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ABC Cultural

Jesús Lillo - Análisis

Más triste es pedir que okupar

El Primavera Sound ha sido algo más que el altavoz del pijerío musical y el clasismo seudocultural del nuevo siglo. Cada vez que el Estado ponía contra las cuerdas judiciales o policiales al ‘establisment’ del separatismo, ahí estaban

Imagen del festival en 2019, durante un concierto de Tame Impala EFE
Jesús Lillo

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Precursor de buena parte de los vicios y virtudes musicales de nuestra era, fue el FIB de Benicásim el festival que de la mano de sus fundadores -que no tardaron en vender el piso piloto, una vez alicatado hasta el techo con fondos municipales- comenzó ... a extorsionar al ayuntamiento para que le pusiera no ya un estanco o una administración de lotería, como era costumbre, sino un recinto de conciertos. Eran los tiempos, hace ya dos décadas de eso, en los que el denominado ‘impacto económico’ empezó a medirse a ojo, más o menos como ahora, y a poner los dientes largos a unos alcaldes a los que con tal de hacer caja económica o de resonancia aldeana lo mismo les daba un Orgullo Gay que una Semana Santa. Los propietarios del FIB amagaban de forma periódica con irse del pueblo y el consistorio sacaba el talonario. Debieron de aprender del gremio del cine, hermano cultural y de teta. A la excelencia por la mamandurria.

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