-hop a la electrónica. ¿No es llamativo? ¿El rap no tendía mucho más a ser de izquierdas?
—Yo no lo viví así. Nunca he relacionado música y política en ningún caso. Quizá el punk sí es más antisistema. Era algo que no me interesaba ni me importaba. Realmente, no nos pasamos a la electrónica. Yo sigo escuchando mucho hip-hop y estoy muy al tanto de esta cultura. Es cierto que lo que ocurría en aquella explosión de la cultura de club y discotecas de principios de los 90 es que dentro de una discoteca veías a mucha gente que pertenecían a una etiqueta muy marcada, como jevis, raperos o poperos. Pero, de pronto, con esa explosión de las discotecas entraron por sus puertas abiertas personas con gustos muy distintos que allí eran uno.
— Se tatuó un brazalete de espinas en el brazo cuando en España solo llevaban tatuajes los presidiarios y marineros.
—Antes estaba muy mal visto. Me encantaban los tatuajes desde pequeño. Y tenía un gran punto de rebeldía. Ahora es muy normal pero antes era muy llamativo. Llevar un tatuaje en un brazo ya cambiaba el tono de relacionarte según con qué personas. Había unos prejuicios enormes y, gracias a Dios, ya no existen.
— De hecho, se ha tatuado 'sin criterio'. Por ejemplo, unas patatas fritas del McDonald's en la pierna.
—Desde hace años sabía que quería ir tatuado entero. Siempre que he viajado, me buscaba un tatuador local y me tatuaba cosas que tenían que ver con el país pero a lo mejor no tenía nada que ver. Además, yo vivía encima de un estudio de tatuajes en la calle Fuencarral y me bajaba día sí y día también a hacerme lo primero que se me pasaba por la cabeza. Las patatas del McDonald's, un M&M, un Ventolin… bueno, soy asmático. Pero tengo infinidad de tatuajes que no significan absolutamente nada.
— Pero vamos ya a la pista un rato. Dice que la segunda mitad de los 90 no desmerece en ganas de salir a los 80. Empiezan a normalizarse los afters, surgidos en Valencia la década anterior, y, digamos, se fragua el concepto de fiesta que vendría para quedarse. ¿Hay algún país mejor para salir de fiesta que España?
—Creo que somos un país increíble para la alegría, en general. Siempre se ha dicho. Es verdad que durante muchos años el apoyo al club y a la fiesta en general ha sido total. Y, por lo tanto, no sé si somos los mejores pero de los mejores sin ninguna duda. Tenemos una cantidad de turistas enorme que vienen no solo a ver nuestros museos y playas sino también, efectivamente, por la fiesta. Yo creo que los años 80 y 90 fueron dos explosiones muy distintas y muy potentes y determinantes. No solamente de ocio sino culturalmente hablando, en la música y en la moda. Eso marcó mucho.

— En los 90 se estilaba un rollo muy chungo en las discotecas.
—Lo sufría bastante desde la cabina viendo todo lo que ocurría. Era un ambiente muy malote pero el que no era malote tenía que llevar esa actitud, como una especie de defensa. A mí ahora me produce risa, pero ibas a la discoteca y todo el mundo tenía el ceño fruncido y como cara de mosqueados. Había siempre una actitud de a ver quién era más malote y más chulo. Gracias a Dios, con el tiempo, eso se relajó y se fue. Pero en los 90 era cierto que había un ambiente complicado y, también, era una moda de actitud. Hasta la ropa era agresiva. De todas maneras, en mi caso yo siempre he tenido suerte y me han tratado muy bien. Piensa que trabajamos en horarios muy tarde donde la gente puede llevar dos o tres copas y puede ocurrir cualquier cosa. He visto situaciones terribles, que no molan... Durante una temporada pinchaba ya no de madrugada sino en el requete-after y he visto excesos, gente que ha tenido problemas serios de salud delante de mí. Pero esto no solo ocurre en la música electrónica sino en muchísimos lugares.
—¿Cree que la relajación de esa 'chunguez' fue clave para hacer llegar la música electrónica a todos los públicos?
—Sí, totalmente. Hemos ido para bien. Además en los últimos años de una manera brutal. No solamente se ha relajado eso, también la gente ya no mira la música electrónica como un nicho oscuro de flashes, humo y oscuridad. Eso ya pasó a mejor vida. Ahora es lo que es: una industria que mueve a millones de personas en todo el mundo con unas producciones impresionantes dignas del mejor espectáculo del mundo.
— Fue «muy pegón», andaba con amigos aluniceros… Es de esas personas que puede decir la frase manida de «la música me salvó» .
—Fue real. Yo me crucé con la música, primero en la producción y dirección y, más tarde, en la cabina. Eso hizo que me dedicara en cuerpo y alma a trabajar desde la adolescencia. Sobre todo, fue por un tema de edad, no sabes del todo lo qué está bien y está mal e incluso te puede llegar a gustar lo que no está bien del todo. Y, efectivamente, podría haber seguido caminos incorrectos y haber acabado de una manera muy distinta.
— Así, la cronología de la electrónica nacional empieza en Valencia, durante la Ruta del Bakalao, luego despunta en Barcelona y, por último, en Madrid. Y tiene una gran plaza en Ibiza, donde se le nota desencantado por los derroteros que ha tomado...
—Ibiza siempre ha sido muy rica en lo musical. El sonido balear, ibicenco, es maravilloso con artistas locales y es una cuna de electrónica brutal. Eso se ha perdido. Ahora es un supernegocio, es un parque de atracciones de la electrónica y el ocio en donde las promotoras más importantes son las que controlan. En aquel entonces eran fiestas hechas por gente de la isla, con 'disc-jokeys' ibicencos con un sonido muy específico… Bueno, así es la vida.
— Se alistó en la Legión. ¿Si no llega a ser por el asma hubiera seguido ahí?
—Posiblemente, porque en aquel entonces mi pasión, mi vida, quería que fuera encaminada a la vida militar. En mi infancia, me rodearon tanto familiares como amigos militares. Soy del barrio de Moncloa, que es un barrio que entonces era un gran porcentaje militar y era lo que quería ser. No sé lo que habría ocurrido pero tengo que decir que, aunque me siga emocionando lo militar, estoy muy contento de haber elegido la vida que he elegido.
— De pequeño vivió una época de «terror absoluto» con los castigos de su madrastra. Da la sensación que hasta este libro era algo que incluso había sido borrado de su cabeza…
—Sí. Ya lo tenía claro, pero, a raíz del libro, me he dado cuenta de que tengo una memoria selectiva, como muchos de nosotros, y en mi caso tuve etapas de mi vida muy dolorosas y, a día de hoy, todavía me duelen. Pero me duelen no ya por mí, sino porque siga ocurriendo. No lo hablé nunca. Ni mis familiares más allegados lo sabían. En su día por miedo, por supuesto, pero luego durante toda mi vida porque no he querido hablar de ello. Estoy muy orgulloso de haberlo contado para no tener miedo, creo que la vida tiene cosas muy buenas pero hay algunas situaciones que son horribles. Yo tuve la ‘mala suerte’ de tener una etapa fatal. Y he decidido contarla y estoy muy contento de haberlo hecho. Ha sido algo terapéutico. Ahora no me da miedo enfrentarme a ellos, si es cierto que me he tenido que reunir con familiares míos para contarles que va a salir esto. No quiero ocultar más partes de mi vida. Todo el mundo lo pasamos mal cuando vemos que ocurren estas cosas. Pero sí es verdad que a mí me afecta muchísimo hasta el punto de que hay películas que no puedo ver si en la trama si hay una situación así. Me duele mucho y me pone muy violento, no reacciono bien.
— 'El Bola' no la ha visto.
—No, no la he podido ver.

—En IFEMA en 2016 pinchó delante de 12.000 personas con 'Oro Viejo', su emblemático espectáculo. Ahí se dio cuenta que 'el niñato de Moncloa' lo había petado.
—Eso fue un punto de inflexión. No porque pinchara delante de tanta gente, que es algo que llevaba haciendo desde hace muchos años, pero ahí es cuando empiezo a arrancar mis propios espectáculos de una forma mucho más masiva y grande. Grandes producciones que es lo que estoy haciendo hasta la fecha. A la última edición fueron 25.000 personas. De pronto, es cuando dices: «Esto es muy bonito». Porque no es pinchar en un festival o en un club, es hacerlo tú desde cero. Y es un momento maravilloso de mi carrera.
—Otro peldaño vital tuvo lugar cuando en 2004 la discoteca Ministry of Sound londinense apuesta por usted par sus recopilatorios 'Trance Nation'.
—En aquella época aquí había interés por la música pero lo que primaba era la fiesta. Cuando empiezas a viajar y, sobre todo, en Londres, íbamos a Virgin Store y veías a la gente comprando el último disco de Massive Attack o de Tiësto y era un público que se veía que no era discotequero, de todas las edades. Iban allí por un tema de cultura musical. Eso ya ha llegado aquí, ahora ya hay una gran cultura musical en España.
— Opina que están los 'Big DJs' (Carl Cox, Steve Aoki, David Guetta, etc.) y luego «gente por encima de ellos, inalcanzables». Se refiere a Daft Punk, a The Chemical Brothers, Fatboy Slim o Prodigy.
—Son los que han hecho realmente que haya momentos atemporales y enormes. Estamos hablando de artistas que han cambiado las cosas, y van a quedar ahí, afrontándolo con mucho riesgo, no conformándose con un sonido que estaba funcionando. Han roto esquemas y lo han cambiado todo.
— Las drogas no le tiraban, y eso le salvó. ¿Ha tenido muchos compañeros caídos?
—Totalmente, pero no solo de electrónica. He visto a mucha gente que han tirado sus carreras por el retrete. Lo hemos visto en todos lados. Ahí tienes a Kurt Cobain o a Sid Vicius, que son otros estilos musicales. El problema de la droga no es un problema de la electrónica o de otro estilo, sino de las personas. Te impide dedicarte a algo en cuerpo y alma.
— ¿Qué os pasa con el programa de Broncano, 'La Resistencia', que van todos los invitados como asustados?
—Ese programa es de éxito absoluto y cuando fui estaba en un momento altísimo. Le valoro mucho por su rapidez mental y su ingenio, soy muy fan del programa. Y cualquier artista que va, y a mí me pasó un poco, vas con miedo porque eres muy fan e infunde mucho respeto. Y me ocurrió que es un presentador maravilloso pero tampoco sabía cómo iba a afrontar la entrevista, y no le conocía en persona… Era un poco miedo a lo desconocido. Si te va a tratar como si fueras un 'bakalaero malhablado'. Y aprovecho para decir que es lo que me encuentro siempre. Hace años sí te podían tratar así… Me refiero a los 90, que sí que te podían decir: ¿A qué te dedicas? Y tú: «Soy DJ». Y que te digan algo del 'chumba chumba'. Porque lo desconocían totalmente. A mí no me afectaba porque, como te digo, lo entendía. La gente lo desconoce y había que hacer mucho trabajo para que a día de hoy eso no exista.
— El asesinato del Balcón de Rosales en 2008 renovó los clubs.
No estaba bien regulado lo de la seguridad en la discotecas y puertas. Había unas guerra increíbles entre las bandas por tener la seguridad. El Balcón de Rosales fue uno de los momentos más terribles que hemos sufrido en este sentido en Madrid, e hizo que de pronto hubiera una regulación en esos equipos de seguridad, que no fuera que cualquier persona sin conocimientos pudiera trabajar allí. Fue para bien, debido a una desgracia.
— Ha estado muchos años en Loca FM, Los 40, ha sido presentador en Música Sí y hasta le ficharon en 'Hermano Mayor', pero lo abandonó por su amoralidad.
—Sí, lo cuento porque así fue. Desde aquella historia siempre he sido un poco reacio a hacer televisión. Pasé los casting para ser el presentador de 'Hermano Mayor' y me encontré un caso nada más empezar a grabar que me hizo muy mal. Y pensé: «Yo no valgo para hacerle daño a una persona inocente». Porque eso fue lo que me encontré. Me sentí muy mal y lo tuve que dejar.
— Siempre me ha sorprendido la premisa de ese programa: primero situaciones violentas y, ya después, ayudamos.
—Iba por ahí. No todos los casos eran así, pero yo lo que viví fue… En el primer programa me sentí muy mal.
— Le molestan los 'influencers' que se hacen de 'disc-jockeys' .
—Lo que me molesta es que lo hagan sin respeto. Un 'disc-jockey' es profesional, no es un tío que pone dos canciones en una lista de reproducción. Es muchísimo más que todo eso. La actuación es el regalo de todo lo que hay detrás de la cabina. Yo invito a todo el mundo a que quiera conocer esta profesión y bienvenidos, pero con mucho respeto y formación.
— Ha cerrado 'Clubbing Spain', la revista más longeva e importante de nuestro país de electrónica. ¿Cómo está su gremio capeando la pandemia?
—Es muy triste. No sé los motivos del cierre, pero que cierren estas páginas especializadas que tanto bien han hecho a la electrónica... 'Clubbing Spain' está más orientada a la música underground pero yo era consumidor de ella y te daba unos datos y una información maravillosa. Es un trocito de la música electrónica en nuestro país que se apaga. No sé los motivos del cierre, pero la pandemia ha hecho muchísimo daño a la electrónica y al ocio en general. Tengo muchos compañeros que la verdad no han sobrevivido profesionalmente a ello y se han tenido que dedicar a otras cosas. Y gente que se dedicaba a montar escenarios, técnicos de sonido… todo ese gran equipo que hay detrás de un DJ no sabemos si todos ellos volverán a sus antiguos trabajos. Es terrible.

— ¿Por qué fue importante esa foto con los Reyes?
—Esa foto marca un antes y un después. Hace años yo creo que sería impensable ver a un artista de electrónica en una acción de representantes de la Cultura con los Reyes. Puede ser el acto más importante que tiene la Cultura en este país. Y que me eligieran a mí me hizo mucha ilusión, pero también fue algo muy bueno para todos mis compañeros de la música electrónica. Me siento muy orgulloso. El otro día tuvimos la presentación del libro en el teatro Capitol y vinieron representantes del Ayuntamiento, del Congreso… Aquel día la Reina se acercó y me presentó al Rey Felipe. Además, luego nos contaron que se prepara muy escupulosamente las recepciones. Y fue la prueba viva de ello, pues sabía con quién trataba y a qué me dedicaba.
— A través de su biografía se recorre también una parte de la historia del ocio nocturno madrileño. En términos de clubs, ¿qué nos faltaría para ser, por ejemplo, Berlín? ¿Qué le parece Ayuso?
—A mí me gusta mucho, por cómo ha gestionado y ha ayudado en todos los aspectos a las personas en la pandemia. Creo que eso es intachable y no puedo decir otra cosa. Creo que la cultura 'clubber' en España no está pasando por su mejor momento. Hace años los clubs fueron desapareciendo y eso tiene una explicación. Al final, el nuestro es uno de los grandes países a nivel festivales del mundo. El ocio musical y la electrónica, sobre todo, ha ido cambiando y la gente prefiere irse a un festival cada cierto tiempo que estar cada fin de semana en un club. Yo sí echo de menos esa cultura y esas discotecas que teníamos antes. Ahora mismo en Madrid tenemos muy pocos sitios donde programen y me gustaría que volviera un poco.
— ¿Por qué el tecno es arte?
—Porque durante muchos años estás dejando un bagaje musical tanto en el conocimiento de las personas como también en la producción musical. Creo que hay un apartado cultural muy grande, también en la moda está muy vinculado. Y todo se nutre. Años después se habla de La Movida madrileña, como algo supercultural. Pues esto es lo mismo. No es un tipo poniendo música para que la gente se coma pastillas. Esto va mucho más allá.
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