el jukebox de la historia
Grateful Dead: rock de altos vuelos
La formidable banda californiana fue abanderada del hippismo, la psicodelia y las improvisaciones interminables
Manuel de la fuente
Corría el año 65 y corría el LSD como pollo sin cabeza por la Bahía de San Francisco . Crecían las flores en el pelo y ya se intuía el Verano del Amor del 67 . La música era el medio ... y el mensaje: paz, amor y la expansión de la mente y la conciencia hasta donde el botellón lisérgico permitiera. Acudir a un concierto era una experiencia mística y comunitaria, un trance colectivo en el que los oficiantes podían llamarse, por ejemplo, The Grateful Dead , una de las bandas más personales, radicalmente intransferibles, incomparables y longevas (1965-1995, más o menos) de la historia del rock and roll. Y también una de las muy pocas cuyos seguidores tienen nombre e historia propios, y hasta leyenda, pues se cuenta que muchos Deadheads (así se les llama) eran capaces de seguirle la pista al grupo allá donde fuera, hasta las estrellas o hasta el mismísimo infierno.
El combo californiano creció a la vera de Jerry García , un guitarrista polifacético que se echaba al coleto todo lo que fuera : bluegrass, country, folk, blues, jazz, y un tipo cuya vida desde que naciera en agosto de 1942 había estado marcada por la fatalidad y por la muerte de personas muy cercanas. Con el tiempo, los Grateful Dead también acabarían siendo señalados con el sucio dedo de la Parca y varios de los miembros de la formación murieron, a menudo tras una aventura vital llena de excesos. Así eran los tiempos, así era el rock and roll.
Fijos del hippismo
Los Dead no faltaron a citas como Monterey y Woodstock , emblemáticos festivales de entonces y fueron uno de los grupos más característicos de la contracultura, el hippismo y sus volátiles efectos. De hecho, durante parte de su trayectoria vivieron de forma comunal en el 710 Ashbury Street, en San Francisco, una suerte de asilo benefactor donde cuidaban y mantenían a parte de sus acólitos. Cuentan que sus discos nunca estuvieron a la altura de sus conciertos, aunque tengan un puñado de obras maestras como Workingman's Dead y American Beauty (ambos de 1970) y Wake of the Flood (1973).
Improvisaban en sus directos en solos que duraban varios minutos
En directo se desmelenaban y todo el grupo a solas o en compaña se lanzaba a improvisaciones y virguerías instrumentales que podían durar varios minutos, mientras el público también se iba por las ramas, entre volutas de humo en pleno ataque de paz y amor y esplendor en la yerba. Entre sus pasadas, la gira europea de 1972, a la que el grupo se trasladó en barco desde los Estados Unidos, para luego recorrer el continente en una gigantesca caravana, o su concierto casi al pie de las Pirámides de Egipto , en septiembre de 1978,
En agosto de 1995 el cuerpo de Jerry García dijo basta , y tras su desaparición el grupo como tal se disolvió aunque haya seguido vivo en diversos proyectos de los supervivientes, en camisetas, mecheros, posters y una leyenda a la altura de su poderío musical. The Grateful Dead eran uno de esos grupos de otra pasta, una banda para la que el mercado discográfico no era lo esencial (aunque tuvieron un notable éxito popular), sino que lo era la investigación, del desarrollo creativo, personal, musical, meterse en camisas de once varas rockeras y salir revitalizados de cada intento. Un grupo, sencillamente, descomunal.
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