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El Festival de Música Antigua Úbeda y Baeza recuperaa Ignacio Jerusalem, el desconocido músico napolitano

El compositor impuso el estilo galante en el México del siglo XVIII

La soprano Alicia Amo Michal Novak

Alberto González Lapuente

El Festival de Música Antigua Úbeda y Baeza acumula veintitrés ediciones dilatando su influencia por la región jiennense. Habitualmente sitúa los conciertos en espacios singulares, muchos de ellos a la sombra del arquitecto Andrés de Vandelvira , quien dio forma monumental a estas ciudades en el siglo XVI. Pero no descarta otros lugares de rango más cotidiano. El diálogo entre lo noble y lo cercano, entre lo propio y lo incorporado, tiene una primera aproximación en la importante relación de intérpretes andaluces que participan en la programación, particularmente en la llamada extensión provincial que lleva la música a muy distintas localidades. Más de cuatro decenas de conciertos se preve en 2019, superando cualquier edición anterior. Entre ellos está el ciclo principal de rango más internacional y particularmente intenso durante el pasado fin de semana.

A través del trazado argumental de sus distintos programas, el femaUB demuestra, año tras año, la fragilidad de las fronteras históricas, en particular lo artificioso de los límites que la historiografía estableció entre estilos y periodos cronológicos. En esta edición se ha fijado en el músico Ignacio Jerusalem , en origen Ignazio Geruralemme , de quien se conmemoran los 250 años de su muerte. Nacido en Nápoles, se detuvo en Ceuta y Cádiz antes de llegar a México, donde impuso el estilo galante, sinónimo de modernidad, expresividad y sofisticación en el siglo XVIII, y manifestación paradigmática de un fenómeno de globalización cultural a escala internacional que incluso abrazó al continente américano. La Italia universal que alcanza al Nuevo Mundo implica la raíz napolitana, donde se asentaba la presencia española, y un destilado a partir de los usos en boga en la península ibérica incluyendo todavía un muy interesante cruce de intereses artísticos entre repertorios de raíz popular y otros de naturaleza culta.

Un congreso internacional dedicado a Jerusalem ha sido la base para el reconocimiento del músico, compositor para el teatro y la iglesia, violinista y profesor, cuya difusión actual debe mucho a la labor de Javier Marín López y Drew Edward Davies , con la posibilidad de que su obra quede definitivamente fijada en varios cuadernos. El director de orquesta Javier Ulises Illán explicó a los espectadores lo novedoso de muchas de las obras del autor napolitano, incorporadas al concierto de su grupo Nereydas en el hospital de Santiago de Úbeda gracias a una cadena que pone en relación al investigador, al editor, al intérprete y al oyente. El descubrimiento y la novedad está en la esencia del femaUB y cobra sentido conciertos como este en el que bajo la denominación de « Dulce sueño » se reveló el calado cotidiano de la música de Jerusalem. El éxito de la sesión debió mucho al pequeño grupo instrumental implicado y, de forma especial, al trabajo expresivo y retórico de la soprano Alicia Amo y el contratenor Filippo Mineccia . Desde la sencilla sinfonía en sol mayor de Jerusalem a otros detalles más imaginativos en varios versos instrumentales, uno de ellos de endiablada escritura para el violonchelo, y a los apuntes dramáticos del versículo «Ecce enim». Acabar ofreciendo fuera de programa algunos ejemplos de músicas haendelianas dejó en una posición de debilidad al talentoso Jerusalem.

Que la revelación de muchas músicas depende en buena medida de los intérpretes es algo que dejó claro la propuesta de Fabio Biondi y varios músicos de Europa Galante, dedicados a recrear obras de Luigi Boccherini : tríos, cuartetos y quintetos, particularmente el famoso quinteto para cuerda y guitarra, con su famoso fandango de cierre y las doce variaciones sobre « La ritirata de Madrid ». Puede hablarse de una nueva perspectiva que alcanza al redescubrimiento de estas obras y que se deriva de una calidad interpretativa sencillamente excepcional. Lo que se escuchó en el auditorio de San Francisco de Baeza fueron versiones decantadas, exquisitas, tras las que era fácil comprender el éxito internacional que ya en origen tuvo la obra de Boccherini. También fue un tránsito globalizante el devenir del músico, que desde Lucca salta a Viena y París, instalándose Madrid donde reinventó géneros y trocó lo italiano a través de la naturaleza hispana, para luego relanzar las obras a Europa en muy diversas y exitosas ediciones musicales.

Siempre presente la raíz italiana, en el escarbar del repertorio surgen rápidamente danzas que se asentaron en España para luego saltar a las américas. El viaje implica la contaminación entre repertorios, géneros y expresiones artísticas en un proceso siempre apasionante que interesa al femaUB. La tradición anónima pero también la concreción de las obras de los renacentistas Giovan Tomaso di Maio y Giovanni Leonardo dell’Arpa fue un pilar fundamental del concierto de Neápolis Ensemble dedicado a música tradicional napolitana. La bodega de la hacienda de La Laguna en Puente del Obispo es una espacio muy singular construido a mediados del XIX con participación del ingeniero polaco Tomasz Franciszek Bartmański quien se implicó en la modernización industrial española. Su capacidad de resonancia dio una perspectiva ilustre al programa «Nápoles canta» construido sobre la base de instrumentos cultos, y basculando alrededor de la voz popular de Maria Marone . Rotunda, franca y sincera, fue una actuación emocionante centrada en un repertorio propio de la vida cotidiana napolitana, emanado de la sinceridad y suficientemente elocuente como para acabar depurándose en el pentagrama de muchos compositores.

Sobre esta base quiso explicar su actuación la joven clavecinista Inés Moreno Uncilla , ganadora de la primera edición del concurso de música antigua de Juventudes Musicales. Surgieron danzas de origen corriente como la romanesca, el pasamezzo, la folía, la ciaccona… según las trataron Ortiz, Frescobaldi, Storace o el toscano y jesuita Domenico Zipoli quien alcanzó a vivir en Paraguay y Argentina. En este caso la intención argumental era evidente pero el descubrimiento fue escuchar a Moreno Uncilla versiones tan seguras, sólidas y afirmativas. Su propuesta tuvo algo de incuestionable. Al igual que Biondi aunque desde una posición de especial eufórica, su concierto vino a redescubrir otras posibilidades de viejas músicas conocidas gracias al trabajo de una intérprete realmente importante. Hay que recordar la « Toccata d’Ottava Sesta » de Alessandro Scarlatti por la originalidad de las ideas musicales en juego y por el espíritu y originalidad de la interpretación.

En la sucesión de conciertos del femaUB es inevitable citar a The Marian Consort, que dirige Rory McCleery , más por la atinada precisión de las voces que por la fresca actualidad de su propuesta. « Tras la huella del dolor » volvió sobre la muy difundida versión corrupta del « Miserere » de Gregorio Allegri que se interpretó distribuyendo espacialmente las voces por la capilla del Salvador de Úbeda. El programa implicaba músicas del siglo XVII hasta el XXI, incluyendo a James MacMillan y su « Miserere Mei » quien al igual que Gabriel Jackson en su « Stabat Mater », pone en juego diez difíciles voces reales. Palestrina, Victoria, Ceballos y Duarte Lobo pudieron todavía acoplarse con un punto de mayor acuerdo con la muy particular acústica de la capilla ordenada por Francisco de los Cobos , contador de Carlos V, aunque es indudable que el marco, la dimensión grandiosamente monumental del espacio dio al concierto un poso muy particular.

Porque es difícil sustraerse al poder alegórico de la imagen, tan inmediato en la capilla del Salvador con el retablo de Berruguete como telón de fondo. Lo confirma el espectáculo « Chiaroscuro » presentado en Baeza y visto en la Fundación Juan March de Madrid días antes. Las Compagnia Teatri 35 diseña una sucesión de «tableaux vivants» con cuadros de Caravaggio mientras Tiento Nuovo, con Ignacio Prego al clave, interpreta músicas dieciochescas de Corelli, Vivaldi, Geminiani, Porpora y Caldara. Las pinturas se crean en un teatro desnudo y silencioso que se viste y organiza a los ojos del espectador hasta lograr la composición final. El juego de luces y sombras, esencial en la obra de Caravaggio, es un detalle que podría alcanzar mayor depuración, como también una coordinación más estrecha entre la música en vivo y la realización. Aún así las expresiones al limite, los gestos congelados en un punto de equilibrio siempre inestable, y la muy trabajada composición de cada uno de los cuadros permite evocar « El martirio de Santa Úrsula », « La decapitación de san Juan Bautista » o « La crucifixión de san Andrés » desde una perspectiva inquietante. Teatri 35 señala que tras una larga experiencia «de laboratorio» el encuentro con Caravaggio fue fundamental para entender la diferencia entre construir e interpretar, entre servirse del cuerpo o convertirlo en soporte para una acción viva y palpitante. También aquí, el esfuerzo por negar fronteras y romper límites formales significa reconocer modos y valores universales.

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