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João Gilberto: el último titán de la bossa

El nombre de João Gilberto, no obstante, quedará siempre estampado entre los verdaderamente grandes de la música de su país

João Gilberto en su época de plenitud ABC

Luis Martín

La bossa nova es el samba vestido de jazz de la Costa Oeste estadounidense, una reformulación estética convertida en una de las corrientes llegadas desde Brasil con mayor pujanza en toda la música popular, desde su difusión en los años 60 del siglo XX pasado. Con João Gilberto, desaparece la última de las grandes figuras que alumbraron el nacimiento de ese movimiento bossanovista; una escuela a la que también prestó alas Antonio Carlos Jobim, y que, en realidad, había nacido en 1949, cuando otro cantante, José Alfredo da Silva, más conocido como Johnny Alf, enriqueció con ingredientes de jazz el estilo conocido como samba. João Gilberto llevó, no obstante, hasta la suma de la perfección esta tendencia.

Música, rítmicamente, debilitada. Corría el mes de abril de 1958, cuando la cantante Elizeth Cardoso grabó un álbum, «Cançâo de amor demais», en el que participaba como guitarrista un joven João Gilberto, con algunos años de experiencia en el grupo Garotos da Lua. Con aquel acompañamiento instrumental «debilitado» al modo que podían serlo las baladas de Chet Baker en California, anticipó Gilberto la difusión de la bossa nova. La confirmación definitiva llegó algunos meses después, cuando grabó un disco con dos canciones: «Chega de Saudade», de Jobim y Vinicius de Moraes, y «Bim bom», de su cosecha. El éxito no se hizo esperar.

Comentarios como el del trompetista estadounidense Miles Davis afirmando que João Gilberto «sonaría bien, aunque fuera leyendo los nombres de una guía telefónica», explican perfectamente el papel que el intérprete tuvo en el discurrir de la música popular de su país. Una forma de cantar, cuyo intimismo rayaba en la confidencia, identificaba de forma inmediata a Gilberto, que, en 1959, puso en las tiendas su primer álbum titulado «Chega de saudade».

Autonomía creativa sin precedentes. En el temario, canciones bien conocidas de todos, «Rosa Morena», «Morena Boca de Ouro», pero también piezas de compositores nuevos como Carlos Lyra. En estos títulos, y aun en los que aparecieron en sus siguientes álbumes, «O amor, o sorriso e a flor», de 1960, y en el homónimo, «João Gilberto», de 1961, el músico fijó -como lo hizo Jobim igualmente- el andamiaje sonoro de la bossa nova, logrando espacios de una autonomía creativa inéditos hasta que él comenzó a frecuentarlos.

En cualquier caso, no se puede pensar en João Gilberto orillando la influencia definitiva de Antonio Carlos Jobim, el otro gran progenitor de la bossa, porque fueron ambos los que desarrollaron los capítulos más interesantes de este ideario musical. El mundo del jazz quedó, de hecho, boquiabierto, cuando, en 1964, Gilberto publicaba junto al saxofonista tenor Stan Getz el álbum «Stan Getz plays Jobim».

Fue el disco más vendido del año, y versiones como las que en su temario se incluían de «Corcovado», «The girl of Ipanema» o «Desafinado», están fijadas desde entonces en el subconsciente colectivo. En este disco colaboraba, por cierto, Astrud Gilberto, esposa de João, que ha sido la mejor garante con los años de su arte.

La otra cara del éxito. La vida, en su último tramo, no fue justa con João Gilberto. Enormes problemas económicos y dificultades múltiples para conciliar las relaciones con su familia, hicieron que su hija Bebel Gilberto, también cantante, iniciase contra él un proceso de incapacitación judicial. El nombre de João Gilberto, no obstante, quedará siempre estampado entre los verdaderamente grandes de la música de su país.

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