El Sónar se deja seducir por el misterioso embrujo de Lana del Rey

La cantante neoyorquina, amada y odiada a partes iguales, ofreció anoche su primera actuación en España en un abarrotadísimo Sónar

El Sónar se deja seducir por el misterioso embrujo de Lana del Rey EFE

DAVID MORÁN

Se fueron New Order , héroes y villanos de la jornada inaugural del Sónar 2012 , y todas las miradas se centraron anoche en un único punto, acaso el más luminoso y controvertido que ha sobrevolado la inestable galaxia del pop en los últimos meses. ... Hablamos, en efecto, de Lana del Rey , enigmático y vaporoso fenómeno -¿de temporada?- que se coló anoche en la programación del Festival de Música Avanzada y Arte Multimedia para tratar de embrujar el ingobernable recinto ferial Gran Via con esas melodías satinadas y de estética cinematográfica.

En realidad, parecía que la neoyorquina había venido no a actuar, sino a pasar un examen. No en vano se trataba de su debut en España y, por tanto, del primer contacto en directo con “Born To Die” , tibio estreno discográfico que rebajó de golpe la euforia que desató su primer single, “Video Games” . Una de cal y otra de arena que acabaron por convertir su visita a la capital catalana en una de las citas con más morbo de la temporada. Para lo bueno y, claro, para lo malo.

Sobre todo después de ver cómo su cacareada actuación en “Saturday Night Live” la convirtió en el hazmerreír de unas redes sociales que la masacraron sin piedad por algo tan humano como desafinar. Normal, pues, hubiese quien pensase que su estreno en la ciudad acabaría siendo un churro, algo a lo que la neoyorquina respondió con una actuación sorprendentemente seria y, por qué no, también digna .

Es cierto que a Lana de Rey es fácil cogerle manía , con esa pose tan rematadamente cool, esas proyecciones en las que ella es la protagonista absoluta y esa blanca languidez que por momentos se transforma en sosería y abulia, pero también es cierto que Lizzy Grant –o sus asesores, quién sabe- no es tonta, y llegó al Sónar estudiada, afinada y con un cuarteto de cuerda que, protagonista absoluto ante la falta de batería, le dio un tono aún más enigmático a sus canciones. Y así, mientras fueron cayendo “Blue Jeans”, “Born To Die”, “Carmen”, “Video Games” y “Nathional Anthem”, la neoyorquina consiguió mantener el equilibrio transformando canciones que en disco ni fu ni fa en modernas letanías ideales para sonorizar una película de David Lynch .

Otra cosa es que la hora y el lugar escogido, cuando lo que la gente le pedía al Sónar era bombo y pruebas de estrés para las caderas, fuesen las ideales y que en apenas cuarenta y cinco minutos de concierto hubiese tiempo para detectar lagunas, rellenos y paja , pero de ahí a mandarla al banquillo de por vida media un abismo. Máxime cuando, en un sobreesfuerzo por demostrar que es humana, la cantante bajó al foso a besuquear a fans y dejarse fotografiar en pleno concierto.

Electrónica tridimensional

Y ya fuese por el efecto llamada de Lana Rey o porque el Sónar es el Sónar y aún no ha nacido la crisis que pueda hacerlo zozobrar , nunca antes se había visto el recinto de Gran Via 2 tan superpoblado, con masas de gente cambiando de escenario, amontonándose incluso en los ya tradicionales autos de choque o gastando suela y peroné con el dubstep inclemente que sirvió James Blake desde la cabina, la electrónica a lo bruto de Fatboy Slim y el techno con flequillo de Richie Hawtin.

Antes de eso, el brasileño Amon Tobin ya había firmado uno de los momentos más impactantes de la noche instalando en el escenario una vistosa estructura audiovisual, algo así como un cubo de Rubik deconstruido, desde la que iba disparando bombos despeinantes capaces de decapitar a un par de miles de espectadores y cucas imágenes de formas geométricas y lluvias de estrellas. Un concierto “tridimensional” que inauguró esa sección de montajes audiovisuales espectaculares que hoy debe perpetuar Deadmau5.

Es cierto que Lizzy Grant -o sus asesores, quién sabe- no es tonta

Al chapuzón nocturno en el Sónar le precedió una nueva y abrasadora sesión diurna con la que el festival siguió tirando del hilo de los nuevos y viejos paraísos sintéticos en el CCCB. Aunque, bien pensado, el concepto paraíso pierde todo su significado ante propuestas como la de Supersilent , banda noruega de improvisación que se presentó ni más ni menos que con John Paul Jones, bajista de Led Zeppelin reconvertido para la ocasión en aplicado operario del ruido. Al final, tan insólita colaboración no solo acabó  vaciando el Hall, sino que convirtió una ceñuda sesión de zumbidos acuchillados, drones oscuros y mandobles de noise en una auténtica prueba de resistencia. El jazz, desguazado y servido como por un ejército de robots dementes. 

Será que, a excepción del SónarVillage, ese gran patio de césped artificial en el que descamisados de todo tipo pastan a sus anchas, la facción diurna y abrasadora del Sónar, la misma que lleva ya unos cuantos años abonada al éxito masivo y a los amontonamientos de gente en cada esquina, disfruta poniéndoselo difícil al oyente. Quizá por eso mismo el apartado expositivo del festival está dedicado a ingenios sonoros como una orquesta de robots que interpreta con salero «The Robots» de Krafkwerk y un instrumento digital guiado por la mirada o los movimientos de la cabeza, aparatos todos ellos diseñados por alumnos de la UPC de Barcelona. 

La misma estela siguieron los alemanes Mouse On Mars, quienes se reivindicaron entre sombras y voltaicas sacudidas como capos de la electrónica teutona, y el catalán Mau Boada, imprevisible hombre orquesta capaz de anudar bajo el nombre de Esperit! folk, psicodelia y programaciones para acabar sonando como un Ennio Morricone pasado de revoluciones, por lo que quien quisiera ayer tregua tuvo que conformarse con Austra y su pop electrónico pelín freak . Y es que las canadienses, lideradas por los gorgoritos supersónicos de Katie Stelmanis, consiguieron que sus pintas de acabar de salir de una película de John Waters no interfiriesen demasiado en ese revival ochentero como perpetrado en un desván sin ventilación.

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